El espantoso poder político y electoral de Colombia

El proceso electoral no descansa un solo día para dar noticias sobre eventuales actos de ilegalidad e inconstitucionalidad con el fin de desprestigiar a candidatos, movimientos, pactos y coaliciones que representan amenaza de derrota para el uribismo y demás partidos acuartelados en el clientelismo, la corrupción, el narcotráfico y el paramilitarismo.

La noticia de la semana pasada fue Luis Guillermo Murillo, fórmula vicepresidencial de Fajardo, por una investigación cuando fue gobernador del Chocó mucho antes de ser Ministro de Medio Ambiente de Juan Manuel Santos, por lo cual la pregunta es ¿Por qué ahora y no antes?

Además, la Procuraduría y la Contraloría no vieron ningún impedimento para su inscripción como llave de Fajardo. Otro golpe a éste porque en Colombia la política no se dirime con ideas, argumentos, misiones y visiones, sino con trampas y violencia de la ultraderecha que ha gobernado a Colombia desde hace más de 200 años, configurando el sistema político más perforado, miedoso, violento y corrupto del hemisferio occidental.

Otra noticia fue la demanda de un exmagistrado uribista del Consejo Nacional Electoral, para impugnar con repugnantes argucias jurídicas e inconstitucionales la elección de la triunfante bancada del Pacto Histórico que apoya a Petro. Son las típicas jugadas jurídicas de Uribe y con las cuales destruye aún más las instituciones.

Difícil construir democracia cuando las instituciones están conformadas según lo dictan viejas corrientes políticas, desconociendo las de oposición o independientes que han surgido en los últimos años y ganado espacio y representación política. Ahora tienen la bancada mayoritaria en el Senado y la segunda en la Cámara, y el cuarto lugar en las dos cámaras con la Coalición Centro Esperanza. A propósito, el escrutinio definitivo de las fraudulentas elecciones del 13 de marzo aún no se conoce.

La oposición tampoco tiene asiento en la selección y elección de las cabezas de los organismos de control y de los magistrados de las cortes, porque todos los sistemas de control están diseñados para hacer favores cruzados entre liberales, conservadores y demás deformaciones políticas surgidas en los últimos treinta años, coincidentes con la llegada del neoliberalismo y el ascenso del narcotráfico, del paramilitarismo y la corrupción.

Por ejemplo, el sistema electoral no tiene magistrados de los partidos o movimientos alternativos, de esa manera carecen de oportunidades para participar o impugnar nombramientos como el del Registrador Alexander Vega, un personaje retorcido a más no poder, amparado por el uribismo y por deformaciones políticas amigas.

Nunca un organismo de control ha estado bajo la conducción de la oposición o partido o movimiento independiente. Entonces, es una cleptocracia de la “degenerativa democracia representativa” de Colombia, lejos, demasiado lejos y cada vez más lejos de una democracia participativa, amplia, moderna, progresista, productiva, emprendedora, incluyente, libre y plena.

Estas elecciones transcurren en un ambiente de fraude, maldad y confusión. Las ideas poco aparecen y cuando aparecen es para desvirtuar las propuestas de Petro, a lo cual él también colabora, porque a veces las lanza y no las desarrolla, y los debates son para bobos e incultos porque el formato es espantoso: un minuto y treinta segundos para cada tema y treinta segundos de réplica. Es decir, en dos minutos el país, el mundo y el universo. Irracional.

Ese formato le sirve a Fico, pues no tiene estructura intelectual en consecuencia carece de programa para desarrollar el país y superar los inmensos problemas estructurales que padece. Por eso este señor no tiene talante contenido ni apariencia de presidente.

Sus argumentos se fundamentan en el insulto, las expresiones bajas, lo superficial y la mentira. Su plan de gobierno es una verguenza, un agravio a la inteligencia y a la nación expresadas en unas cuantas diapositivas con un listado de ideas sin desarrollo y con mentiras. Dice que implementará plenamente el acuerdo de paz. Falso, escrito está que hará lo mismo que hizo Duque por orden de Uribe: volver trizas la paz.

En desarrollo económico ninguna estrategia robusta de cambio estructural para la transición energética y salir de la dependencia de las exportaciones minero energéticas. Y así en todos los temas. Generalidades, rasgos superficiales. Es más elemental que Duque. No es una naranja es una granadilla sin fruto adentro. Este es el candidato inflado por las encuestas de Semana con la misma estrategia del venezolano J.J.Rendón: inflar, acercarse al primero, acabar con los otros candidatos, y luego ganar en la Registraduría.

A quienes dirigen el país y nada quieren que cambie, les sirve ese discurso simple, líquido, vago, pues saben cómo necesitan que sigan las cosas, entonces, les conviene otro presidente aún más limitado que Duque porque así lo tienen en el sartén.

Con una clase dirigencia en crisis, amangualada en torno a defender negocios y decisiones con las cuales llevaron al estado y a las instituciones a ser funcionales a sus intereses de concentrar la riqueza y perpetuar el atraso, ligada a un sistema político que supo crear una estrategia para capturar el poder y los recursos públicos. De esa manera, unos y otros se protegen y retroalimentan a través de acuerdos de complicidad en torno a un sistema de malas prácticas y desastrosos resultados para Colombia, que los une y vuelve cómplices del espantoso y mafioso sistema que han creado.

Colombia asiste a un proceso electoral obscuro, sucio e irresponsable en cabeza del elegido por los innombrables; y con un centro izquierda y una izquierda que en las propuestas y reivindicaciones están más cerca que lejos. Sin embargo, el centro ha cedido ante la presión de la derecha, constituyéndose en un centro funcional a esta, pues dejó que se autodefina como centro derecha cuando es derecha ultra, pura y dura. Sin embargo, Fajardo dice que nada con Uribe, Duque y César Gaviria. Está bien, es coherente, pero, si no pasa a la segunda vuelta no puede volver al voto en blanco porque dejaría a Colombia en manos del devastador uribismo.

El discurso de la polarización es muy peligroso si lo agencia el centro, cuando se trata de unir ideas, esfuerzos y fuerzas para iniciar un proceso de cambio de largo plazo que haga frente al uribismo y demás, y para que Petro no caiga en manos de César Gaviria que deliberadamente dilata su apoyo político con el fin de debilitar al Pacto para  imponer sus líneas rojas. Petro no debe seguir conversando con Gaviria y hacer un acuerdo con Fajardo según sean los resultados de la primera vuelta.

Volver al 2018 sería terrible, generaría un odio ilimitado de fragmentación, atraso perpetuo, violencia y corrupción. El centro quedaría arropado y destruido por el uribismo y afines. La unión entre la Centro Esperanza y el Pacto Histórico es la única opción para no vivir el último día de Colombia.

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