El mundo no está para guerras

Ayer nos despertamos con algo que todos veíamos venir, el comienzo de la invasión militar rusa en Ucrania. La constatación de los cientos de mentiras dichas al mundo por los dirigentes rusos, e incluso a su Parlamento, sobre la no intervención militar en suelo ucraniano, lo que ha dejado a la ciudadanía perpleja ante semejante infamia.

Todas las guerras son inútiles. Quizás algunas estaban justificadas por fanatismos políticos o religiosos, otras por recuperar territorios históricos, pero esta no tiene ninguna justificación. Decir que un acercamiento política y militarmente de Ucrania al mundo occidental sería una amenaza para la seguridad rusa es una gran farsa.

Falsedad urdida por una Rusia que no termina de superar su decadencia. Una nación cada vez más alejada de los deseos de sus ciudadanos de vivir en un país próspero, con mejores oportunidades y donde oprimen las libertades personales y políticas tan escasas en los últimos tiempos.

Occidente no levantó la mano para llamar la atención durante estas décadas de la mayor concentración de poder en la historia moderna después de las guerras. Putin y sus sucesivos cómplices políticos se han perpetuado en el poder cual dictadura africana, saltándose todas las reglas mínimamente aceptables en un país que se dice democrático. Mentira. Ha consolidado una de las dictaduras más crueles, demagógicas y desiguales que existen en la actualidad.

Ante esta flagrante violación de todos los tratados internacionales, en su afán de cambiar los bordes de las fronteras de un país legalmente constituido y reconocido, ¿Qué se espera que hagan los países occidentales?

Las condenas desde hace años no sirven para nada. Los bloqueos como el que mantienen los americanos sobre Cuba, tampoco. Hay que ser más incisivos en las penalizaciones y, sobre todo, tienen que ir dirigidas donde más les duele: quebrar su frágil estabilidad económica.

Occidente tendrá que pensar en medidas más sofisticadas que ayuden al gobierno ucraniano a
repeler la parte que puedan de semejante invasión de su territorio. El coste de la guerra tiene que ser importante en materia económica y de credibilidad como país invasor.

Algunas medidas de ayuda en inteligencia y cobertura sobre las acciones militares serán necesarias. Y bienvenida ayuda con equipos más sofisticados de vigilancia con el fin de evitar sorpresas militares contra la población civil. Prestar apoyo militar a los países cercanos para evitar sorpresas mayores sería también recomendable.

Poner a trabajar a los diferentes países en difundir las verdades sobre la guerra en contra de la propaganda producida por el Kremlin, ayudaría mucho a socavar las mentiras habituales. No dudar en hacer todos los esfuerzos diplomáticos necesarios en nombre de Ucrania, sin duda contribuiría a poner al mundo civilizado en contra de los afanes imperialistas del dictador Putin.

Como escribí en una reciente columna en este mismo periódico, es necesaria una estrategia que aísle a Rusia en su afán de buscar complicidades con China. No se pueden juntar los ‘dos más malos de la clase’. El Gobierno norteamericano, con ayuda de algunos países, tiene que tender puentes de distensión con el gigante asiático después de los despropósitos políticos y diplomáticos de los últimos años.

La diplomacia con algunas “complicidades” militares son necesarias en estos momentos. La presión económica y política ayudarán a que el coste de semejante barbaridad sea inasumible para Rusia.

Las sociedades occidentales tendrán que desarrollar una amplia solidaridad, cuando las atrocidades de la guerra vayan mermando la voluntad de un pueblo asustado y necesitado de las cosas mas básicas. Ojalá el mundo esté a la altura en estas circunstancias tan transcendentales para el futuro de nuestras libertades como pueblos civilizados.

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