De la reforma pensional se ha advertido ya todo, pero nadie reacciona. Una de las primeras críticas provino de la bancada del Centro Democrático en el Congreso, que ha sido una voz solitaria en la defensa del bienestar y el derecho a la propiedad del aportante a fondos de pensiones.
Nuestra colectividad en el legislativo ha señalado que la reforma es perjudicial, porque elimina de tajo la posibilidad de tomar decisión alguna sobre los aportes pensionales; porque destruye el derecho a la elección que hoy tienen los cotizantes; y porque, mucho más grave aún, le permite al gobierno disponer, a las malas, de los ahorros para la vejez de la totalidad de los actuales cotizantes. O sea, de la mayoría de los trabajadores colombianos.
Los gremios han hecho lo suyo. Asofondos denunció esta semana que la reforma pensional generará un costo fiscal brutal, que se traducirá en mayores impuestos en el mediano plazo; se perderá el derecho a heredar la pensión, e insisten, al igual que el Centro Democrático, en que se nos quitará a los colombianos la posibilidad de elegir, imponiéndosele a la mayoría de trabajadores un fondo público, que no les reconoce ni un centavo de rentabilidad por sus ahorros.
Anif, el gremio y centro de estudios, por su parte, advierte que se duplicará el pasivo pensional para llevarlo, al cabo de unos pocas décadas (anote por ahí esta cifra) ¡a un total de $3.279 billones de pesos de hoy!. Casi los mismos números inventados por la ministra de minas. Una abominación.
A todas estas voces, menospreciadas y desoídas por el gobierno nacional, que se apresta a discutir con su aplanadora legislativa la reforma, se le han sumado varias opiniones que han señalado, con mayor o menor volumen, estos y otros males de una reforma mediocre y mal pensada. Reforma que no resuelve, y antes agrava, dos problemas de fondo: baja capacidad de ahorro, con escasos incentivos para hacerlo, y una enorme regresividad de los subsidios pensionales que hoy pagamos todos los colombianos, y que nos cuestan más de $40 billones al año.
Plata que, aunque sale de los bolsillos de todos nosotros, vía impuestos, se está dirigiendo, no a los adultos mayores más pobres (que, por cierto, hoy reciben $80 mil y recibirán con la reforma apenas la mitad de lo que les prometieron en campaña) sino a los más ricos. Pero lo que es en definitiva es inexplicable, indignante, inaudito y exasperante es ver cómo, a diferencia de los franceses, los otrora indignados colombianos, que salieron a quemarlo y destruirlo todo para hundir reformas fiscales que los afectaban apenas marginalmente, hoy callen en siete idiomas.
¿Alguien ha escuchado a esa impetuosa juventud indignada y combatiente quejarse por el hecho de que les van a subir, de facto, la edad de pensión?. Las calles francesas, ajustan catorce días de protestas ininterrumpidas, con más de 500 detenidos, más de 400 policías heridos en disturbios y bloqueos causados por más de 1,3 millones de jóvenes. ¿La razón? Macron, tan amigo en su momento del expresidente Santos, sacó solito, como en dictadura, saltándose al congreso, una reforma pensional que apenas eleva en dos años la edad pensional.
¿Qué propone Petro mientras tanto?: ¡Incrementar, en la práctica, tres años la edad pensional! ¡Y nadie dice ni mú!. El 90% de aportantes de los fondos de pensiones, hoy mayoritariamente jóvenes trabajadores que ganan menos de 3 salarios mínimos, pasarían de cotizar 1.150 semanas a 1.300, lo que implica tres años más de cotización para pensionarse, previo cumplimiento de la edad que, tramposamente, no se modificó.
Nuestra juventud está adormecida por el encantador de serpientes que ocupa la presidencia. ¡Tenemos que despertarla!.
A pitar todos!!
Concejal de Bogotá