La hora de los mezquinos en el poder, la opinión de Marcial Muñoz

No deja de sorprenderme la cantidad de memos (‘memes humanos’, aclaro para los centennials) que llegan a posiciones de poder, incluso de mucho poder. En ocasiones en la empresa privada, pero especialmente sucede en el sector público. Lo que es gravísimo porque, muy a nuestro pesar, la política condiciona nuestras vidas. Y estamos en manos de personas incapaces. Al menos incapaces de hacer las cosas bien para la mayoría y no sólo buscar el lucro personal.

Las élites políticas que nos dirigen se asocian entre ellos como un grupo homogéneo, como una banda que en realidad sólo quiere conservar sus infinitos privilegios personales y los de su casta. El pueblo les importa muy poco. Hay una alarmante falta de respeto por la institucionalidad. Una degradación de la calidad de la democracia que da pavor por la rapidez de los acontecimientos y la pasividad de la mayoría. Antes, la gente salía a la calle y hacia manifestaciones, revueltas o revoluciones. Todo sucedía en la calle: desde Francia a Rusia, pasando por Colombia, España, Estados Unidos y cientos de rincones más en todo el mundo… Buena parte de la historia de la humanidad ha sido consecuencia de revoluciones por la inconformidad de una mayoría de unos pocos que supieron buscar el cambio. Ahora, esta mayoría silenciosa nos limitamos a protestar con un comentario en Twitter, pensando que vamos a llegar a más gente y es lo único que podemos hacer… realmente creemos que eso vale para algo. Error.

La izquierda política en el mundo ha pasado de luchar por el bienestar de los trabajadores… a simplemente expoliarlos con una lista interminable, y cada vez más larga, de impuestos. Se han inventado impuestos por y para todo. El único fin de sus políticas es cobrar las mayores tasas posibles, asfixiar fiscalmente a los ciudadanos. En muchos países ya se paga más del 50% de lo que se gana… y solo impuestos directos, luego le sumas los indirectos cuando compramos. Trabajamos para el Estado. Es el nuevo esclavismo. Eso del “Yo recaudo, le quito el dinero a la gente y ya veo luego lo que hago con el dinero”. Esto es.

Esto, y la política de señalización al ciudadano. El hacer sentir culpable al individuo con todo lo que hace. Todo mal. Una especie de anulación social pensando que las personas son niños inútiles incapaces de tomar decisiones por sí mismos. Las personas de este siglo, supuestamente, hacemos todo de manera equivocada: compramos mal, consumimos mal, comemos mal, nos movilizamos mal, nos reproducimos mal, nos divertimos peor… Es insoportable.

No crean que es casual. Con este tipo de políticas inmorales, esta clase de políticos, como buenos ‘papás’, se ven obligados a intervenir en todos los órdenes de nuestras vidas para ‘encauzarnos’ por el buen camino.  Y además claro, pasando por caja, porque aquí el expolio es completo. Su oscura intención es el hacernos sentir que nos somos capaces de hacer nada sin ellos, sin la casta. Cuando es al revés. Ellos no son nada sin la gente. Es una estafa completa, la estafa perfecta de la banda.

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En una línea no muy distinta sucede cuando la derecha tradicional llega al poder (democristianos o conservadores). No hacen cosas muy distintas a las de sus adversarios socialistas, porque desmontar las prebendas, las subvenciones y las paguitas masivas a miles de colectivos no suma electoralmente, o eso creen. Esto pasa porque esa misma banda que nos quiere inútiles y dóciles se empeña en enseñar a la sociedad que es mejor no trabajar y esperar con la mano abierta a que el político de turno te dé algunas migajas. Estamos en un punto en el que los Estados gobiernan y controlan nuestras vidas, empezando por la fiscalidad y terminando por la información, la educación, el discurso de lo que es y no éticamente aceptable.

