Brasil, ¿la democracia en peligro?, la opinión de Jaime Polanco

Estamos a unas fechas de saber el resultado de la primera vuelta de las próximas elecciones brasileñas, que se celebraran en los primeros días de octubre.

Está en juego, aparte de los problemas domésticos que más tarde hablaremos, la consolidación de una corriente de gobiernos de izquierda en una región, que hasta hace poco, tenía la esperanza de ser guiada por los intereses siempre particulares de los republicanos de Washington. También la calidad de la salud democrática del país, últimamente atosigada por los partidarios del gobierno, sembrando dudas sobre un posible fraude electoral.

La llegada al poder del presidente Biden despedazó el afamado cerco diplomático que querían imponer los dirigentes conservadores, dando lugar a unos gobiernos de centro izquierda, que están revolucionando la mirada sobre los verdaderos problemas de la región.

Gobiernos conservadores con algunos tics autoritarios, que pudieron hacer presagiar problemas para las reglas democráticas que los orientan. Brasil, entre otros, es el mejor ejemplo de como un gobierno disfrazado en unas elecciones democráticas, es capaz de poner en duda la soberanía de las reglas de convivencia ciudadana.

Instituciones dependientes

Los años de Bolsonaro al frente del gobierno han sido y tenido al país sobresaltado por la poca capacidad de sus dirigentes, para entender la normalidad en la alternancia en el poder, y la independencia de las instituciones que venía sucediendo desde el retorno de la democracia.

Ministerios de Estado manejados por militares, desaciertos en los planteamientos sobre cómo combatir la pandemia, asalto a las libertades especialmente a los medios de comunicación, desastrosa gestión sobre los problemas del medio ambiente, impulso del uso de armas como elementos de disuasión personal, acoso al Tribunal Supremo, han sido entre otras, las líneas rojas cruzadas en sus casi cuatro años de mandato.

Una de las sospechas que más daño ha hecho al sistema democrático, ha sido la insistencia en la falta de fiabilidad del sistema electoral, puesta en escena en los últimos meses, en previsión de una más que esperada derrota en las urnas.

Como si fuera una instrucción llena de resentimiento y falsas suspicacias, también pusieron en duda el proceso electoral en Colombia de la mano de líderes políticos conservadores pasados ya de moda, por su falta de verdad en los mensajes que repetidamente trasladan a las redes sociales entendiendo que sospechosamente están pago por alguien interesado en la desestabilización.

Ralentizamiento económico

Brasil tiene una economía poderosa. Su tamaño hace honor a ese noveno puesto en el ranking de las economías más grandes del planeta. Con unas lentas previsiones de mejora, sin unas variables de recuperación claras, teniendo unas tasas de crecimiento que distan mucho de ser las necesarias para poder pagar la altísima deuda pública existente, y una inflación pasando el 6%, el doble de lo previsto a principio de año, hacen el caldo de cultivo para una mayor desconfianza de la ciudadanía sobre la capacidad de este gobierno de extrema derecha.

Las encuestas para la primera vuelta están dando por ganador al candidato Lula da Silva. El margen no es mucho, pero suficiente para pensar en el retorno al poder de la izquierda, esta vez más moderada, (el candidato a la vicepresidencia es el político social demócrata Geraldo Alckim).

Los últimos incidentes en la campaña empañan la ilusión de los que creían en las transiciones normalizadas. Cada candidato busca con nostalgia aquellos votos que le dieron la victoria. Lula ganó por primera vez en el año 2002 (52,7 millones) y Bolsonaro en el año 2018 (57 millones). El líder del PT busca a la clase media trabajadora, que añora la nostalgia del pasado así hubiera sido oscuro y corrupto; y Bolsonaro quiere atrapar sus nichos ultraconservadores apoyados por los grandes movimientos religiosos del país, que han visto crecer su importancia en estos últimos años.

Este domingo 2 de octubre también se eligen más de 1.600 candidatos, entre diputados, senadores, gobernadores y diputados estatales. La salud de la democracia está en juego y sólo la fortaleza de las instituciones harán que los intentos de desestabilización no se consoliden.

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