Las dichosas encuestas


No sé por qué se hacen encuestas si a nadie les gustan salvo a los periodistas. Cuándo están muy cerca de la elección no gustan por el carácter de supuesta manipulación y capacidad de influir en el votante (dicen). Cuando están muy lejos del Día D, el problema es que dicen que no representan la realidad de lo que pasará en las urnas… Cuando gana uno es porque las compró, y al que no le favorecen también emplea el tópico de que los medios de comunicación tienen los intereses sesgados. Por si fuera poco, el que gana por mucho tampoco está feliz porque piensa que su base electoral se relaja y no le importa no ir a votar porque piensan que ganarán por mucho. ¿Y entonces?

Entonces lo que sucede es que nadie está satisfecho, pero el circo tiene que continuar. Las encuestas fue el mejor invento posible hace 80 años, pero hagamos el esfuerzo de contextualizar el mundo hace 80 años. Era un mundo donde el tratamiento de la información era mucho más lento y la opinión pública más rígida, difícil de cambiar o manipular, o al menos de una manera tan inmediata como ahora, un mundo sin televisión ni por supuesto Internet. Efectivamente, el señor George Gallup (el mago de las encuestas) dio con la techa y marcó un hito en la era demoscópica. Su método era revolucionario y comenzó a predecir quien sería el próximo presidente de Estados Unidos casi de una manera infalible durante años. Lo cual le convirtió en un señor muy poderoso.

Hoy en día las encuestas se desmontan, valen por hoy, por un rato. Un trino, una simple publicación en redes sociales que se vuelva TT cambia todo en pocas horas. Por eso las encuestas se equivocan tanto últimamente, porque nunca la opinión pública fue tan cambiante porque nunca antes en la historia la opinión pública había tenido acceso a tanta información. Lo peor es que da igual que sea cierto o no lo que se publique. Es la era de la postverdad. Es imposible cotejar el inmenso caudal informativo al que estamos expuestos cada hora. De primeras, nuestro cerebro está programado para aceptar por bueno lo que leemos. El problema viene cuando vemos varias versiones de un hecho en tan poco espacio (280 caracteres). En ese punto es en el que empezamos a desconfiar y recurrimos a nuestro medio de cabecera “de confianza” para llegar a una verdad que nos deje tranquilos. Todo eso, pasa en segundos o minutos máximo y decenas de veces al día. Así es como se crea la opinión pública hoy en día: complejo, muy complejo, difícil, muy difícil de manejar.

En estos momentos y en relación con la polémica Cambridge Analytica y la privacidad vulnerada a 50 millones de cuentas en Facebeook, se sabe que cualquier empresa especializada en Big data tiene mucho poder por la capacidad de controlar la información y filtrar hacia los perfiles de las personas que interesa influenciar, posiblemente con información dirigida o falsa. Cualquier analista de estas empresas que analiza 130 likes de tu muro de facebook sabe más de ti que tus padres… y si son 300 likes sabe más sobre tu personalidad que tu propia pareja, increíble.

Con esto no voy a decir que las encuestas no tengan valor, obviamente cuando están bien hechas, como estoy seguro que lo están las que publican los grandes conglomerados de medios en Colombia, sí muestran una radiografía del momento. Más bien tendencias, no nos quedemos con el frío número. Para números los que sabe el Big data de nosotros y no tenemos ni idea de ello.

Pero volviendo a la última ‘tendencia’ realizada por YanHaas para RCN y los diarios regionales muestra sobre todo una cosa: descontento por la gestión del gobierno de Santos. La popularidad del presidente está bajo mínimos en sus últimos meses y el votante se lanza por un cambio de timón respecto a los últimos 8 años. Hacia la derecha mayoritariamente con Duque, y hacia la izquierda con Petro. Cabe resaltar que las dos personas que serían vistas como posibles ‘herederas’ del legado de Santos: De la Calle y Vargas Lleras, no suman ni el 10% de los votos entre los dos. El cataclismo del santismo puede ser de dimensiones bíblicas.

Independientemente de que sea un 40, 45 o 35% Duque está sabiendo capitalizar el voto del descontento, por un lado de dogma 100% uribista, unido al llamado ‘voto útil’, el menos dogmatizado pero que sí presiente que la situación de la economía colombiana es delicada. Y en ese punto es donde Petro flaquea pues quiera o no, sea verdad o no, a Petro, de facto, se le relaciona con las políticas chavistas. Petro suma y suma encuesta tras encuesta pero tiene el lastre de los vecinos del oriente, y hace que su voto se estabilice o estanque entre el 20 y el 25%. Necesitará la alianza de todo el espectro ideológico para dar pelea. Al menos a día de hoy, porque como dije antes, las cosas pueden cambiar de un momento a otro, con un simple trino, o un post en redes sociales.

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