El resultado de esta nueva tiranía política no es otro que mientras más impuestos tiene que pagar el ciudadano, menos libre es. Menos libre porque se vuelve dependiente económicamente del Estado y de sus decisiones. Es un círculo perverso. Mientras, el Estado tiene más dinero NO para el bien común, definitivamente, sino para hacer lo que quiera con ello. Una parte por supuesto irá para los fines correctos, pero ¿cuánto se derrocha? ¿cuánto se roba? ustedes saben, ni tengo que decirles. Cuanto menos dinero maneje el político, menos dinero roba el político. Una verdad como un templo.

Sin debate ni ideas

Nunca antes hubo un secuestro tan atroz del debate de las ideas. Nunca antes hubo la peor censura en las personas: la autocensura. Cada vez es más difícil hablar de ciertos temas en la esfera pública, y si hablas debe ser en la dirección establecida por lo ‘políticamente correcto’. A riesgo de que te acusen de transfobia por criticar nuevas leyes que terminan con la igualdad real en la sociedad. Secuestran el debate de la igualdad y te acusan de machista por ir a contracorriente al pensar distinto al rebaño en la discriminación positiva o simplemente por decir obvieadades como que biológicamente hombres y mujeres tienen diferencias. Y por supuesto, secuestran el debate y te acusan de fascista por criticar sus políticas de expolio fiscal y control absoluto del Estado. Así es todo.

Resultan obscenas las adhesiones de buena parte de la comunidad política internacional a la condena de 6 años de prisión a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. No es sólo un irrespeto, sino una presión insoportable sobre la independencia del sistema judicial, pilar fundamental del Estado de Derecho. La sombra de la corrupción ha salpicado al apellido Kirchner desde que Kirchner era Néstor, no Cristina. Ahora un juez ha determinado que la viuda de Néstor se enriqueció ilícitamente, y la casta política amiga no puede salir a hacer el número de criticar a los jueces y afirmar que el sistema está corrompido porque condenan a uno de los suyos. Los jueces son buenos cuando condenan a los rivales, pero cuando les toca a la banda son unos corruptos. Y hay gente que aún les cree.

Resulta obsceno que ahora quieran convencernos de que el Golpe de Estado en Perú de Pedro Castillo fue porque le drogaron en una supuesta confabulación tan surreal, tan de mercadillo de pueblo, que da hasta vergüenza ajena hablar de ello. Lo que pasa es que esta banda no tiene vergüenza, y en buena parte hacen lo que hacen porque saben que sus fieles más cafeteros se lo perdonan todo. Hagan lo que hagan. Roben lo que roben o maten a quien maten. La pérdida absoluta de la razón.

De América a Europa, la banda

Resulta, incluso, más obsceno, que detengan a Eva Kaili, la vicepresidenta del Parlamento Europeo, quien guardaba bolsas llenas de billetes en el domicilio de su padre. Dinero procedente presuntamente de sobornos desde Qatar (siempre está Qatar en estos rollos) y que nos quieran contar la película de que no son tan malos, que son causas nobles lo que enredan a esta mafia. Nos quieren hacer creer que se dejan sobornar, que roban al pueblo, o dan golpes de Estado por nuestro bien o fruto de confabulaciones que no se le ocurriría ni a un niño.

Y todo pasa en la misma semana en la que Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ‘amenazó’ a la ciudadanía con más control social con el nuevo euro digital, la nueva moneda virtual que nace, teóricamente, para luchar contra la corrupción de los malos al eliminar el dinero en efectivo de nuestras vidas. Ese mismo dinero que esa casta política obscena se roba en bolsas y transporta en maletas secretas que pasan los controles de los aeropuertos de manera sorprendentemente fácil. Claro, son la banda.

Ya está bien de tomarnos el pelo, si son una banda, y la banda cae o es descubierta, pues a la cárcel, como fue toda la vida. Y dejen a la gente en paz. Dejen a la gente trabajar, prosperar y ser libres.

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