Partidos políticos: ¿de qué sirven?

La semana anterior la Cámara de Representantes de Colombia aprobó dentro de una Ley Anticorrupción el artículo 68 que bien puede tildarse como “Ley Mordaza” como lo han llamado.

Se trata de un texto llamado “Persecución a funcionarios públicos” que dice “todo aquel que señale a un funcionario o exfuncionario podrá ser denunciado por injuria y calumnia y perdería su personería jurídica, en caso de ser una organización” que amedrenta a los periodistas y qué decir de los ciudadanos de a pie. Si para denunciar la corrupción a la gente le daba miedo, si este artículo pasara sería prácticamente nula esta vía.

Los creadores del monstruo fueron el Gobierno Duque, los conservadores y La U (Las 2 orillas) en octubre de 2020: “abre una puerta a la censura y es un mecanismo de intimidación a los medios de comunicación, pues protege a los funcionarios públicos ante los señalamientos y las investigaciones en su contra. … si no hay una sentencia que confirme un señalamiento, el funcionario podrá denunciar por injuria y calumnia y la organización o medio podría perder incluso su personería jurídica”. Sus autores: los entonces ministros del Interior y de Justicia, el contralor, el fiscal, el defensor del Pueblo, la vicepresidente y pasó por el control de la Secretaría Jurídica de Presidencia. Los congresistas que estuvieron detrás del proyecto son del partido de La U, Conservador y Centro Democrático.

12 senadores firmaron la proposición el año pasado: entre ellos están 2 del Partido Conservador, 2 de Cambio Radical, y 2 del Partido Liberal (Bluradio). Algunos quieren ser retirados de la iniciativa, otros dicen que no leyeron a profundidad (inexplicable, una irresponsabilidad) y otros que no midieron su impacto negativo bien (confiesan su liviandad frente a un trabajo tan importante).

Alguien muy talentoso en las redes señaló en palabras simples que era una jugada brillante lo que habían logrado estos políticos con ese artículo dentro de esa ley: “blindaron la corrupción dentro de una ley anticorrupción”. Recuerda la frase del legislador y escritor francés, teórico del liberalismo en su nacimiento, Frédéric Bastiat en 1848, que observaba: “Cuando el saqueo se convierte en el modo de vida de un grupo de hombres en una sociedad, no tardarán en crear un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique”. Así estamos, con el agravante de que son los políticos los actores principales de ese grupo de hombres.

Varios sectores han calificado como una violación a la libertad de expresión. La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) había ya solicitado el retiro del artículo porque “viola las garantías básicas de la libertad de expresión al impartir medidas penales desproporcionadas“. Su director considera que “lo que votaron 73 congresistas abre la puerta a sanciones y represión como la que existe en Venezuela o Nicaragua” (El Imparcial). “Ahora sí nos estamos volviendo como Venezuela” decían a raudos los memes al respecto.

La última herramienta que tenemos contra la corrupción son los periodistas, investigadores e independientes: “…muchas investigaciones judiciales de la parapolítica, que terminaron en condenas, se dieron por denuncias anónimas; que el escándalo del carrusel de la contratación en Bogotá se dio a conocer por el trabajo que muchos periodistas hicimos alrededor de lo que estaba sucediendo en la alcaldía de Samuel Moreno Rojas; y, para no irnos muy lejos, toda la corruptela que se dio al interior de la puesta en marcha del proyecto de Centros Poblados, en el Ministerio de las TIC, fue puesta en evidencia por la periodista Paola Herrera” (El Espectador).

El representante Lorduy, de Cambio Radical, “charista” (de la casa Char, El Heraldo), defendió el articulo “a capa y espada” cuya votación resultó en 73 de 124 (59%) Representantes que votaron el sí y que a su vez “representaban” a sus partidos políticos así (59 de los votos, circulando el redes): 15 de Cambio Radical, 14 del Partido de la U, 11 del Centro Democrático, 10 del Partido Conservador, 8 del Partido Liberal y 1 del Partido Mira.

¿Qué significa esto con respecto a los partidos políticos que representan?

