Seguro: tenemos sed

En el punto de terminar esta nueva semana santa para los fieles católicos, la segunda de este siglo sin manifestaciones públicas en las calles y avenidas ni grandes concentraciones populares por culpa del COVID-19, reuniones que seguramente se hubieran multiplicado dado el fervor cristiano que sienten los colombianos y que con mayor entusiasmo en estos días santos hubiesen salido a clamar perdón y asistencia al Señor, encuentro como anillo al dedo la quinta palabra (“tengo sed”), pronunciada por Jesús en la cruz desde el Calvario, nombre del monte con el que el pueblo colombiano se familiarizó, desde que la maldita politiquería convirtió en un calvario las esperanzas de los colombianos, depositadas esas esperanzas en sus máximos dirigentes, hoy servidores única y exclusivamente de sus propios intereses.

Los dirigentes de esta época, presidente, ministros, congresistas, jueces, gobernadores y alcaldes, no se han enterado que Jesús proclamó la igualdad entre todos, cuando dijo que los seres humanos sin importar su condición, cualquiera que fuese, enfermo o manco o ciego o leproso o de otro territorio, rico o pobre, bonito o contrahecho, “son iguales ante los hijos de Dios”. No han querido escuchar las voces del señor Jesucristo cuando clama por la caridad para el próximo o prójimo; pero al contrario, todos los días se escucha a estos dirigentes y gobernantes hablar de Dios como para que la gente les crea esa falsa misericordia.

Ese mensaje de igualdad, escrito hoy en todas las constituciones del mundo, hizo que se considerara a Jesús como el primer constitucionalista del mundo y ese mensaje se proclama hoy dentro del rango del derecho natural.

Si nos referimos al sufrimiento que tuvo el hijo de Dios, con los clavos puestos en sus manos y pies y unas espinas recorriendo los hilos sanguíneos y después sangrantes de su cabeza y cerebro, podemos decir todos con Jesús, hoy exactamente lo mismo, dos mil años después, que Cristo el crucificado, después resucitado sigue teniendo sed, y nosotros también.

La quinta palabra, “tengo sed”, del evangelio según san Juan, (19,28), es y ha sido siempre la expresión natural de un hombre terrenal que empieza a sentir los rigores de la muerte y que esa misma razón de fatiga, le hace exclamar que tiene sed, exponiendo Jesús la misma condición humana que en Colombia exponen casi 48 millones de colombianos, sedientos, pues los otros 2 millones gozan en este país de todos los privilegios para poder pisotear a las clases menos favorecidas, y esos privilegios que tienen hoy les ha dado el poder, tomado por la fuerza del dinero y comprado y en cada caso haciendo un grupo de poder que ahora llaman mafia o cartel.

El poder en Colombia lo tienen los empresarios de la salud, los dueños y empresarios de los bancos y las entidades financieras, los senadores y representantes a la cámara, muchos de ellos que asisten a hacer negocios personales y negociados de licitaciones según se conoce; el poder lo tienen los fiscales con funcionarios de los que hoy se les conocen sus torcidos; el poder lo tiene la Procuraduría completa con procuradores torcidos de los que hoy se conocen las denuncias; el poder lo tiene la Contraloría completa, y el poder lo tienen los jueces torcidos, los ministros, los viceministros; el poder lo tienen los magistrados de la corte Suprema, algunos condenados por actuar como delincuentes y otros huyendo por tramposos; el poder lo tiene el Consejo de Estado y la Corte constitucional, el Consejo Superior de la judicatura y el poder lo tienen los mafiosos capaces de comprar fallos y el poder lo tienen los ladrones, bandidos y un montonón de gente no condenada y no castigada y no detenida por culpa de unas normas que en Colombia ya dan risa.

Por ahora los detenidos, infractores y delincuentes ya le pegan a la autoridad representada en la Policía, inclusive les disparan y hasta los matan y como aquí no hay castigo porque las normas y castigos son ridículos, ya veremos a los jueces golpeados, agredidos y hasta muertos por culpa de sus mismos fallos.

Toda esa podredumbre de un poder mal representado, mal dirigido y con permisividad para el delito, ha hecho que la gente, los ciudadanos comunes y corrientes que somos casi todos, tengamos sed.

Al país se lo roban en licitaciones, y no pasa nada.

Al país se lo roban en los negocios que hacen desde el Congreso y no pasa nada.

Al país se lo roban en las contrataciones y no pasa nada.

