Hemos señalado en varios escritos la complejidad del Conflicto Colombiano e identificado algunos de los ciclos multicausales que lo retroalimentan periódicamente. Este Conflicto Armado Interno-CAI conformado por múltiples expresiones que nos han afectado como proyecto de sociedad y de Estado, por lo menos durante los últimos 60 años, requiere romper los esquemas tradicionales de negociación, resolución o transformación pacífica a la que hemos estado acostumbrados, y que aunque han des escalado la ferocidad o intensidad de las consecuencias violentas de este y han ayudado a mejorar el ambiente político y social, para promover los relevos políticos y administrativos de gobierno, no han logrado la fuerza y el dinamismo necesarios, que nos permitan gozar de un ambiente de convivencia y democracia, capaz de llevarnos y mantenernos en un escenario de paz política, económica y social.
No se trata de solo establecer unas mesas de negociaciones en donde participen delegados del Gobierno en representación de un Estado, que es señalado de haber perdido el control de los territorios y su esencia como garante de derechos fundamentales de sus asociados, y que concurran delegados de Grupos Armados No Estatales – GANE, cuestionados políticamente, así sus reivindicaciones gocen de buena salud, o dedicados a cometer acciones criminales para beneficio individual de sus miembros, que manifiesten su interés en sentarse bajo unas condiciones a pactar un acuerdo, y buscar rápidamente su Desarme, Desmovilización y Reincorporación (DDR) como algunos de forma ingenua o manipuladora piensan o presionan, tampoco se trata de instalar unas mesas de negocio en donde dos partes ganan y cada uno se va feliz para su casa con una bolsa de acuerdos que, seguramente serán incumplidos por una o las dos partes.
No se trata solo de, si una parte o ambas están maduras para un proceso de paz o pacificación. El espíritu que hoy recorre calles y veredas de este hermoso y adolorido País, es más grande, más altruista, más generoso y exigente. Es el deseo de una sociedad profundamente afectada, que quiere pactar un gran acuerdo nacional por la paz y la reconciliación, al centro del cual estén, no las víctimas como una masa amorfa a la que se le puede incumplir su reparación integral, sino esencialmente unos acuerdos fundamentales para transformar las realidades políticas, económicas y sociales que alimentan el CAI y que deben ser cumplidos, a corto mediano y largo plazo, por todos, todas y todes los miembros de la sociedad, y especialmente por ese aparato que, obliga ser curado de enfermedades crónicas como la corrupción y el narcotráfico, que lo han llevado casi a la muerte, me refiero al Estado y sus diferentes instrumentos de gobierno, de justicia y de construcción normativa.
El abordaje complejo (Morin, 1998)[1] sistémico, para la transformación del CAI y la construcción de la Paz Total, integral estable y duradera, requiere reconocer que se generaran muchas incertidumbres para acercarse con más probabilidad al éxito de su cometido, lo que invita no solo a instalar espacios de diálogo diversos, en relación con los actores, la solución a las múltiples causas y las múltiples consecuencias, sino también (y esto reviste la mayor importancia), instalar mecanismos formales y no formales de comunicación e interacción horizontales entre las rutas y los escenarios establecidos, de tal forma que se alcance la integración de la mayoría de la sociedad y el acuerdo asuma un plano nacional.
Es la interrelación e interacción comunicativa (Luhmann, 1998)[2] y dialógica la que nos permitirá construir conocimientos, identificar y potenciar la emergencia de transformaciones novedosas y ponerle orden al caos inevitable del diálogo en múltiples escenarios, y a su vez la que nos conducirá a superar las incertidumbres propias de la complejidad que nos impone solucionar un conflicto fragmentado, multicausal y de tanta permanencia en el tiempo, como el colombiano.
Para robustecer los acuerdos que se vayan estableciendo en los diferentes escenarios de diálogo tanto de los actores armados como de la sociedad, y las necesarias conferencias con la comunidad internacional, será necesario adelantar encuentros periódicos, intercambiar documentos, según los avances de los acuerdos logrados, de tal forma que los acuerdos específicos temáticos y territoriales, se encuentren en un acuerdo nacional para avanzar en una estrategia de implementación pertinente, en tiempos, temas y territorios.
No busquemos un acuerdo nacional en donde se contemple o se plasmen las demandas de los actores armados, o en donde gane o se impongan los intereses de quienes representan el Estado débil y cuestionado que hoy tenemos. El acuerdo que se debe buscar, es el que mas y mejor beneficie a la sociedad, a su gente, a quienes han sido tradicionalmente excluidos o marginados, a las víctimas de todos los actores armado incluido el Estado, a las niñas, niños y adolescentes cuyo futuro hoy es incierto, a la naturaleza exuberante pero lastimada, a la vida, la cultura y el territorio.
[1] Morin, E. (1998). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.
[2] Luhmann, N. (1998). Sistemas sociales, Lineamientos para una teoría general. Barcelona: Antropos.