Especial de Alfonso Peña
En los tejados de las casas se escuchaba el ruido que hacia la lluvia al caer. Eran cerca de las once de la noche del 17 de julio. Las aguas de la quebrada Naranjal, que atraviesan el municipio de Quetame, en el departamento de Cundinamarca, corrían como endemoniadas.
Esa noche las fuertes lluvias produjeron deslizamientos de tierra que taponaron el cauce de varias quebradas entre ellas, la de Naranjal. La tragedia dejó más de 20 personas muertas y daños materiales incalculables.
Pero, no solo la población sufrió de la arremetida de la naturaleza, los animales también fueron víctimas, como el caso de Muñeca, a la que unidades del cuerpo de bomberos rescataron de los escombros.
Muñeca, como algunos otros peludos, fueron puestos a salvo por organismos de rescate y llevados a un albergue de la alcaldía municipal.
La perra había llevado una vida en familia. Desde cachorra se acostumbró a un hogar. Pero la avalancha se llevó la humilde vivienda. Muy pocas veces se le vio mostrando sus colmillos a los residentes; solo cuando ‘Bruno’, un perro canequero intentaba robarle la comida. Muñeca tenía fama en el pueblo de ser calmada y cariñosa.
En Quetame, todos tenían que ver con ella, pero nadie se atrevía a adoptarla, tal vez, por ser ermitaña y carecer de belleza. Sus patas desgarbadas hacían de ella, un animal poco atractivo. Esa condición física resultaba ser desagradable para muchos.
La noche que la rescataron fue para ella volver a nacer. El color café y negro de su pelaje fue teñido por el lodo. Atada con cuerdas fue llevada por los rescatistas a un lugar seguro.
Por fortuna, la vida de Muñeca cambió para bien. Después de varios días de haberse salvado de las torrenciales aguas de la quebrada Naranjal, un empresario del municipio de Cáqueza la adoptó.
Atrás quedaron aquellos días de afugias Hoy vive en el hogar donde recibe amor.
Gustavo Bravo, el hombre que la recibió en adopción considera que fue la mejor decisión que ha tomado en los últimos años.