Por: Edgar Martínez Méndez
Los dueños de los dos cargos (Alcaldía-Presidencia) más importantes y apetecidos por la política criolla pasan por estados de crisis sin precedentes en la gobernabilidad local y nacional, provocados por sus acelerados discursos revanchistas, el afán de ser tendencia en redes sociales, las peleas con los partidos tradicionales, la falta de sensatez para llegar a puntos de acuerdo, el elevado ego de cada uno y las constantes ‘embarradas’ de altos funcionarios de primer nivel.
Decía Robert Louis Stevenson que ‘la política es la única profesión para la cual no se considera necesaria poseer preparación alguna’. Pareciera que Claudia López y Gustavo Petro, le hacen apología a esta cita porque pese a obtener y mostrar sus honorables títulos de las más prestigiosas universidades locales e internacionales, sus erráticas acciones y decisiones de pseudolíderes tienen en incertidumbre en todos los frentes a 10 millones de capitalinos y más de 50 millones de colombianos.
Por un lado, el máximo dirigente político de los colombianos en 10 meses de mandato muestra opacos resultados en las grandes promesas a sus más fieles seguidores. Ni trabajo ejecutivo, ni potencia mundial, ni cambio, ni paz, ni justicia social, ni coalición, ni reformas, ni nada de todas esas promesas divulgadas en las regiones y matizadas en las redes sociales. Por el contrario, el colombiano de a pie desesperado por el costo de vida, reflejado en agudos precios en los artículos de la canasta familiar, los empresarios asustados cerrando empresas y sacando sus capitales a economías menos riesgosas, las multinacionales en éxodo por los macabros anuncios de la ministra de Minas, especialmente. Todo es incertidumbre.
A ese doloroso panorama, se agrega, en las últimas semanas denuncias fuertes sobre corrupción de sus más cercanos familiares, nombramientos en cargos públicos a la ‘loca’ y para alimentar el fuego con gasolina, las estruendosas grabaciones en las que el ‘amiguis’ número uno del presidente, Armando Benedetti, arremete contra el gobierno, la forma de gobernanza y varios funcionarios de alto cilindraje. Pareciera una horrible noche con libreto sin fin, calificada por Ariel Ávila, uno de los senadores alineados con el proyecto del Pacto Histórico como: “un impacto de crisis demoledor”, sin futuro alentador para sacar adelante las ambiciosas reformas a la salud, laboral y pensional. Toda la estantería se vino al piso.
Por otro lado, la primera mandataria de los bogotanos aprovechando las embarradas del gobierno nacional para seguir promoviendo su candidatura presidencial, activismo cotidiano desde su llegada al Palacio de Liévano y una estrategia politiquera de varios de sus antecesores. Ser candidato a cualquier cargo de elección popular es digno de cualquier ciudadano porque nuestra Constitución nos brinda esa loable oportunidad democrática, pero en honor a la realidad, la capital y los capitalinos estamos pasando por otra de crisis reflejada en los altos índices de inseguridad, una movilidad enloquecedora, un sistema de transporte masivo para animales enjaulados, una liderazgo segmentado para quienes aplauden a la alcaldesa y una ciudad calificada por varios generadores de opinión como Ciudad Gótica, tratando de parafrasear las imágenes de la película de Batman. La realidad de Bogotá es deprimente.
Esa idea de “coger” la Alcaldía Mayor, el segundo cargo político más importante de Colombia, como trampolín electoral para llegar a la presidencia debe ser congelado de tajo por los aspirantes en las elecciones de octubre próximo porque es el oportuno momento de revitalizar a una ciudad que merece los mejores honores por parte de sus administradores y habitantes de las 20 localidades. Esa es una tarea en equipo ciudadano para revitalizar la marca amarillo y rojo en su bandera.
La nueva alcaldesa o alcalde tiene la favorable oportunidad de llegar al Palacio de Liévano con una marca registrada que se viene posicionando hace 484 años. Por ello, sus acciones estratégicas deben estar enmarcadas en políticas públicas cercanas a las necesidades de la población, que van desde mejorar la calidad de vida, pasando por aceptar la inclusión de géneros y diversidad en todos los escenarios sociales y culminando por terminar con urgencia las mega obras de infraestructura. Que todo esto sea por Bogotá y los bogotanos.
En anteriores columnas referencio con cifras, datos y hechos la dramática situación de la ciudad capital, la ciudad de todos los colombianos. Ahondar es llover en mojado. Lo importante, en mi criterio, es que para bien o mal, la actual administración culmina su periodo en diciembre. Vienen las elecciones regionales o locales de octubre en las que cada ciudadano tiene la gran oportunidad de evaluar quién es el candidato con el mejor proyecto para un todo, no para una idea, partido o movimiento político. En Bogotá, especialmente, tenemos varias opciones que van desde la derecha, el centro, izquierda e independientes. Elijamos el mejor por su hoja de vida pública y privada, su experiencia, su programa, su educación, su honradez…
Colombia y su capital han elegido recientemente líderes que han impuesto el miedo, el resentimiento, la rabia y el odio para cargar sus ideales y acciones a la brava sin pensar en las necesidades de quienes les apoltronaron en sus cargos. Por eso, vale tener en cuenta a la hora de votar: “El mundo digital ha creado una especie de realidad paralela, que hace que se creen situaciones para manejar la emocionalidad y la opinión de las personas. Así, han creado también personajes, que luego son elegidos en cargos de poder sin tener la más remota idea de lo que hacen, y que son, en gran parte, responsables de que hoy el país esté en esta “descuadernada”, Diana Giraldo, periodista de Caracol Radio y Columnista de Revista Semana. De lo contrario vamos a seguir jodidos por punta y punta.
Edgar Martínez Méndez Es Asesor, Estratega, Periodista, Reportero, Redactor Y Especialista En Diversas Formas De Comunicar. @EdgarMMDircom