Si estos políticos representan el pensamiento político de sus partidos, y por ende de los seguidores (o militantes) de esos partidos, la corrupción es parte de su concepción política. Cualquier argumentación a favor del artículo no hace sino revelar aún más la intención de establecer un mayor blindaje de impunidad, negando el inherente deber de los servidores públicos de ser trasparentes y de explicar sus actos.

Para tomar un ejemplo, el Partido Liberal tiene un hermoso escrito (no es irónico) sobre su plataforma ideológica que en su último punto dice así: “20. El Partido Liberal Colombiano manifiesta con firmeza que Colombia sólo alcanzará su madurez democrática y la paz, cuando se recuperen los valores éticos en el comportamiento social de los individuos, empezando por los dirigentes de los partidos políticos, la empresa privada y las organizaciones sociales. En consecuencia, declara una lucha frontal contra la corrupción” (plataforma ideológica del Partido Liberal Colombiano). ¿Por qué sus representantes actúan en abierta contradicción de lo que dice rezar su partido? ¿O solamente estamos desnudando una verdad simple, que en su afán de alcanzar el poder los partidos dicen en sus postulados las cosas que suenen bonitas y esperanzadoras para cautivar a los aún crédulos?

Esto nos lleva a la crisis de los partidos, generalizada en Latinoamérica, en donde han venido perdido vigencia entre otros asuntos porque el vínculo entre el electorado y sus representantes es débil, los partidos no desarrollan pensamiento político y cuando lo escriben a manera de aforismos, como el citado del Partido Liberal, resultan contradictorios con lo que hacen sus miembros; su estructura interna es de clan y no hay muchas posibilidades para que las nuevas generaciones vayan haciendo el relevo, incluyendo que sus dignatarios quieren perpetuarse en sus posiciones incluyendo las figuras de expresidentes, lo cual revela la falta de capacidad o de interés de formar liderazgos frescos. En fin, como bien anotaba a principios del siglo pasado (!!!), el político ruso Ostrogorski, considerado uno de los padres de la sociología política, que “escribió en 1902 el primer libro sobre los partidos modernos. Para él, los partidos han sido exitosos en asegurarse el trabajo de la maquinaria gubernamental, pero han “fracasado miserablemente” en respaldar el poder de los ciudadanos” (citado por Martínez, 2007). En forma simple, los partidos han tenido solo vocación de poder, no de representación de los ciudadanos.

Hoy en día tenemos 16 partidos políticos registrados, sin mayor tradición ni cultura política, basados principalmente en caudillos que han emergido como resultado de la desestructuración de los partidos. En nada ayudan sus mismos representantes tan desprestigiados en general, cuando hacen y repiten hechos que atentan contra el bien común, basados en su bien particular, que explican más bien su afán por ostentar el poder y la razón desaforada para quererlo.

En las democracias vibrantes, como suelen citar los mismos políticos para darle prioridad a su locuacidad, los partidos juegan el papel del equilibrio debido a que el principio de su existencia es el reconocimiento de la existencia de otros partidos que representan otras corrientes de pensamiento político. Son el principal bastión que protege a una sociedad de los riesgos de fascismo y cualquier forma de autocracia; pero también son el camino a estas aberraciones sociales si los partidos son débiles, y sus representantes y militantes son borregos del caudillo de turno. La pluralidad es normal y necesaria para la salud del Estado, en el seno de la lógica democrática para buscar lo mejor para el país entre todos a partir de discusiones argumentadas, sin amaño ni condicionamiento diferente al bien general.

Los partidos tienen que desarrollar del pensamiento político entre sus simpatizantes, con base en principios y valores, que se practiquen y se exijan con toda rigurosidad a sus representantes. Por lo que tienen la responsabilidad sobre los actos de esos representantes que obligatoriamente deben reflejar el pensamiento de la colectividad. Y los partidarios tienen que ser los primeros en exigir que dentro de sus partidos se cumpla este principio con especial celo. De resto, lo que seguiremos viendo es a unos habilidosos políticos manipulando a una masa de personas necesitadas y esperanzadas en que alguno haga algo “positivo” aunque robe. Una muy mediocre sociedad, con unos muy mediocres resultados.

* @refonsecaz Ingeniero, Consultor en competitividad.

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