Abanicos de colores, la opinión de Jaime Polanco

Jaime Polanco

Con motivo de la crisis generada por el Covid-19, diferentes ‘gurús’ oportunistas han sacado a relucir teorías más bien discutibles sobre como enfocar el futuro del mundo.

Algunos de ellos creando manuales caseros, súper ventas eso sí, con sus teorías apocalípticas. Otros, tratando de influir en la opinión pública en beneficio de alguna opción sofisticada de cambio de paradigma que nos ayude a todos a reflexionar sobre nuestro futuro más inmediato.

Los publicistas han creado conceptos, como si de abanicos de colores se tratara. Economía azul, naranja, verde etc. son algunos de los planteamientos que nos proponen los nuevos ‘magos’ del mundo moderno.

Las diferentes formulaciones de las economías de colores, no hacen si no alimentar desasosiego entre las sociedades menos desarrolladas. ¿Seguimos en la globalización del mundo después de ver la falta de solidaridad entre los países ricos en medio de la pandemia? ¿Ahondamos en las ventajas de las economías circulares, pero sin ninguna posibilidad de aprovechar los excedentes en beneficio de otros? ¿Volvemos a la producción local como nuevo concepto productivo, pero condenando nuestros productos a mantenerse en un círculo cerrado de exposición al consumo?

Abordar estos retos del futuro significa cambiar la mentalidad de las autoridades políticas y económicas, y destinar una gran cantidad de recursos para esa transformación más bien incierta.

¿Estamos dispuestos a olvidar a los 2.000 millones de personas que viven en el umbral de la hambruna para invertir nuestros excedentes en estos nuevos desafíos de colores?

¿Alguna transformación significativa en el desarrollo de la economía naranja? ¿Avances en la contención de la deforestación de la Amazonía o la sustitución de las energías sucias por renovables? Pocos me parece a mi.

La pandemia nos ha enseñado las vergüenzas del sistema que dirige nuestras sociedades. Cientos de millones de niños sin alimentos, más de 300 millones de desplazados por diferentes motivos, deterioro rapidísimo de los niveles de empleo, incrementos demográficos desmedidos. Estos y otros destrozos de nuestra solidaria sociedad, están llevando al mundo a un deterioro sin precedentes.

Zonas enteras en África, Asia o América Latina, se ven afectadas y condenadas a vivir en la pobreza, y lo que es más grave, en el olvido. El mundo occidental más ocupado en mirarse el ombligo de sus egos, está condenando con esa actitud a una gran parte de la población mundial a la desnutrición y la muerte.

Los gobiernos, lejos de crear programas para reducir el hambre y la pobreza, despiertan falsas ilusiones con proyectos de desarrollo, que raramente avanzan en la dirección que se proponen sus creadores.

Cuantos esfuerzos en las conferencias internacionales para crear planes Marshalls para consolidar los modelos de bienestar de los países ricos. Gran esfuerzo de la Unión Europea para una bochornosa macro financiación de sus economías, lastradas por la desacertada política de sus gobernantes durante la pandemia.

¿Algo para los pobres? No. La respuesta es sencilla. Los países pobres y poco desarrollados que subsistan con sus raquíticos recursos hasta que desaparezcan en el olvido generalizado de las sociedades más avanzadas.

Los organismos internacionales, los medios de comunicación, las conferencias creadas al efecto han consumido miles de horas en debatir medidas que nunca llegan a ningún fin alcanzable. La desesperación por la falta de salud, alimentos, educación, acceso a las tecnologías o la infraestructura que proporcione luz y agua hacen que muchos de ellos lleguen a abandonarse en la corrupción y los conflictos armados, para administrar los pocos recursos que les quedan.

Ya podrían ayudar los más aventajados visionarios a escribir manuales que ayuden a los gobernantes y empresarios del primer mundo a desarrollar políticas más solidarias de ayudas a los países de sus entornos históricos. Algunas reflexiones serán necesarias para poner en valor la influencia de determinadas sociedades en el abandono de sus colonias, y dejarlas al albur de sus propias contradicciones.

Recientemente, un gobierno sacaba pecho por haber reunido a 100 economistas para desarrollar un plan de futuro a largo plazo. Grave error. Quizás sería bueno que los convocantes llamaran a estudiantes, escritores, organizaciones sin ánimo de lucro, agricultores, deportistas, comerciantes y un sinfín de afectados para saber de primera mano cuáles son las necesidades básicas de una población cansada de falta de solidaridad y promesas incumplidas.

@JaimePolancoS

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