Miserable aumento del salario mínimo

El espectáculo de todos los años entre sindicatos, empresarios y gobierno, ha terminado. Como siempre, no hay acuerdo, entonces, el gobierno dirá cuál es el aumento para el 2021. Duque y Carrasquilla están alineados con los empresarios los cuales solo han ofrecido un aumento del 2.7% aunque el MinHacienda propone un humillante 2% con el argumento de que no puede haber más salario ahora que la economía supuestamente ha entrado en fase de recuperación. Otro favor más de este gobierno al empresariado que nunca ha cumplido con sus promesas de generar más empleo, aumentar la competitividad y la productividad, y evadir menos y pagar más impuestos, a la hora de recibir beneficios tributarios. Una de las razones de la violencia es la inequidad y la injusticia social en sus múltiples manifestaciones, que se expresa a partir de quienes se creen con el derecho de ejercer violencia, también en sus múltiples expresiones. Al respecto, recomiendo leer el libro de Judith Butler: la fuerza de la no violencia.

Subir poco el salario mínimo no guarda relación con los planes de reactivación que el gobierno y otras fuentes estiman entre el 3 y el 5% para el próximo año, porque ven bien o leen mal el rebote que está teniendo la economía en este espantoso 2020. Sin embargo, esos anhelos no tienen sustento serio por las siguientes razones:

Si fueran efectivas las medidas de reactivación el aumento del salario mínimo sería mayor al de la inflación del 2020. Ponerle a la gente más plata en el bolsillo se reflejaría en una mayor demanda que a su vez tendría efectos en reducir la tasa de desempleo, frenar la pobreza y la inequidad, y aumentar los ingresos de las empresas y del Estado.

El 2.7% refleja que el gobierno y los empresarios saben que la estrategia de reactivación no es robusta para una reactivación y reestructuración duradera, por lo tanto, no está funcionando ni funcionará porque lo solo ha habido un plan de ayudas para qué por obra y gracia de las tres vírgenes de Duque y de los varios rosarios que a diario rezan Marta Lucía y las beatas del Centro Democrático, derivar en una “nueva normalidad”. Al no haber una estrategia que ligue reactivación (corto plazo) con reestructuración (mediano plazo) y la reinvención de la economía (largo plazo), la reactivación no puede ser algo distinto a la “nueva normalidad” que nunca sucederá porque hay una nueva realidad y esa nueva realidad implica nuevas visiones, políticas, estrategias y programas.

Una idea de reactivación que carece de creatividad y solidez, solo sirve de salvavidas para llevar a Duque hasta el 7 de agosto del 2022. En consecuencia, no hay desde las medidas del gobierno condiciones para que el salario mínimo se incremente por encima del 5%, porque todo será más de lo mismo que será peor de lo que ya estaba peor antes del covid. Es decir, la “nueva normalidad” no está apalancada en una robusta política de desarrollo productivo, porque la actual ya no sirve para una reestructuración dado que nunca ha estado pensada para la transformación, acción política a través de la cual es posible elevar la productividad, la competitividad, la investigación y la innovación, el emprendimiento, la educación, y el desarrollo regional, y por esa vía abatir el desempleo, la pobreza, la informalidad, y darle una perspectiva de recuperación a los desequilibrios macroeconómicos en expansión. La propuesta de los Uribe y del empresario Mario Hernández de subir el mínimo un 4%, es populista y no obedece a una idea de soluciones estructurales. Posición diferente la del gerente de Tecnoglas, una de las empresas más innovadoras de Colombia, la cual sube el mínimo muy por encima de lo que siempre lo sube el gobierno.

Cuando se conversa con actores que adelantan dinámicas para recuperar la economía de las regiones y del país, lo que se constata es que están trabajando con los mismos esquemas de política y con la misma mentalidad anterior al covid. En consecuencia, la sociedad esta neutralizada y solo se afana por zafarse de los encierros y del distanciamiento, agolpándose en los espacios del comercio pues creen que han “recuperado la libertad” a cambio de nada porque lo que hacen es comprar pandemia, cupo en los hospitales, y mover la economía de las ataúdes.

Además, la gente no se ha dado cuenta que está comprando viejos inventarios. Nada nuevo y nada distinto están adquiriendo, y tampoco se percatan que cuando se agota un producto este no tendrá reposición. Lo que está ocurriendo es acabando existencias de los afiliados de la Andi y de Fenalco. En últimas, no se están generando condiciones para transformar la producción, pues se carece de condiciones de política para subir más el salario mínimo por debilidades en las medidas de reactivación, imaginadas para el corto y no para el mediano plazo. La economía y las instituciones que recibirá el próximo gobierno, serán muy malas, aunque si gana la diestra siniestra no habrá un nuevo amanecer porque la noche será más larga.

A partir de la pandemia no hay lectura ni narrativa de la nueva globalización, de la caída de las exportaciones y de una contracción del comercio internacional, el gobierno no aprovechó el virus para desarrollar una industria de salud e iniciar una senda de reindustrializacion inteligente. Siendo la agricultura el único gran sector que ha tenido un desempeño positivo del 3%, tampoco tiene una estrategia de mejoramiento y restructuración económica, social y científico tecnológica para garantizar la autosuficiencia alimentaria, el desarrollo agroindustrial, tener un plan para aumentar las exportaciones en el poscovid, crear industrias de máquinas y equipos, y desarrollar las 4.0 aplicadas a la producción agrícola y sus eslabones. Por estas razones los resbalosos Carrasquilla, Duque y los gremios, no pueden subir el mínimo más allá del mísero 2.7%, limosna que se acaba en ocho días, precarizando aún más la existencia de los que poco tienen, fomentando la informalidad y la ilegalidad, aumentando la pobreza y la violencia, y conservando el último puesto como el país con mayor desempleo en la órbita de la OCDE. La única nueva normalidad es la corrupción en los poderes del Estado y en los privados, que sube más que el salario mínimo. La corrupción es otro de los grandes generadores de violencia. Colombia tiene la combinación perfecta de una condición perfecta de una sociedad intolerablemente imperfecta: violencia, narcotráfico, corrupción, inequidad, impunidad, destrucción ambiental, atraso en conocimiento, y rezago en investigación, las siete plagas de la diestra siniestra.

@Acostajaime

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