Posible guerra en Venezuela y la hipocresía del pacifista de salón – Opinión de Marcial Muñoz


@Marcial__Munoz
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Las guerras son un drama humano y ojalá sean siempre la última salida posible, pero no seamos hipócritas, las guerras pueden ser legítimas, de hecho, muchas, o la mayoría, son legítimas. Es decir, tienen un fin justo. ¿Acaso no fue legítima la revolución francesa ante un poder tiránico de los reyes absolutistas? ¿Y qué dirá cualquier colombiano sobre la guerra de independencia de los españoles hace 200 años? ¿Es que Bolívar no empezó una guerra? O es que usted, amigo ‘pacifista de salón y red social’ cree que Bolívar repartía caramelos o guanabanas en las campañas militares… Y más recientemente, ¿Qué persona no entiende o justifica que Europa y EE.UU. se alzaran en armas ante la invasión y la barbarie del eje alemán-italo-japonés en la II Guerra Mundial? ¿Cómo sería hoy el mundo oprimido por el nazismo si no se hubiera habido esa guerra que liberó Europa en 1.945? ¿Quién piensa que no fue legítimo?

El riesgo de una guerra en Venezuela es real, por duro que suene y escandalice a los ‘neopacifistas de salón y Twitter’, ni siquiera creo que sea la peor salida a la crisis humanitaria actual que vive el país.

Las guerras son el fracaso de la política, pero son inherentes al ser humano desde hace miles de años. En Venezuela, en este punto, no puede haber solución política porque el sistema quebró, el Estado no existe. No hay justicia independiente y los partidos políticos renunciaron hace años a presentarse a las elecciones. No hay salida dialogada. Ahora bien, hay que buscar la salida ‘forzada’ con el menor impacto posible en vidas humanas.

El régimen de Maduro está aferrado a un poder que no tiene el refrendo del pueblo. Cada vez está más solo y la vergüenza de los camiones de ayuda humanitaria quemados son el punto de quiebre, el final de una escenificación de lo que se viene.

Los orígenes de las guerras son bien diversos, pero tienen en común un elemento: un pueblo o grupo que se siente agraviado, oprimido o anulado por un poder. Es la reacción primitiva, natural, a una situación injusta de desigualdad. En el caso de Venezuela, se le une además un tema de hambre física de la población.

Visto lo visto en las últimas semanas, Maduro no va a abandonar el poder por las buenas, de manera pacífica, sin más. No se va a levantar un día de estos de su cama y va a decir: “me voy, me cansé de hacer el payaso y matar de hambre a mi pueblo”. En la manifestación que convocó el sábado en Caracas lo dejó bien claro. Quiso evidenciar poder. El del factor militar y doctrinario que acumula. Creo que Juan Guaidó ya lo va asumiendo esta situación y en la comparecencia ante los medios del sábado ya reconoció una realidad que muchos sospechábamos: Maduro no se irá si no es por la fuerza.

Si pensamos que la cúpula militar se mantendrá fiel a Maduro, Venezuela se encuentra en una encrucijada con tres escenarios posibles. El primero: que no suceda nada. Más o menos como en los últimos años, alguna revuelta en las calles silenciada por los fusiles, algunos momentos televisivos dramáticos de vez en cuando y poco más. Un segundo escenario sería un levantamiento popular, que sería una masacre pues el chavismo tiene el monopolio de las armas del país; y un tercer escenario, con ese mismo pueblo venezolano rebelado ante el poder, pero con ayuda militar de una coalición internacional.

Pase lo que pase, debe ser decisión de los propios venezolanos. Si quieren que no pase nada, será su decisión; si quieren ayuda de otros países, la Comunidad internacional debe estar a la altura, aún el coste político por las vidas humanas que tendrán que sufrir. Juan Guaidó tiene su primera decisión crítica, durísima encrucijada que marcará su futuro político. O continuismo en un vacío de caos y muerte inaceptable como en la actualidad, o aceptar que tropas internacionales acaben con la vida de compatriotas para liberar al país.

¿Ustedes creen que las tropas españolas se fueron de América porque Bolívar, muy solemne y educado él, se autoproclamó nuevo caudillo de estas tierras desde el salón de su casa mientras leía un libro de poemas? No sean ingenuos. A Bolívar, su ideal de nación, la libertad de su pueblo, le costó mucha sangre, sudor y lágrimas, las mismas que necesitarán los venezolanos y Guaidó si el ejército sigue de manera incondicional al lado de Maduro.

Por favor, amigo ‘pacifista de salón y redes sociales’, evite juzgar moralmente a los venezolanos que tomen la decisión, sea cual que sea. No diga, desde la comodidad de su sillón, mientras chatea con su iPhone 10 último modelo y abre su nevera llena de comida, que una guerra, en la situación de hambre y desesperación en la que están los venezolanos, no es una posible solución para desalojar al dictador y recuperar sus vidas.

Lo indigno posiblemente es su inmovilismo, su falsa superioridad moral cuando se trata de hablar del drama ajeno, la muerte y el hambre de otros.

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