Sobre la importancia pedagógica del dibujo análogo en los procesos de aprendizaje del diseño arquitectónico.
Con esa frase, que hacía alegoría a los procesos de elaboración del diseño arquitectónico antes del desarrollo de los software y tecnología en arquitectura, y no a un periodo de fechas específico en la historia; transcurría una discusión en la facultad de arquitectura de la Universidad de América, donde se debatía, la estrategia pedagógica para que un estudiante proyecte y resuelva su objeto de diseño desde el dibujo a mano; un ejercicio para el primer proyecto de los talleres de diseño en el 2023.
En el contexto global contemporáneo es innegable la aplicación de las herramientas tecnológicas, de visualización, software e inteligencia artificial, cada vez más utilizadas y de rápido crecimiento exponencial en el ejercicio de la arquitectura. Sería mezquino de mi parte pretender que un estudiante sea ajeno a dichos cambios evolutivos en su profesión. No obstante, entender el contexto de lo que significa una herramienta, y como se debe usar en términos de pensamiento y no de resultado visual, requiere entender, primero, que el acto creativo de diseñar y transformar los problemas en soluciones espaciales y formales, no es una tarea ligera que se le debe otorgar a una inteligencia artificial o software especializado. Educamos estudiantes ávidos de conocimiento estratégico proyectual, y aunque neófitos en su ejercicio arquitectónico, se hace necesario la reflexión, crítica y divergencia en la toma de decisiones, competencias necesarias no solo para saciar el conocimiento propio del oficio proyectual, sino para poder con criterio dominar cualquier pertrecho e instrumento tecnológico actual.
En los 20 años de mi trayectoria docente, como profesor de diseño y un apasionado por el arte de crear espacios y divertirme con la arquitectura; cada vez más me dejo fascinar por el primer contacto con la hoja en blanco, la magia del proceso transformador de plasmar en un papel lo que mi idea mental creativa está tejiendo para solucionar un problema. Y es en este momento de conectividad ideática en el que un lápiz y dibujar a mano activa el pensamiento gráfico propio y necesario para evolucionar una idea, en un concepto, reflexionar sobre las decisiones que se están tomando yuxtaponiendo un trazo en otro y dejándose seducir por una sombra, una textura, un color, una mancha que va creciendo hasta volverse una respuesta espacial, un dibujo prolijo de múltiples decisiones arquitectónicas.
Yo estudié en un modelo de aprendizaje arquitectónico en el que las herramientas tecnológicas recién empezaban a vislumbrar una senda, que maravillaba a propios y extraños; y como es de esperar también me sorprendí, de cómo estas influían en los procesos de proyectación arquitectónica. Sin embargo, nunca deje de pensar la arquitectura, y lo digo con propiedad, pensar; como el hecho de tomarme el tiempo de diseñar una fachada, de rayarla; con un borrador y unas escuadras proyectar técnicamente unas líneas para hacer coherente la relación de la planta con el corte y el alzado, dibujar una planta donde con una escala verificaba áreas para dibujar una escalera, una circulación que permitiera proporcionar los espacios y entender la velocidad al moverse los usuarios en el mismo; superponer múltiples papeles mantequilla, donde transformaba la opinión compositiva plástica del hecho arquitectónico que estaba diseñando. El diálogo gráfico con mis profesores, donde con extremo ímpetu rayaban mis trazos provistos de emoción, pero timoratos de madurez arquitectónica, me hacían querer cobrar solución inmediata de mis ideas, no dejar perderlas y que se volvieran responsabilidad de un software. Es fácil dejarse tentar por la inmediatez, la facilidad banal de endosar la labor de diseño a comandos, hasta confundir una herramienta básica, necesaria y provechosa como la tecnológica digital para el desarrollo de una profesión como la arquitectura, en volvernos unos secretarios de oficio digitalizando comandos y preocupados más por el tiempo en que se demora en salir una imagen de una pantalla o la impotencia del tiempo perdido al bloquearse un archivo, que en la reflexión de una sombra sobre un patio, de la unidad y relación de luz con el vano y la contemplación del material con su entorno.