El país no tiene brújula, no tiene orden, no tiene horizonte, no tiene futuro y los llamados dirigentes que deberían indicarnos para donde vamos, tampoco dicen nada.

Los empresarios de salud ni siquiera ofrecen el mínimo de salud. Les importa únicamente el negocio.

Los dueños y empresarios de los bancos y las entidades financieras, solamente les interesa sus propios intereses. No tienen nada para ofrecerle al país.

Los senadores y representantes a la Cámara, no hacen normas que le sirvan al país; al contrario, las normas favorecen al gobierno y a los empresarios y a ellos mismos.

El poder del Fiscal sirve para proteger a quienes menos deben proteger, que son aquellos que deben responderle al país por todos sus delitos y fechorías.

El poder de la Procuraduría, que castiga únicamente a los pobres segundones de las alcaldías, pero se esconde para sancionar a los bandidos de cuello blanco y ni siquiera les aplica la acción de repetición por todos sus abusos y exabruptos.

El poder de la Contraloría, que no sirve siquiera para quitarles y cobrar todo lo que los funcionarios se han robado en este país.

El poder de los jueces, que debería ser limpio y único, es objeto de comentarios callejeros en los que advierten que las sentencias son compradas.

El poder de los magistrados de las altas Cortes, que permiten que en el país se sigan escuchando las voces de quienes deberían estar detenidos pagando sentencias. Sus fallos han perdido mucha credibilidad, casi que son una burla.

Y el poder lo tienen los mafiosos de todas las capas sociales capaces de comprar fallos, y el poder lo tienen los ladrones, bandidos y un montonón de gente no condenada, no castigada y no detenida por culpa de una justicia que no es capaz de aplicarse como recta, pronta y cumplida.

Los ministros son simplemente ministros y no son dirigentes.
Ya todos los funcionarios públicos se volvieron tan normales, que lo que más se les nota es el cobro de los salarios; o es que alguien sabe algo importante que haya hecho un ministro en este gobierno?.
El de salud, atendiendo una pandemia, pero pasada esta, habrá que obligar a mejorar la infraestructura hospitalaria, gran cantidad de ella en manos privadas.

Por eso, esta quinta palabra pronunciada por Jesús crucificado, debe mirarse en el contexto, no puede ser ajena.

El país tiene sed de conocimiento, a través de una buena reforma educativa que lleve a mejores niveles la educación superior, ojalá mejor financiada por el Estado.

El país tiene sed de justicia, para que se castigue realmente a los bandoleros, donde quiera que estén y quien quiera que sea, así sean expresidentes.

El país tiene sed de bienestar general, para que las obras y proyectos cumplan los objetivos sociales que sus necesidades pretenden.

El país tiene sed de crecer, pues aquí nadie progresa en los cargos públicos o privados, porque el conocimiento no es premiado y el salario es infame y miserable.

El país tiene sed de igualdad, de que se cobren equitativamente los impuestos a todos, dejando de favorecer a los ricos para cobrarle a los pobres, para que se los roben los ricos y no sean castigados.

El país tiene sed de protección por la familia, lo que se consigue sin iva a los alimentos, con salarios más dignos y educación gratuita en todos los niveles.

El país tiene sed por el trabajo digno y no ultrajado cuando se trabaja de contratista o cuando siendo privado recibe menos del mínimo.

Nuestro país tiene sed de protección y bienestar social, pero los gobernantes no saben de eso porque se preparan para ganar las elecciones pero no están preparados para gobernar.

Este país tiene sed de mejores y más preocupados dirigentes y seguramente lo podrá pensar mejor y calmar su sed cuando lleguen las próximas elecciones, donde seguirá pronunciando la frase de Jesús “tengo sed” o de lo contrario deberá pronunciar la última palabra del señor Jesucristo, “todo está consumado”.

No queremos más dirigentes delincuentes “que sí saben lo que hacen”.
El país tiene sed de ver juzgados, condenados y encarcelados a todos los que se han robado esta hermosa nación.

El país tiene sed de alcaldes y gobernadores y presidentes y congresistas y jueces y funcionarios decentes, pulcros, honestos, honrados y preparados para hacer bien las cosas.
El país no puede seguir perdonando a los que “no saben lo que hacen”.

Que esta semana santa sirva para pensar simplemente que tenemos sed de buenos y mejores dirigentes. Que así sea.

@JotaDominguezG

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