El metro por la Caracas debe ser subterráneo. Una visión

Jaime Acosta Puertas

Jamás el exalcalde Peñalosa tuvo razón con el metro para Bogotá, porque él cree que unas gigantescas tractomulas sustituyen un tren, que buses grandes sustituyen a un metro, y que un alimentador elevado (él lo llama metro elevado) en medio de calles angostas es mejor que un metro subterráneo. Y a la alcaldesa Claudia López le da lo mismo el uno que el otro con tal de que no dañe sus aspiraciones políticas.

No me voy a detener en las discusiones técnicas de cual es mejor, cuando ni siquiera están los estudios fase tres del alimentador aéreo de Peñalosa que Claudia abraza por conveniencia personal más no por conveniencia para la ciudad. El nivel de los estudios es una especie de híbrido fase 2.5, que nadie entiende, y se entiende menos que la alcaldesa no hiciera los estudios fase tres, sino que aceptó la concesión tal cual se la dejó Peñalosa. Al concesionarse, los estudios finales no fueron necesarios, sino que lo harán los chinos en la medida que avance el proyecto.

Ahora bien, si una parte es un alimentador elevado, y otra parte es un metro subterráneo, amerita una reflexión distinta sobre el tramo por la Caracas.

La Caracas un desastre urbano es también la ciudad del futuro.

Bogotá es una ciudad que se ha caracterizado por impulsar importantes desarrollos urbanos y después abandonarlos. La Décima se hizo a la par de la Avenida Paulista en Sao Paulo, mientras aquella está destruida cuando dos cuadras arriba están las sedes de los tres poderes del Estado y otras instituciones, la Avenida Paulista es un referente que la ciudad se ha preocupado por conservar y desarrollar.

Un recorrido por la Caracas desde la calle Primera de Mayo hasta la calle 80, muestra un desastre urbano. Solo un proceso de renovación pleno de nuevos contenidos puede rescatar algunos espacios, como el barrio Carvajal, la iglesia del Voto Nacional, y sobre todo la aglomeración de hospitales, en su mayoría públicos, ubicados en torno al San Juan de Dios, que aún escapa a convertirse en ruina.

Hace doce años se pensó que se podría desarrollar como una aglomeración de salud, y se hizo un proyecto que se llama Ciudad Salud Región para atender pacientes de menores y bajos ingresos y también a gente de los municipios vecinos a la capital en atención de alta complejidad, así  como para hacer investigación, impulsar el emprendimiento en temas de salud, más recreación, cultura, educación y vivienda.

Ese proyecto le ha quedado grande a los alcaldes: Solo Clara López lo entendió y apoyó en su corta administración. Petro avanzó hasta recuperar para Bogotá el San Juan de Dios que estaba en manos de la Beneficencia de Cundinamarca. Peñalosa no lo miró, e hizo lo único que sabe hacer: tumbar el barrio San Bernardo para darle espacio a alguna constructora. Claudia no tiene visión para ese tipo de iniciativas. Resulta que este proyecto solo está a dos cuadras de la Casa de Nariño. Así como el barrio Las Cruces, deprimido e inseguro, pero con un enorme potencial de revitalización.

Sería bueno que el presidente Petro, de la mano de la Ministra Corcho, lo revise, entre otras razones porque sería un ejemplo de renovación de un espacio público para la salud, para eso fue pensado hace más o menos un siglo, y que se vino a menos por la ley 100 y por el sesgo a privatizar el sistema. Sin embargo, gracias a sus directivas, el Instituto Cancerológico es unos de los principales centros a nivel internacional en su especialización.

La figura muestra los hospitales (H) ahora localizados y los nuevos que se construirían con el correr de los años.  También están los centros de investigación (verde), un centro de emprendimiento y espacios para pymes de una industria de salud de alta tecnología (amarillo). La importancia de la cultura y la recreación en torno a la salud, utilizando el generoso espacio público que va de la carrera décima hasta la Caracas, donde hay importantes edificaciones que son patrimonio histórico.  Asimismo, la educación (anaranjado) de distinto tipo y nivel, es clave. Y se pensó en edificar para vivienda (violeta) preferentemente para personas que trabajen en los hospitales y clínicas del proyecto. Fuí asesor de este sueño.

