Fernando Rojas, un cachaco que en su niñez creó el Partido Republicano

Cuando Fernando Rojas cursaba la primaria en el Liceo Nuevo Mundo, participó en un proceso electoral en donde los estudiantes debían elegir a un presidente y para esto era necesario organizar un partido político. Al abrir un libro y ver la fotografía del Banco de la República, se le ocurrió la idea de darle vida al Partido Republicano, sin siquiera imaginarse que este ya existía en los Estados Unidos y que es donde se reúne una clase conservadora de la que han salido mandatarios como Donald Trump, George Bush, George W Bush, Ronald Reagan, Abraham Lincoln, Richard Nixon, etc.

Bogotano de nacimiento, de padres y abuelos cachacos. Trabaja por la ciudad desde muy joven con un amor y una pasión que muy poco se ve en los ciudadanos que tienen origen en la capital del país. Desde su niñez ha puesto en práctica el ser solidario con el otro, luchando por un bien común sin esperar nada a cambio y sin componenda alguna. Esto lo aprendió en los Boy Scouts y en el Colegio San Bartolomé en donde fue el representante de los estudiantes por varios años.

Muchos de sus compañeros le vaticinaron que sería un político o que trabajaría en temas relacionados con la política por su manera de expresarse y debatir ideas. A pesar de que le gustaba el futbol y es una de sus pasiones, se inclinó por estudiar Ciencia Política en la Universidad de los Andes, en donde le piden hacerle seguimiento a una campaña política, y el escoge a la de Enrique Peñalosa en el año de 1997, quien para ese entonces aspiraba a la Alcaldía de Bogotá compitiendo con Carlos Moreno de Caro, Antonio Galán y Gustavo Petro.

Fue la primera alcaldía de Enrique Peñalosa, y es cuando se producen una serie de cambios en Bogotá como la ampliación de los andenes, recuperación del espacio público en sectores como San Victorino por ejemplo, que en ese entonces estaba saturado de casetas construidas con láminas de zinc de color amarillo en donde se vendían libros, útiles escolares, zapatos y ropa. También se da un cambio importante en el transporte público que en ese momento era comandado principalmente por buses amarillos y verdes, sacándolos de circulación para darle paso al TransMilenio.

Lo anterior, más la recuperación de la Calle del Cartucho y la intervención en sectores deprimidos en Ciudad Bolívar, Kennedy, Suba, Bosa, Engativá, Fontibón, San Cristóbal y Usme, le enseñaron que mejorando la infraestructura en barrios con condiciones subnormales, es posible brindar dignidad a las personas. Aprende además a reconocer los aciertos de un gobernante, sin dejar de señalar los errores.

Es así como observó todo el proceso de transformación que se dio en la primera alcaldía de Peñalosa mientras dialogaba con los ciudadanos con un sentido independiente y de veeduría hacia la administración de aquel entonces, conociendo de primera mano los problemas de la gente y verificando que las soluciones que se ofrecían desde el Palacio de Lievano, eran las adecuadas.

Por aquellos años conoce a un profesor de nombre Juan Carlos Flórez, con quien dialogaba constantemente los temas de ciudad y quien más adelante, en el año 2000, lo invitó para que coordinara su campaña al Concejo de Bogotá, con pocos recursos, sin acudir a la banda papayera, el tamal con aguardiente y sin las acostumbradas prácticas de repartijas y acuerdos que caracterizan el ejercicio electoral en Colombia. Aprendió que se puede ganar en la política sin tranzar ni prestarse a intercambios oscuros, que con ideas y argumentos es posible obtener los votos necesarios para acceder a un cargo de elección popular.

La enseñanza que dejó el hoy exconcejal el Flórez, la reafirmó la excanciller María Emma Mejía a quien acompañó en el año 2003 en su campaña por la Alcaldía de Bogotá, a quien le aprendió que es necesario escuchar al otro.

De sus padres (Marta y Fernanda) aprendió a dar amistad, amor y comprensión, valores con los que crece al lado de sus dos hermanas y actualmente entrega a sus hijos Jacobo y Pablo, y a su esposa Clara, una publicista que conoció cuando estaba adportas de culminar sus estudios universitarios.

Anhela ser un verdadero representante de Bogotá en el Congreso de la República

Fernando considera que Bogotá no tiene una verdadera representación en la Cámara de Representantes, a pesar de que tiene a 18 personas ocupando una curul en su nombre y con los votos de sus ciudadanos. La anterior crítica la hace porque ha observado que quienes llegan a esta corporación en nombre de la capital del país, se olvidan de ella y se revisten con una etiqueta de personajes nacionales dedicándose a otros asuntos.

Esta sería su segunda aspiración política. La primera vez que asumió una candidatura fue en el año 2015 cuando buscó llegar al Concejo de Bogotá por el Partido Alianza Social Independiente, en donde aprendió a pedirle el voto a la gente para sí mismo.

Muy pronto veremos de nuevo a Fernando, no por televisión opinando sobre los temas de ciudad como comúnmente lo hace, sino en las calles hablándole a la gente, demostrando sus conocimientos sobre la ciudad, explicando las razones por las que quiere llegar a representar a la capital del país frente al Gobierno Nacional, en una de las 18 curules que tiene Bogotá en la Cámara de Representantes con un discurso de centro que lo caracteriza y que se encuentra lejos de los postulados del Partido Republicano, que sin saber lo que era y lo que significaba, ayudó a crear en su niñez dentro de un ejercicio de Ciencias Sociales en el Colegio donde cursó la primaria.

 

 

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