Sí señor, hay que salvar al Transmilenio

No existe ciudadano en Bogotá usuario del transporte público masivo, que no haya tenido que soportar siquiera una vez en su vida los problemas de sobrecupo, inseguridad, etc., que hoy padece el Sistema Transmilenio.

A las quejas de los usuarios de Transmilenio por el hacinamiento en el que deben trasladarse de un lugar a otro al llegar a los portales, para luego subirse a uno de los articulados, se suman los constantes atracos bien sea a mano armada o bajo la modalidad de cosquilleo; denuncias por manoseos sexuales abusivos hacia el género femenino; asesinatos que se han presentado en las estaciones del sistema; agresiones verbales y físicas; demoras en las frecuencias en articulados y alimentadores; mal uso del mismo por parte de la ciudadanía, y la creciente presencia de vendedores ambulantes e indigentes.

Todo lo anterior ha venido sucediendo a partir del 2004, cuando llega Luis Eduardo Garzón a la administración distrital y se olvida de que uno de los trabajos que no se podían abandonar en Bogotá, es la vigilancia y control que se debe seguir día a día y minuto a minuto del Sistema de Transporte Masivo de Transmilenio.

Para colmo de males, sus sucesores Samuel Moreno Rojas y Gustavo Petro, tampoco cayeron en cuenta de que este trabajo se debía retomar. El primero, porque para él era más importante robar a Bogotá y el segundo por no saber gobernar.

Gracias a lo anterior Transmilenio, que un día llegó a enorgullecer a los bogotanos, convirtiéndose en uno de los símbolos del progreso urbano de la capital del país, hoy día es motivo de vergüenza para todo buen ciudadano que se ve obligado a usarlo, porque en la medida en que fueron instalando troncales en las avenidas por la que funciona, sacaron a cientos de buses y busetas del sistema tradicional, y se les quitó a los pasajeros la opción de elegir el tipo de transporte para trasladarse de un lugar a otro en la ciudad, lo que hizo que este se fuera saturando con el ingreso de nuevos usuarios.

Será por eso que suena como a un mal chiste las constantes propuestas que hace Enrique Peñalosa vía twitter, en las que pide instalar más troncales de Transmilenio como la única solución al problema, cuando está más que comprobado que Transmilenio tiene una capacidad máxima y ésta ya fue sobrepasada.

Hace bien Gustavo Petro al trabajar porque se inicie la construcción de la primea línea del Metro para Bogotá, porque es claro que en la medida en que los ciudadanos tengan más opciones para transportarse al interior de la ciudad, distintas al Sistema de buses articulados, la saturación que hoy padece este, se irá reduciendo.

Pero mientras el Metro deja de ser una promesa para la ciudad y se convierta en una realidad, es necesario trabajar porque los problemas que hoy tiene el sistema de buses articulados se acaben, y que mejor que la presión ciudadana sobre la administración distrital para solucionarlos.

Por esta razón me gustaría unirme a quienes han iniciado la campaña “Salvemos a Transmilenio”, porque no es posible que a la administración distrital poco o nada le importe lo que suceda al interior de este sistema de transporte, que hoy por hoy parece haberse olvidado de algo tan elemental, como lo es la inclusión a personas que sufren algún tipo de discapacidad física y el respeto hacia el otro.

Ese desinterés para solucionar los problemas que hoy padece el Transmilenio, se puede ver, en la medida en que cuando hechos graves que suceden en su interior hacen eco en los medios de comunicación, el alcalde reaccione con anuncios que se quedan en el titular de prensa como la instalación de cámaras de videos en las estaciones; mayor presencia de policías, que termina reduciéndose al envío de unos cuantos auxiliares bachilleres de policías que poco o nada pueden hacer, porque no están ni dotados, ni mucho menos capacitados para reaccionar ante hechos delictivos. Y por último absurdas ideas, como instalación de vagones exclusivos para mujeres, cuando lo ideal es una campaña masiva que motive el respeto hacia las personas del sexo femenino.

Ojalá que la campaña “Salvemos a Transmilenio” no tenga fines, ni tintes, ni manoseos políticos, ni de concejales, ni de candidatos a la alcaldía mayor. Que sea una iniciativa cien por ciento ciudadana. Porque son los bogotanos de a pie, las víctimas del total abandono y descuido en que las tres últimas administraciones distritales han dejado al Sistema Transmilenio.

Cambiando de tema, No puedo terminar esta columna de opinión, sin antes desearles un feliz y próspero año 2015. Que Dios les acompañe en todos sus deseos, y tengan éxitos en sus metas propuestas.

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