De ética y otras mentiras

El partido Liberal colombiano ha informado al país y especialmente a sus seguidores, que el próximo 30 de abril en sesión de sus directivas nacionales, se reunirá en pleno la Comisión de ética de su organización para estudiar el caso del senador Julián Bedoya Pulgarín, quien ha sido descalificado públicamente por haber obtenido fraudulentamente, con ayuda ilegal, el título universitario de abogado.

La decisión de juzgar como entidad políticamente organizada la conducta antiética y punible asumida por el senador Julián Bedoya Pulgarín, ciudadano colombiano elegido congresista y matriculado en ese partido, y a quien la universidad de Medellín le ha retirado el título de abogado, conferido en forma fraudulenta e irregular meses atrás dicen las mismas directivas de la universidad, es lógica y consecuente con la necesidad que tienen los partidos de depurar y limpiar sus listados, expulsando a sus malos y deshonestos militantes y presentar ante los electores nacionales en la próxima campaña electoral, ojalá, ojalá repito, a sus mejores hombres y mujeres, dignas de todo crédito y señaladas por todos los ciudadanos como ejemplares y personas de respeto.

Si bien es cierto que los requisitos para ser congresista en Colombia, ya sea representante a la Cámara o Senador son mínimos, no es menos cierto que por lo menos deben tener conductas sin tacha y ser buenos ciudadanos. En Colombia a los congresistas les puede faltar inclusive cinco años para terminar la primaria y pueden ser elegidos. Hay muchos elegidos así, porque la Constitución lo permite para darle reconocimiento y pleno valor al derecho a la igualdad. Eso no se discute hoy, aunque podría mejorarse esa condición para que también mejoren el estudio de las leyes y por ende su aprobación.

Julián Bedoya Pulgarín, según el registro personal que tiene en la información del Senado, manifiesta ser abogado. Hasta ahí es cierto.

Otra cosa es que haya estudiado Derecho, eso es mentira y se haya graduado de acuerdo con la ley y eso tampoco es cierto.

Dice Bedoya que no le ha sido despojado su título por ninguna autoridad judicial del país, lo cual es cierto. Y que tampoco por ninguna autoridad administrativa y allí miente.

El Ministerio de Educación de Colombia ha delegado y facultado a las universidades de Colombia, para que en nombre de la República de Colombia y por autorización de la ley, conceda títulos de suficiencia y declare la idoneidad profesional de sus alumnos y egresados. Y por supuesto, si las universidades han recibido esas potestades y facultades para actuar en nombre del gobierno y de la ley, no es menos cierto que también pueden actuar para despojarle los títulos por faltar a la ley, a los reglamentos académicos y por faltarle lógicamente la idoneidad, es decir, por no tener la capacidad formativa que le exige la profesión de abogado. “Teniendo en cuenta que la matrícula del señor Julián Bedoya no se realizó conforme al reglamento académico, los exámenes de suficiencia, extemporáneos y preparatorios presentados por el investigado, correrán la misma suerte de anulación, ya que si se anula la matrícula se anulan los demás actos académicos” dice una de las resoluciones de la universidad de Medellín.

(Hay un principio de Derecho en latín que dice “accesorium sequitur principale”, es decir, que lo accesorio sigue la suerte de lo principal”. Claro que Julián Bedoya no sabe eso, porque él no estudió Derecho.).

Los requisitos para ser Senador no le pedían ninguna formación escolar; pero su deseo de mentir, de hacerse notar más que los demás y por decir tener lo que no tenía, lo han llevado al fracaso, utilizando conductas castigadas por el Código Penal colombiano como falsedad en documento público y atribuirse falsa calidad o condición. No necesitaba que le dijeran doctor. Aplicable el dicho “dime de lo que presumes, para saber lo que te falta”.

