La pirindola: columna de Jaime Polanco

¿Quién con determinada edad no ha jugado con la pirindola (perinola en otros países) alguna vez? ¿Quién no se ha desesperado viendo girar y girar la pequeña pieza sin que nada de la apuesta haya sido de su agrado? ¿Quién viendo pasar los turnos de juego, no ha pensado, que al final de todo, la sensación es que el reto de la apuesta sigue igual que al principio? A la política actual le pasa parecido.

Pero como en la pirindola, que viene después de tanto girar y girar? ¿Más de lo mismo?

Desgraciadamente vivimos días de retos en nuestra corta historia personal. La vida nos está poniendo a prueba con un virus, que no por previsible, hace más fácil la solución.

Demasiados muertos caerán las espaldas de los políticos y quienes los asesoran. Cambiando muchas veces de criterio para encontrar tal o cual vía de solución, ante la desesperación de millones de personas confinadas en sus casas.

Las equivocaciones de otros deberían ser lecciones de gestión política para todos. Pero sobre todo para los que todavía tienen la posibilidad de tomarlas correctamente.

Unos por indolentes y otros por inconscientes, han supeditado sus decisiones a agendas políticas, que nada tienen que ver con la salud y el bienestar de las personas.

Los problemas que actualmente acucian al mundo, no son desconocidos ni por los gobiernos de los países, ni por los organismos internacionales, que los financian y asesoran.

La desigualdad social, la ingente cantidad de millones de personas viviendo en la pobreza, la falta de agua y electricidad, hacen que muchas de las recomendaciones para evitar esta pandemia se vean como las historias de los cómics para sociedades avanzadas.

¿Cómo nos lavamos las manos si no tenemos agua? ¿Cómo seguimos las clases virtuales si no tenemos electricidad, por no hablar de Internet? ¿Cómo compramos mascarillas y guantes, si casi no tenemos para comer cada día? ¿Cómo nos quedamos en casa en cuarentena, si nuestra manera de vivir y nuestros únicos ingresos son los que recibimos de nuestras ventas informales en la calle, de cualquier pueblo o ciudad de nuestra región?

¿Qué pasará cuando dentro de unos meses, nuestras vidas vuelvan no a la normalidad, si no a otra realidad diferente, que habrá impuesto esta pandemia?

¿Volveremos a olvidar a los que sin recursos y de manera informal llenarán nuestras calles todos los días? A la señora de los tintos, los que venden minutos, los de las empanadas, las gaseosas o los chicles, tan necesarios para el relacionamiento en estos días.

¿Volveremos a mirar a otro lado cuando los recursos para mejorar la educación pública se los roben los de siempre? ¿Volveremos a ignorar las alarmas sobre el sistema tuberculoso de salud por la cantidad de “virus” personales que chupan de él, para apoderarse de la cantidad de millones de dólares que hay detrás del sistema? ¿Volveremos a mirar atrás con nostalgia de cualquier tiempo pasado, pensando que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer?

Quizás la clase política debería pensar en replantear muchas de los aprendizajes de estos días. Quizás debería pensar cómo y de qué manera se puede devolver a la gente algo de lo que el sistema recibe en el apartado “otros ingresos”.

Quizás deberían repensar los tipos de interés impagables, que el sistema bancario aplica a los que menos recursos tienen. Quizás deberían pensar si algunas agencias del estado deben cobrar a los contribuyentes, tasas de usura y no el interés legal del dinero, para financiar sus problemas fiscales y tributarios.

Quizás tendrían que ser más imaginativos y pensar en soluciones atrevidas que vayan disminuyendo las necesidades de los más vulnerables. Miren como el país más poderoso del mundo ha rectificado y van a dar un subsidio importante a los que han perdido sus empleos o no tienen recursos para afrontar estos momentos.

Soluciones hay muchas, casi siempre cuesta romper el molde: “nunca lo hemos hecho”. Siempre hay una primera vez para todo. Recuerdan cuando las minorías se integraron a la sociedad, cuando la mujer pudo votar, cuando la sanidad tenía que ser universal, cuando el ocio y la cultura eran un bien de primera necesidad.

Pero como en el juego de la pirindola, hay que redoblar nuestra apuesta para que el mundo no vuelva a ser igual. Los cambios tienen que ser a mejor. Los retos que serán grandes, tienen que ayudar a tener una sociedad más justa y solidaria.

En estos días de cataclismo humanitario, los que estén en el sector de la salud, que ayuden como hicieron siempre para que la calamidad y el dolor pasen pronto. La gente de bien se lo agradecerá.

Los otros, los millones de personas que permanecen en sus casas, a ayudar a la clase política y empresarial con ideas de cambio. Las más, que se puedan implementar inmediatamente. Las demás, que ayuden a pensar a medio plazo como mejorar la vida de la ciudadanía después de esta pandemia mortal.

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