La cumbre en su punto más bajo

Poco o nada se dijo en los medios de comunicación de la cumbre entre Estados Unidos y China realizada en la ciudad de Anchorage, Alaska el pasado mes de marzo de 2021. La prensa internacional dio la noticia desde su línea editorial, la mayoría dando eco al discurso norte americano de reproches y amenazas al gobierno asiático, pero se ocultó el elocuente pronunciamiento del canciller chino, quien demostró no tener miedo y ser el emisario de la segunda potencia mundial que va camino a ser la primera.

Según el Banco Mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos es de 19 billones de dólares, lo que representa un 24,08% del total de la economía global. Luego sigue China con 12 billones de dólares de PIB, alcanzando el 15,12% de participación mundial.

La gran diferencia es que mientras los Estados Unidos deben el 108% de su producción anual, China, según fuentes oficiales, sólo debe el 45% y según el Fondo Monetario Internacional el porcentaje asciende al 92% del PIB. Aun así, en términos reales (activos menos pasivos) la economía de China es más boyante que la americana.

En el capitalismo la deuda es necesaria, se apalanca el dinero para generar más riqueza, aunque esto tenga consecuencias negativas como la inflación. La pérdida del poder adquisitivo de los agentes del mercado debe ser compensada y la forma de hacerlo es vía salario mínimo. Aquí los economistas más ortodoxos y anacrónicos reclaman que se generará más inflación y la clase trabajadora será la más afectada, de esa forma justifican que el nuevo dinero generado a través de la emisión de moneda sea entregado a los más ricos quienes poseen las empresas que son fuente de empleo.

Sin embargo, empíricamente se ha comprobado todo lo contrario, se disfraza la verdadera intención de enriquecer más al 1% más rico sacrificando al 50% más pobre porque siempre va a haber inflación, no importa a quien se le dé el dinero, y no aumentar los salarios proporcionalmente implica asfixiar a la clase trabajadora que siente que el dinero ya no alcanza para subsistir, mucho menos para lujos.

En Estados Unidos la clase alta permitió la entrega de 1.400 dólares per cápita a los pobres porque ellos aseguraron 20 millones de dólares cada uno, por eso la unión entró de nuevo en proceso de “flexibilización cuantitativa” o emisión de moneda que se materializa a través de la colocación de dinero por parte de la banca. Se supone, entonces, que el gobierno crea bonos de deuda (TES) y como contra parte se inyecta dinero a la economía para que los ciudadanos puedan acceder a préstamos, que a su vez aumentarán el consumo interno y presionarán el aumento de la producción por parte de la demanda.

El gobierno Biden se quedó corto con la iniciativa del aumento salarial, sabe que no será suficiente para sostener la economía norte americana y comienza a maquillar los datos de inflación. A febrero de 2021 oficialmente es del 1.7% pero si se analizan las cifras por sectores, el dato alcanza dos dígitos y al revisar la forma de calcularlo se encuentra que omitieron datos de vivienda y obligaciones financieras.

El gobierno de Donald Trump regaló el dinero a las corporaciones más grandes y a sus dueños, los hombres más ricos del mundo, que no usaron el dinero para reducir el impacto de la desaceleración económica, sino que llevaron esos recursos a sus propias arcas recomprando acciones de sus empresas, generando un disparo en el precio de las mismas y/o adquirieron activos refugio como oro, plata y Bitcoins.

Biden sabe que está contra las cuerdas, mientras China pone aranceles del 40% a los productos importados, Estados Unidos grava con apenas un 2% los que proceden del país asiático. China no depende económicamente ni militarmente de la unión americana y tiene varios pasos adelante en materia tecnológica con el desarrollo del 5G.

Otra opción de corto plazo para reactivar la economía norte americana, y mundial hasta cierto punto, es iniciar una guerra. El tono conciliador de la nueva administración en Washington ha ido desapareciendo y parece estar buscando pretexto: ya amenazó a Alemania, Francia, Rusia y China.

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