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Desde la Ciudad de la Salud hasta llegar a la calle 26, salvo una que otra pieza arquitectónica, lo demás es una decadencia absoluta que lo mejor que le puede suceder es que la tumben.
Avanzando por la Caracas, a partir del costado norte de la 26, está todo el complejo de edificios de uso público, privado y el Museo Nacional, conocido como el Centro Internacional, donde está el proyecto Atrio, el cual está construido en una primera fase, a partir de un bello edificio, el más lindo de la Colombia moderna, y del cual aún está pendiente la otra torre, más alta, y la recuperación de la plazoleta del Centro de Convenciones, donde hay una escultura de Ramírez Villamizar, pero que debería acoger más esculturas de nuestros grandes artistas: Negret, Botero,… De ahí hasta la calle 80, por la misma Caracas, una que otra pieza arquitectónica, uno que otro edificio nuevo sin ninguna generosidad urbanística ni despliegue estético, lo demás hay que demolerlo.

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Así las cosas, imaginémonos la Caracas como un pedazo de ciudad destruido por una guerra o un terremoto, con algunas edificaciones que se salvan. La Caracas está degradada en un 80%. En estas condiciones, el alimentador aéreo de Peñalosa para los buses rojos de Transmilenio, sería un corredor aún más horroroso y peligroso, porque no habría condiciones para una reestructuración urbana, que solo sería posible si se arrasan los costados oriental y occidental de la Caracas. Y esta es una perspectiva imposible.

El metro subterráneo abriría la posibilidad de un desarrollo urbanístico donde cabrían los buses eléctricos de Transmilenio, permitiría crear espacio público, prolongar el centro internacional hacia el norte hasta la calle 39 integrando el conjunto de edificios donde está Ecopetrol, que ya amenazan ruina, y de ahí en adelante, para pensar una nueva ciudad en el núcleo central de la localidad de Chapinero.

No solo se trata de tumbar edificaciones precarias en estado espantoso, para reemplazarlos por nuevos y feos edificios, que ya aparecen, sin ninguna generosidad estética. Se trata de pensar un mega proyecto de ciudad del futuro que recupere también la carrera 13, otro adefesio que no vale ni un peso. E integre otras piezas y zonas de la ciudad: Museo Gaitán, Teusaquillo, integrar el distrito de las artes que va por la carrera 17 de la calle 57 hasta el barrio San Luis.

Además, habría que hacer una intervención igual por la carrera 15 desde la calle 72 hasta la calle 100.

Esta es una visión de desarrollo a  cincuenta años para la ciudad de los siguientes doscientos años, porque ahora no vale nada.

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este corredor de la Caracas, de la calle 26 hacia el norte, se integraría con la Carrera Séptima, otro proyecto que le ha quedado grande a los alcaldes, a la alcaldesa y a la ciudadanía, que también intereses, algunos escondidos puesto que solo buscan un beneficio personal.

Se trata de mucho más que un metro subterráneo. Se trata de diseñar la renovación para construir una nueva ciudad en un tramo del sur al norte, que conecte en la Estación Central (calle 26) al aeropuerto, donde se desarrolla en la zona de Corferias el Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación, que lo llamaría Innobo, como se llamó en sus primeros estudios hace doce años, así como el eternamente aplazado proyecto de renovación del CAN. Me ocuparé de este tema en otra columna.

Entonces, un tramo subterráneo de la primera línea del metro es necesario hacerlo pensando la Caracas como una nueva ciudad de la gran ciudad. Se densificaría con generosidad en su diseño integral: espacio público, vivienda de calidad, cultura, arte, educación, investigación, emprendimiento, ciclo vías, y solo motos eléctricas y vehículos eléctricos por las carreras 13, 15 y 16. Desparece el transporte público por la carrera trece, y de esa manera la nueva ciudad se integraría con el viejo centro, el de siempre, lo que significa que la Caracas y la carrera 13 hacia el sur de la calle 26 hasta encontrarse con la Ciudad de la Salud, tendría que beneficiarse de otro proyecto de reestructuración urbana para estratos de medianos bajos ingresos.

Es frustrante ver como Colombia no puede con grandes proyectos, con grandes sueños, con grandes iniciativas de ciudad, con grandes utopías de nación. Una dirigencia precaria, con cerebro reducido y en gran parte corrupta y violenta, hace imposible los cambios y visiones que se necesitan. Colombia sería una nación maravillosa si la dirigencia fuera otra. Mientras ese milagro sucede, el metro subterráneo acompañado de un gigantesco proceso de transformación urbana diseñado por los mejores arquitectos de Colombia y del mundo, tendría unos retornos económicos, culturales, sociales y políticos, monumentales.

 

 

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