Cuando a nadie le interesas: la opinión de Jaime Polanco

Hace años, uno de los más prestigiosos políticos y empresarios mexicanos escribió un libro novelado sobre la verdad de un sexenio cualquiera en la presidencia de México. El libro ‘Si el águila hablara’ describía con toda crudeza el entorno del Presidente durante su mandato. Un hombre rodeado de aduladores y arribistas pero, sobre todo, en el olvido y ante el ninguneo general durante el último año de su gobierno.

Nada es baladí al último año de cualquier dirigente y especialmente si es político. El engorde de halagos y ‘porras’ como dicen los mexicanos, (en Colombia se llamarían ‘barras’) sólo es comparable con el abandono de las instituciones, especialmente del Congreso dónde sus señorías ya sacaron sus réditos políticos y económicos.

Los habituales lobistas, satisfechos también, porque facilitaron los negocios a sus representados; los medios de comunicación transaron todas las influencias posibles a cambio de las dádivas de siempre, y los amiguetes como es habitual, aprovechando las influencias porque, obvio, para eso ayudaron en la campaña electoral.

Ese ‘síndrome de palacio’, ese que se da cuando el presidente se refugia para que le halaguen, le está afectando de sobremanera al hombre Iván Duque.

Quizás será recordado como el peor presidente de la historia reciente de Colombia. Y la razón es que lo que hace o dice no incita el interés de nadie. Es como si no hablara. Ni de seguridad, desarrollo económico, corrupción o Medioambiente. Prácticamente los representantes de las instituciones, gremios, sindicatos, empresarios, maestros etc… están mirando el calendario para ver cuando cesa la horrible pesadilla.

Las encuestas de opinión pública lo destrozan mes a mes con los peores indicadores de imagen y capacidad de gobierno. Los medios de comunicación, incluidos algunos visiblemente afectos, lo atienden por compromiso o por presiones de Palacio.

Los de siempre, los que le han llevado a este divorcio con la sociedad le están explicando lo que la gran mayoría de políticos hacen cuando la política doméstica es un desastre. “Viaje Presidente, viaje, allí por educación nos atienden y no nos critican”.

Y como si de una tarea escolar se tratara, el Presidente se ha lanzado a viajar para ser atendido protocolariamente por diferentes líderes del mundo, sin un discurso mínimamente comprometedor que ayude a relajar las malas caras de la comunidad internacional por su falta de voluntad en terminar el proceso de paz, al que el Estado colombiano se había comprometido por tierra, mar y aire.

Fotos y más fotos publican los medios afines tratando de demostrar lo indemostrable. Colombia en este mandato presidencial ha perdido mucha credibilidad ante la comunidad internacional: ha ninguneado a los países europeos que le han ayudado a consolidar el proceso de paz y, sobre todo, ha dejado una profunda herida en el Departamento de Estado norteamericano, que es donde se guardan todos los rencores para los ‘amigos’ que nos traicionan.

Presidente: ya puede dar todas las vueltas por el mundo en ese avión color gris militar horroroso, que si no habla de la verdad, las desigualdades, los asesinatos de líderes sociales, el abandono de buena parte del país, así como del incremento alarmante de la inseguridad por una mayor presencia de grupos armados, nada de lo que dice tendrá la más mínima transcendencia.

Y claro está, la falta de cumplimiento de los compromisos medio ambientales por mucho que repita una y otra vez un discurso de medias verdades, no sirve de nada en su credibilidad doméstica. Nada de lo que dice afuera le interesa a nadie adentro.

Todos los presidentes tienen un muerto o detenido en su haber en la lucha contra el narcotráfico. También éste tiene uno. Captura que no le quita mérito a las fuerzas militares y policiales, pero que dejan un tufo de arreglo con agencias de otros países, como si de una eliminatoria de fútbol se tratara.

El segundo refugio donde a uno le recomiendan ir los asesores porque no le critican es al Ejército. Allí le rinden pleitesía y honores militares. Como comandante de las Fuerzas Militares es atendido y saludado con banderas y cachuchas de diferentes colores. Qué pena que en estos años no haya emprendido la renovación de la policía con la creación de un ministerio de seguridad, ni implementado una política verdadera para profesionalizar las capacidades militares, alejando los temores del pasado y depurando de una vez la corrupción de algunas de sus ‘manzanas podridas’.

Afortunadamente, las elecciones están a la vuelta de la esquina. Colombia tiene el reto de elegir de una vez para siempre a unos políticos menos interesados en sus intereses personales y más volcados a buscar soluciones de igualdad en estos momentos de profunda crisis económica.

También tenemos la tarea de elegir a un presidente que lidere el cambio necesario para dejar atrás las malas mañas que han presidido este país por decenas de años.

Un presidente que asuma sin complejos los compromisos del Estado, que sea grande en sus planteamientos y soluciones. Un presidente que sea de todos los colombianos y que despierte otra vez el orgullo y la credibilidad de la ciudadanía por las instituciones tan denostadas en los últimos años.

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