Bogotá como Patrimonio: el anhelo de cultura ciudadana

El patrimonio se ha definido de manera general como un conjunto de significados, de narrativas, un entramado complejo que nos identifica. Y específicamente, se ha dicho que éste responde a significados que no sólo muestran la diversidad, la personalidad como sociedad, sino también que nos hablan de la memoria, convirtiéndose en un referente simbólico que puede transformar comportamientos, convocar y generar emociones en la ciudadanía.

La definición anterior puede ilustrarse con la afirmación de que los bienes de interés cultural son espacios de flujos. Según Manuel Castells, los flujos hacen alusión a secuencias de intercambio e interacción entre posiciones que mantienen los actores sociales en las estructuras económicas, políticas y simbólicas de la sociedad. Los flujos, además, se relacionan con los fluidos de información y conocimientos que deciden, influyen, modelan y orientan, de forma dominante, los sectores más importantes de la economía, la política, y la cultura mundial.

El llamado que hacemos, teniendo en cuenta esta forma de pensar el patrimonio o los bienes de interés cultural, es a tomar la ciudad como un patrimonio y no sólo a cuidar el patrimonio de la ciudad, pues esta postura nos obliga a abrazar la riqueza de narrativas, sentidos y lenguajes y desde ahí habitar y asimilar la ciudad. En últimas la ciudad no son sus edificios o Puentes, la ciudad las vivencias, interacciones y sentidos que construimos cotidianamente los ciudadanos y ciudadanas. Nuestro llamado es a tener en cuenta esta definición de patrimonio, para poder apreciar en su complejidad cada entorno, espacio y referentes de la ciudad.

No buscamos afirmar que la ciudad sea patrimonio en sí misma, sino que pretendemos una comprensión de la ciudad desde la definición de patrimonio, lo cual nos permite admitir la interacción de significados, sin calificarlos aún como patrimonio en sí mismos solo por ello.

Lo anterior es posible gracias al entendimiento que proporciona el enfoque de cultura ciudadana, según el cual, la ciudad se define por las interacciones que ocurren entre sus diferentes actores y el espacio, no por el cúmulo de cemento que la constituye. Las interacciones conforman diversos significados, los cuales se van llenando con cada relación en el tiempo.

Esta perspectiva es fundamental a la hora de pensar y entender la ciudad, pues entonces cada lugar se carga de significados y las preguntas que nos hagamos a propósito, deben ser respondidas tratando de advertir ese conjunto de significados, quiénes son los actores y en qué momento están interactuando. Con esta comprensión de la ciudad es que de manera adecuada y certera pueden proponerse políticas públicas y puede darse una solución eficaz a las problemáticas de la ciudad.

El enfoque de cultura ciudadana es apropiado para la comprensión de la ciudad como patrimonio, pues gracias a éste podemos dimensionar la riqueza de cada lugar entendido como el conjunto de significados que lo constituyen.

Un espacio de nuestra Bogotá es entonces un proceso, una concreción de relaciones sociales, y es a la vez el soporte material y el producto de prácticas y procesos de reproducción de la vida social, que comparten el tiempo. (Castells, Vol. 1, p. 445).

La ciudad, entonces, debe ser comprendida más allá del espacio físico, pues ésta implica interacciones complejas entre personas, lugares, tecnologías, etc. Los espacios de flujos que la constituyen se convierten en el reflejo de ese devenir y de todo lo que puede ocurrir entre dichas personas enmarcadas en una sociedad, un tiempo histórico determinado con costumbres y formas de vida variada.

Una ciudad es un ser que vive a la luz de las vidas que la habitan

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