Hoy en día, en las aulas, en esos espacios que llamamos taller de diseño y donde deben confluir los diálogos académicos en sincronía con los trazos, las imágenes, las maquetas, la exposición del proceso proyectual que vislumbra un telón casi escenográfico de los proyectos juntos como una película museística que recrea y alimenta la producción arquitectónica; nos encontramos con unos espacios fríos, de oficinistas desprovistos de magia creativa, por una secuencia de laptops que hipnotizan al estudiante, consumen su tiempo, y lo desconcentran de solucionar un espacio, a pensar en si la conectividad es rápida o no para ingresar a una página web a encontrar la respuesta en una foto de lo que debería estar proyectando. Recuerda cada vez más la producción maquinista de un operario en una fábrica industrial. Preguntar a un estudiante por sus decisiones formales y compositivas de una fachada, y encontrar respuestas como: …” profesor, es que el archivo está cargando, o aun no termino el modelado, o en el más deprimente de los casos; espere lo pongo en view front” …. View front? un comando, es la respuesta a lo que Louis Kant, le otorgó el valor al edificio, diciendo que él Sol, no supo de su grandeza hasta que incidió sobre la cara de un edificio. Si Le Corbusier definió la arquitectura como una creación del espíritu, un encuentro de la luz con la forma; esta relación no se puede dejar a un mando que cambia la posición de un objeto. El estudiante confunde pensar en diseñar, con proyectar tareas y objetos, la responsabilidad como pedagogos de la arquitectura, como orientadores de la creación del espíritu, es mayor, no es una actividad menor, y es aquí donde las estrategias que ayuden en un momento determinado del aprendizaje, permitan ampliar el espectro y dejarse enamorar por el componer con alma; …” porque incluso un ladrillo, quiere ser algo más…”.
Y es que, en un escenario contemporáneo cada vez más digital, inundado de respuestas visuales mediáticas en internet, es fácil pensar que el dibujo a mano ha perdido importancia en el proceso de diseño arquitectónico y en la enseñanza a un estudiante que pretende formarse como arquitecto. No obstante, el dibujo a mano sigue siendo una herramienta valiosa y esencial para los estudiantes de arquitectura. En esta era de la tecnología, el dibujo a mano aún tiene un papel importante que desempeñar en la formación de ideas y en la construcción de proyectos.
El dibujo a mano es un medio más directo y honesto para expresar ideas y conceptos en el diseño arquitectónico. A diferencia de las herramientas digitales, el dibujo a mano permite al arquitecto tener una relación más directa con su creatividad, lo que conduce a una expresión más libre y espontánea de sus ideas. Además, el dibujo a mano es un medio más personal y subjetivo, lo que significa que los arquitectos pueden comunicar su visión única y original de un proyecto a través de su dibujo.
El dibujo es una herramienta importante para la formación y el desarrollo de habilidades técnicas y de percepción en el proceso de diseño. Dibujar a mano requiere una atención y concentración profunda, lo que desarrolla en el estudiante su capacidad para observar y percibir las formas, las proporciones y las relaciones espaciales. Por otra parte, el dibujo a mano es una excelente manera de desarrollar habilidades técnicas de representación, lo que puede mejorar la calidad de los dibujos y los proyectos en sí.
Y ¡SI!, si debiéramos volver a los años 20, pero no por el hecho romántico de la nostalgia clásica de la arquitectura, o por confrontar el resultado visual de un proyecto análogo con un o digital, esa no es la discusión, porque la una no niega la otra, y no hay espacio para la demagogia fantasiosa del ejercicio arquitectónico. Sino por el hecho de educar a nuestros estudiantes, en un momento específico de su formación, apasionarlos por el detalle, por la necesidad imperiosa de definir y entender el espacio, la armonía formal, y no por el afán mediático de presentar una tarea.
Remembrar lo que generaba en los procesos cognitivos del aprendizaje en diseño las fachadas bellamente proporcionadas de la obra de German Samper, los planos técnicos del pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe, en donde pensar las relaciones de la planta libre y la continuidad espacial con una escala, una presión técnica del dibujo expresaba ese edificio emplazado en un podio de travertino. Cual necesario es para un estudiante reflexionar sus trazos y definir técnicamente las relaciones funcionales, plásticas y espaciales de sus proyectos, el borrar y redibujar sus posturas compositivas, para estudiar, y meditar las decisiones del juego de la luz y la sombra en el arte de construir. Para no ser un legendario idealista de los grandes maestros modernos, me remito a las apreciaciones de arquitectos contemporáneos que definen su arquitectura, Bjarke Ingles, el actual influenciador y mediático arquitecto Danés, promulga que ” la arquitectura trata
de hacer que el mundo se parezca un poco más a nuestros sueños…” y los sueños son tan sensibles en su comprensión intangible, que requieren de una sensibilidad inmediata entre mente y mano para expresarlos. Aun en la contemporaneidad lo promulgan Steven Holl, quien sus procesos proyectuales actuales parten de esas bellas acuarelas, de esos dibujos, aunque amorfos evocan el espíritu e intención del espacio. Renzo piano o Norman Foster con su precisión técnico constructiva para resolver los edificios y proporcionar con un portaminas y una regla lo que sus ayudantes y arquitectos jóvenes volverán un simulador digital profesional; referentes arquitectónicos donde su obra y pensamiento se cimentó en estrategias de aprendizaje basadas en la proyectación análoga.