El partido Liberal, el partido que siempre se llamó “de las grandes transformaciones sociales”, y el que en una época también se llamó “el partido de las grandes mayorías”, tiene la obligación de estudiar, calificar y juzgar éticamente la actuación del hoy encartado penal y socialmente Julián Bedoya y por eso ha comunicado públicamente que “se tomarán las medidas disciplinarias correspondientes al tenor de los estatutos del partido al que están obligados todos los militantes de esta colectividad”.

Sobre los senadores y las reinas, todo el mundo quiere saber sus pasados.

De Bedoya también se conoce que estudió en la escuela Militar de Cadetes “José María Córdova”, a quien Bedoya llama en su hoja de vida como un colegio.
Estando en estudios de su carrera militar, se perdió una pistola, lo señalaron a él, le adelantaron un juicio y fue expulsado al encontrarlo culpable y no pudo seguir estudiando en esa institución, nada menos que la escuela y colegio donde se forman los generales de la República.

Los abogados de este país tienen que meterse a la cabeza los códigos, artículos, incisos, parágrafos, notas al margen, comentarios y los apuntes del profesor para poder presentar un examen ante sus profesores, luego los de suficiencia o de Estado, después los preparatorios ante la universidad y después en el litigio presentar exámenes todos los días ante los juzgados y ante la sociedad que defienden. Pero Bedoya, por ser Senador, no necesitaba eso, porque en Colombia el tráfico de influencias ha desembocado en un “trágico de influencias”.

Si bien es cierto a Bedoya le asiste el principio de la buena fe, principio ya descartado con la resolución de la universidad de Medellín que lo despoja legalmente del título por hacer trampas, también le asiste a Bedoya el derecho al debido proceso, proceso que también ya fue adelantado con las resoluciones del Tribunal de la universidad. Ahora a Bedoya le queda faltando la decisión del Consejo Superior de la Judicatura, que es la entidad pública oficial que expide las tarjetas profesionales de los abogados. Ya dijo Bedoya Pulgarín que ninguna autoridad judicial le ha informado de esa condición y por lo tanto sigue siendo abogado. Es verdad. Pero se espera su despojo del título y tarjeta.

Esta parte del Consejo Superior de la Judicatura, que no lo ha despojado de la tarjeta profesional de abogado es la que le servirá de escudo a Julián Bedoya para enfrentar al comité de Ética del partido Liberal, partido que si tiene ética lo expulsa de su partido, dadas las condiciones fraudulentas y engañosas con las que consiguió el título, con la complicidad de funcionarios de esa universidad.
El partido Liberal argumentará que esperará la decisión del Consejo Superior de la Judicatura y en consecuencia, Bedoya terminará todo su período el 19 de julio del año 2022, porque hay que ayudarlo ya que él ayudó al partido.

El partido Liberal necesita a Bedoya para votar la reforma política, el gobierno de Duque también lo necesita, los altos tribunales de Justicia también lo necesitan para que no se caigan algunos nombramientos hechos por él, el partido tendrá un voto menos en el Congreso y los puestos de la Defensoría del Pueblo se le perderán, lo mismo que los de la Contraloría, Procuraduría y hasta los de los departamentos donde fue apoyado su nombre, sin medir las consecuencias de su engaño y sin haberle revisado su conducta personal con anterioridad a la elección.

Esta noticia, que parece ser una más dentro del folclorismo nacional y donde Bedoya espera como todos los colombianos “que aquí no pase nada”, lo cual resulta generalmente siendo verdad, pondrá en evidencia el actuar responsable y serio de los éticos del partido liberal, para saber con certeza que este partido puede limpiar su listado de integrantes y tener allí personas de bien, educados en las buenas costumbres, con apego a la ley y respeto a la Constitución.

Si no es así, entonces estaremos de acuerdo con la gente cuando dice en la calle que “la mayoría de los partidos en el Congreso están integrados, en su minoría, por unos delincuentes vestido de congresistas”.

(No nos pongan a hacer ese listado).

La salida: “El tigre, el león y la pantera son animales inofensivos; en cambio las gallinas, los patos y los gansos son animales altamente peligrosos”.
Eso decía una lombriz a sus hijos.

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