El planeta de los simios

Corría el final de la década de los 60’s cuando una película causó un gran revuelo en la sociedad estadounidense: El planeta de los simios, protagonizada por el oscarizado Charlton Heston. Su impactante final en el que no se sabe como los monos en algún momento evolucionaron mejor que los humanos hasta dominarnos de una manera despiadada no era sino una brutal metáfora, crítica, a la estupidez de nuestra raza.

En estos días, y cuando está cerca de cumplirse 50 años del estreno de la película, pensaba que sin duda es una historia adelantada a su tiempo. Y eso que aún en los 60-70´s el mundo dio grandes pensadores e intelectuales. Comparado con el mundo actual que nos está tocando vivir uno no puede sentir sino pavor de la que no espera en no demasiado tiempo.

La pobredumbre intelectual en la que estamos sumidos gracias al efecto de la inmediatez; a la superficialidad del pensamiento; a la dictadura de lo políticamente correcto; a la falta de coherencia y de valores como la tolerancia o la dialéctica, nos está llevando a una terrible involución cultural. Valores como el esfuerzo, la formación, el conocimiento profundo de las cosas, la reflexión, cada vez tienen menos peso en la sociedad Vs el estar guapo para la foto de Instagram o el ser ingenioso en un trino ojalá en menos de 100 caracteres, que si nos son muchos.

Los esfuerzos evolutivos del ser humano en el siglo XXI se direccionan prácticamente a la tecnología, a como resolver los problemas y a como acomodarnos de una manera más rápida y eficiente; hacernos la vida más fácil y ojalá pensando menos… pero muy poco o nada se discute sobre, precisamente, el ser humano. Sobre como mejorar día a día, mejorar el mundo, nuestra esencia, la vida de las personas.

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En todo esto tiene un papel fundamental el crecimiento de las redes sociales. Realmente nos creemos que por escribir cinco tonterías al día en Twitter o Facebook ya somos seres libres. Que la libertad de expresión vive sus momentos más brillantes, sin caer en cuenta que la libertad de expresión empieza por la libertad de pensamiento y en ese punto cada día estamos más cerrados, sin ideas, porque todo nos viene dado, casi siempre por una computadora o un algoritmo. Nos hemos creído el cuento que el activismo político de redes nos hace más libres, cuando en realidad lo que nos tiene es más controlado e idiotizado. La gente se pasa el día peleando en redes con gente que no conoce de nada y especialmente discusiones que no conducen a nada salvo la pérdida de tiempo y el desahogo de una sociedad cada días más enferma y solitaria.

Hoy todo el mundo opina de todo en todas las redes sociales y en la mayoría de los casos sin tener mucho conocimiento de lo que afirma. Llevados por otros comentarios o simplemente orientados por una opinión pública que nunca fue tan miserable como la que vivimos. Una opinión pública creada a base de tendencias de personas que, como digo, no suelen tener ni idea de lo que hablan. Igual opinan de leyes, de medicina, economía, fútbol o astronomía, poco importa el contenido, ni siquiera si lo que se dice es veraz o no, o peor aún, si esa noticia es creada falsa a conciencia con intereses ocultos.

Nos encontramos en un círculo vicioso que nos conduce a un callejón sin salida para conocimiento y el pensamiento. Nunca antes la opinión pública había estado tan desinformada y, especialmente tan mal desinformada, porque hasta para esto hay niveles. El nivel en el que estamos es tan bajo que al universalizarse las opiniones, el filtro de calidad de ese conocimiento vertido a la opinión público ha desaparecido. Hace años, en los medios aparecían personas con formación, con conocimiento en la materia, en resumen: referentes con el fin de dar luz a la mayoría que no sabía sobre cierto tema. Hoy en día, la sociedad ha diluido esos referentes para meternos a todos en el mismo saco: intelectuales y analfabetos funcionales. Y así se perdió de un día para otro el referente intelectual.

Y en esta situación estamos, ya ni siquiera quedan actores como Charlton Heston para desesperarse delante de la ruinas de la estatua de la Libertad. A este paso, en unos años el mundo no lo van a gobernar los monos sino las máquinas, aunque esa película creo que ya la he visto también.

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