El dibujo a mano es una forma de conservar la tradición y la historia de la arquitectura. Durante siglos, los arquitectos han utilizado el dibujo a mano para representar sus ideas y proyectos, y esta tradición continúa siendo valiosa en la actualidad. Así mismo, el dibujo análogo es una forma única y artística de representar el diseño arquitectónico, lo que lo convierte en una parte importante del patrimonio cultural y artístico de la humanidad. La importancia en el proceso de diseño es fundamental para el desarrollo del pensamiento gráfico en arquitectura. El pensamiento gráfico es la habilidad de visualizar y representar ideas y conceptos de manera efectiva y clara a través del dibujo. Esta habilidad es esencial para la comunicación y el desarrollo de proyectos en arquitectura, ya que permite a los estudiantes expresar sus ideas y conceptos de manera clara y precisa.
La estrategia de proyectar desde el dibujo análogo, pedagógicamente permite establecer conexiones y diálogos reflexivos y creativos sólidos, en las ideas planteadas; en algún momento de dichos procesos del aprendizaje, estimular el pensamiento creativo proyectual gráfico a mano contribuye a saber manejar las herramientas tecnológicas necesarias y obligatorias en la elaboración del ejercicio profesional arquitectónico, y de las cuales los estudiantes, académicos y profesionales no podemos dar la espalda ni ver con malos ojos, la gran contribución de las herramientas digitales en optimizar tiempos y procesos, así como la posibilidad de desarrollar estéticas diversas.
No me hago el ciego ante el avance y el aporte tecnológico en la enseñanza de la arquitectura, defiendo como diseñador y docente, todas las herramientas que contribuyan a potencializar la capacidad de hacer arquitectura y solucionar problemas de dicha índole. Sin embargo, soy consciente que el estudiante contemporáneo en su premura e inmediatez en la que la sociedad lo rodea, se deja tentar del facilismo proyectual, de la imagen en una red social, de un software que enamora como cuando un niño observa con atenta ansiedad a su superhéroe de turno. No obstante, el estudiante no puede confundir una herramienta con una fuente de creación que distraiga la responsabilidad y la verdadera belleza de la arquitectura que es la emoción de sentir por medio de su obra.
Resultados experienciales se han evidenciado, en el aporte que produce ejecutar ejercicios de diseño por medio de pensamiento gráfico y dibujo análogo, en donde estudiantes de talleres de diseño profesional, cuando están en el proceso de creación de la forma y la función, lo hacen de la mano del dibujo técnico y del sketch como herramienta de evolucionar la idea y resolver el problema espacial, obligándolos por la dinámica propia del dibujar, a reflexionar y replantear sus espacios, a ser más conscientes de la proporción, la austeridad constructiva, de la sensibilización del locus y el magnetismo que significa intervenir un paisaje. Cuando el estudiante en su premura y ansiedad actual con la que afronta sus estudios y proyectos, endosa decisiones de diseño a bloques prediseñados de un software o a una herramienta digital de representación, la respuesta a un escenario perceptual fenomenológico del espacio, este se vuelve pálido, se transforma en un arte desprovisto de sensibilidad proyectual. Que bien hace en un estudiante, estar seguro de lo que piensa cuando se motiva a dialogar entre las formas y los espacios con un lápiz, un papel de manera inmediata a quien le comunica, hablar con el trazo y callar con los dibujos superpuestos que corrigen lo planteado
Que beneficio le haría por un momento a las futuras generaciones de arquitectos y diseñadores, contemplar la magnificencia del proceso de pensar y ejecutar el arte de la arquitectura como en los años “20”, no como un resultado, ni como una copia obsoleta de la historia de la arquitectura; sino como un respeto de pensamiento para ser un trampolín a potencializar los productos, y resultados tecnológicos contemporáneos. Dejarse seducir por el contacto entre pensamiento y emoción de un espacio, la velocidad de hacerlo vivir a quien lo disfruta, y de llevar la arquitectura no sólo a un edificio, sino a la relación de sistemas, de la ecología, de la economía global, de la calidad social de nuestras ciudades. Enamorarlos por CREAR y RE-CREAR y no por reproducir…
Como dijo Ernest Hemingway en los años 20: “Ningún tema es malo si la historia es real. Si la prosa es limpia y honesta y si afirma el coraje y la gracia bajo presión”.
Arq. Mgc. Joan Manuel Guarin S.
Profesor asociado e investigador en pedagogía del diseño de la facultad de arquitectura de la Universidad de América