Se acerca el día en que Colombia conmemora su independencia. La próxima semana será para muchos importante porque hay un día feriado, una visión corta pero pragmática que deja ver un alarmante desinterés por un día especial para nuestro país y la democracia, pero además una apatía de alta preocupación por una fecha que en este año es más que importante por todos los actores, circunstancias, pensamientos y cálculos políticos que estarán en juego.
El 20 de julio de 1810 no es un aniversario cualquiera, fue la fecha que, en 1873, el entonces Congreso de los Estados Unidos de Colombia, reconocería para ser conmemorada de ahí y en adelante, como la fiesta patria más importante de la nación. Una celebración a la democracia, a las libertades y a la idea de consolidar un estado independiente y autónomo. Hoy, 213 años después y mirando por el retrovisor, la historia nos muestra que muchas heridas han seguido abiertas y que las guerras internas, casi imparables, son muestra de que ese proceso de articularnos para vivir bajo objetivos similares, pero abrazando la diferencia, es un desafío que requiere tiempo y madurez.
El calendario no se detiene y en esta oportunidad tendremos un 20 de julio en el que el primer presidente de izquierda de nuestra historia revivirá esta fecha, instalará el Congreso y en el camino dará un discurso que luego será resumido en cortas frases para llenar titulares y encabezar las noticias. No debería sorprender a nadie que esa intervención venga cargada de reclamos a los abusos de los conquistadores (desde aquí un saludo a nuestra hermana comunidad de españoles y españolas que saldremos salpicados, recuerden que esto no es personal). Ni que se llegue a extrapolar ese momento histórico, ya pasado por el peso de dos siglos, para traerlo al presente como si el yugo del colonizador estuviera a la distancia de una espada.
Mal haríamos en pensar que este espacio de celebración no se utilizará para volver a recordarnos lo poco que se han reivindicado los derechos de las culturas ancestrales y que la tierra debe ser para esos que fueron liberados. Se nos presentará un escenario fatalista de un mundo oscuro que camina sin salida a un precipicio sin fondo por culpa del capitalismo, el libre mercado y los ricos oligarcas que siguen haciendo del país un gran feudo. Estas y otras frases que magistralmente organizadas, dichas con pausas extensas y conjuros sarcásticos que vienen desde lo que podría entenderse como un resentimiento viejo y anacrónico, cargarán un discurso que pareciera buscar aliados y sumar las mejores intenciones, pero que puede también, abrir más las heridas que apenas están sanando luego de los cortos doscientos años que llevamos de entender y crear nuestra propia democracia.
Así que se pide al auditorio tener calma, respirar profundo y ver más allá de lo que será una celebración que desde los discursos podrá agredir las ideas de muchos. Dejemos de lado por un momento lo que nuestros bisabuelos, abuelos y padres, dieron para sacarnos adelante, sus largas horas de trabajo y sacrificio para acabar con la pobreza y la escasez; repito, esto no hay que tomarlo personal. No nos ofusquemos si nos dicen ricos u oligarcas a esos que venimos del esfuerzo y sudor de pasadas generaciones, o los que hasta ahora han logrado poner a una primera generación de hijos en la universidad o a los que están hoy llegando a grandes cargos en un estado que, gracias a su democracia les ha permitido jugar a puro mérito.
Escuchemos, leamos con inteligencia y balance. Veamos lo que viene y lo que es importante para Colombia. El jueves se dará la instalación del Congreso, un nuevo periodo para que el legislativo promueva debates que respondan a los intereses de esos colombianos que hoy están celebrando sus triunfos y de aquellos que requieren todo el apoyo del país para superar la pobreza, salir de la informalidad, fortalecer sus condiciones sociales y vivir en un estado que pueda ser cada día más equitativo y armónico.
Empieza el 20 de julio un interesante capítulo con nuevos líderes que ojalá pueden traer tanto al Senado como a la Cámara de Representantes, una intención verdadera de construcción de puentes y diálogos basados en recuperar la confianza de todos los jugadores que apuestan por el país, e incrementar la visión de una Colombia más unida y que valore la diferencia.
Aguardando estamos muchos con anhelos de seguir construyendo nación, mal haríamos en perder la esperanza sin que existan oportunidades de conversar y generar acuerdos. Gran oportunidad para que esta legislatura que llega ayude a implementar una nueva dinámica.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
Kreab Colombia