Esta semana hemos visto nuevamente a la Guardia Indígena, haciendo presencia en las marchas del 1 de mayo respaldando las reformas para el cambio y luego en la plaza de Bolívar de Bogotá, caminando, formando, gritando sus consignas y sus cantos para incidir en la formulación y aprobación final del Plan Nacional de Desarrollo Colombia Potencia Mundial de la Vida y la Paz, particularmente en los temas referentes a la consulta previa libre e informada, la importancia de este mecanismo de participación y su fortalecimiento para prevenir el desarrollo violento de conflictos en los territorios y exigiendo el cumplimiento de acuerdos pactados con la Mesa Permanente de Concertación (MPC) con los Pueblos Indígenas.
Pero no solo estuvieron marchando, también estuvieron caminando la palabra, en minga permanente por la vida, la paz y la dignidad de los pueblos. Los mayores y mayoras sabedoras, los y las consejeras, estuvieron compartiendo la sabiduría, en un pequeño mambeadero instalado en la Plaza de Bolívar, guiados por el consejero Mayor de la ONIC Orlando Rayo A, compartiendo “la palabra dulce, la palabra de la que emerge la vida, la palabra que orienta voluntades”.
Que demostración tan importante de fuerza no violenta, de compromiso con el país y con la paz, de responsabilidad con la defensa de la cultura ancestral y del territorio. En hora buena, los pueblos originarios alzan de nuevo su voz y sus bastones, bajo la consigna ¡Cuenten con nosotros para la paz!¡Nunca para la guerra! y así demostrarle al resto del país, que la ruta del diálogo y el uso del legítimo derecho a la movilización, son parte fundamental de la democracia. En hora buena invocaron a los antiguos dioses de sus ancestros, para que llenaran de sabiduría a los y las congresistas y para que el nuevo Plan Nacional de Desarrollo favorezca la construcción de un país verdaderamente respetuoso e incluyente de las múltiples culturas y sabidurías de los pueblos originarios.
A la par de que las Guardias Indígenas hacían su demostración de amor y respeto por la vida y la cultura en la plaza de Bolívar del centro de Bogotá, varias personalidades “de bien”, desde los micrófonos de algunos medios de comunicación y desde redes sociales, incluido un tristemente célebre exministro de defensa, reconocido por sus posiciones ideológicas militaristas, ultraconservadoras, sus expresiones racistas y ofensivas contra el pueblo colombiano, se dedicaron a estigmatizar, señalar, descalificar y generar falsas noticias sobre la importancia de este mecanismo ancestral. Despotricaron contra los sagrados bastones de mando, inventaron noticias que buscaban relacionarlos con acciones violentas o subversivas. Que falta de ética y que desatino, en momentos de búsqueda de espacios de reconciliación.
No era para menos, si estas mismas personas son las que desde los micrófonos, las redes sociales y sus actividades como funcionarios públicos, han demostrado su compromiso en defensa de posturas que buscan expropiar los territorios ancestrales de pueblos étnicos, para beneficiar supuestos proyectos de desarrollo. Recordemos los proyectos hoteleros que pretendieron instalarse en la Sierra Nevada de Santa Marta, violando territorios sagrados, o los proyectos de puertos marítimos sobre el pacífico en territorios de mucha significación espiritual para los pueblos indígenas y afrodescendientes, o los despojos de tierras y territorios para expandir las haciendas palmera o bananeras en el norte de Chocó y Urabá, y por supuesto las grandes deforestaciones de selvas y bosques de la Amazonía, entre otros.
Han sido los pueblos étnicos, las organizaciones comunales y campesinas con sus Guardias, los principales defensores del medio ambiente, pero también, las que mayor victimización física y política han sufrido a manos de los Grupos Armados Estatales y No Estatales, y a manos de estructuras corruptas y mafiosas con poder político y económico territorial. Es evidente que existe hoy un ataque orquestado y premeditado contra los liderazgos y las organizaciones, del cual hacen parte algunos medios de comunicación y líderes políticos, con la intención de profundizar el exterminio al que han sido sometidos durante años los pueblos étnicos y los campesinos, para apropiarse luego de sus tierras y territorios, doblegar su resistencia, romper las estructuras organizativas, culturales y milenarias.
Las Guardias son parte fundamental de la respuesta no violenta a las necesidades de autocuidado y autoprotección para salvaguardar la cultura, defender y cuidar la madre tierra, el territorio y la vida de los pueblos, comunidades, sus líderes y lideresas. Las Guardias dependen de las estructuras tradicionales y organizativas de los pueblos étnicos y las organizaciones campesinas. En ese sentido, son la ratificación de su autonomía frente a todos los actores armados y de fuerza en defensa de lo que les es propio. El principal símbolo de las Guardias es el bastón de mando, símbolo de resistencia, armonía y amor por la vida, que representa autoridad, mandato e identidad, que no puede ser usado para agredir.
Las Guardias tienen como mandato realizar acciones humanitarias; actuar como defensores de los derechos de los colombianos, las colombianas y los pueblos; defender los elementos culturales inmateriales, idioma, vestuario, danzas, deportes, cocina nativa, arte, medicina tradicional, espiritualidad, saberes, tradiciones, entre otros; garantizar control territorial y proteger los territorios de la violencia, el despojo, la presencia de actores armados y el desarrollo de cualquier actividad que atente contra los derechos territoriales; desarrollar labores de protección al medio ambiente; colaborar en la detención y traslado de personas étnicas para la correspondiente aplicación de la justicia propia en el marco de la Jurisdicción Especial Indígena o afrodescendiente; apoyar acciones de desminado humanitario, protección de comisiones internacionales, acompañamiento a recorridos de verificación con la CICR, ONU, MAPP-OEA, entre otras instancias; mediar para la finalización de conflictos o la definición de acuerdos entre gobiernos, comunidades, empresas u otros actores; y crear cercos y corredores humanitarios para posibilitar el retorno de desplazados del conflicto armado a sus territorios, la presencia estatal, prevenir la victimización de funcionarios públicos e impedir confrontaciones violentas entre actores en un conflicto.
Desde esta pequeña tribuna, hago un llamado a quienes estigmatizan la labor de las Guardias poniendo en grave peligro a las organizaciones étnicas y comunitarias, para que reconsideren y rectifiquen sus afirmaciones, escuchen el clamor territorial por la paz y la defensa del medio ambiente, y se comprometan a construir un país en equidad, justicia social, democracia y reconciliación.
Luis Emil Sanabria D