Poco a poco las lluvias pasan, después de observar una larga y prospera era de abundancia hídrica por casi más de 30 meses, nos preparamos para recibir la que puede ser una de las más largas sequias vividas.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, estima que el fenómeno de El Niño pueda presentarse en el segundo semestre del año, como siempre acentuándose en la costa Pacífica y una buena parte de las cordilleras. La probabilidad de este fenómeno en pocas semanas es de 50% y de que se mantenga hasta el final del año de 60%, a la luz de los datos que arrojan los estudios de proyección climática.
A nivel internacional, por ejemplo, en Lidia, la sequía es tan fuerte que los costes en ganadería se han duplicado por el alza de los precios de los alimentos, la energía y la falta de agua. En este país que ya vive este fenómeno en bruto, y que, de acuerdo con María de Jesús Gualda, presidenta para la Asociación de Ganaderías de Lidia, quien expuso para EFE, que desde el año 2008 no habían vivido una situación similar a la que se ha evidenciado, con sobrecostos de hasta un 40%.
Sin lugar a duda es un ejemplo y una realidad lo que se está viviendo y lo que podríamos enfrentar todo el resto del año de acuerdo con los pronósticos.
En nuestro proceso de reactivación económica según el DANE; el desempleo para abril se ubicó un 10% lo que ayuda en parte a apaciguar la crisis económica que se deriva por múltiples factores económicos, políticos y sociales, sin embargo, para el fenómeno que se nos viene, es necesario tomar cartas en el asunto, principalmente en términos de producción de alimentos en el sector agropecuario, que es mucho más complicada la escasez de agua que su abundancia, donde los costos en que incurren los productores adaptando sistemas de riego son más elevados y se transfieren al precio de los alimentos, lo que podría incidir nuevamente en la variación de precios.
Por ahora, es fundamental una planeación entre autoridades estatales, productores e industrias ante un fenómeno que no se tiene un final concreto en nuestro país y en América Latina, pues los recientes Niños no fueron tan largos y de impacto en nuestra región, en los que el calentamiento de las aguas del Océano que nos une nos determina su producción de alimentos.
El último fenómeno de El Niño levemente dañino se dio en 2017 con repercusiones en la producción de alimentos, pero el más recordado es el de hace 30 años, cuando sumió al país en un año de racionamiento por la precariedad de las represas y embalses para la generación de energía.
Nuevamente, así como se contempla el temor por el costo de las frutas, verduras, carne y leche, derivado de las sequías, el miedo ronda por el costo de los servicios públicos, especialmente agua y energía; si en medio de las lluvias el precio del kilovatio se ha disparado sin justificaciones aparentes, qué puede pasar con este indicador en tiempos de sequías y escasez de agua.
Analizando el artículo de la BBC “El “inexplicable” calentamiento de los océanos que alarma a los científicos”, donde mencionan que este fenómeno se producirá con mucha más intensidad lo que llevaría a desparecer la vida marina y efectos meteorológicos más extremos donde se elevaría el nivel del mar, donde en los últimos 15 años, el calor acumulado en la Tierra ha aumentado en un 50%, y la mayor parte de ese aumento ha ido a parar a los océanos.
Por esta y muchas razones es que debemos pensar, actuar con nuestras empresas, en nuestro hogar y una responsabilidad de los gobiernos a generar alertas tempranas que nos permitan adelantarnos a un impacto menor, pues no hay una fecha estimada de fin y los impactos económicos pueden ser mayores.
Todavía tenemos una ventana en la que podemos actuar y deberíamos aprovecharla para reducir las consecuencias.
Iván Santisteban