El presidente Petro, la profesora Mazzucato, el ministro Ocampo y el libro de Fescol

El nuevo ministro de hacienda de Colombia será José Antonio Ocampo. En un reciente artículo publicado en el periódico El Espectador, y alineado con la propuesta económica del Presidente Petro, mostró los grandes desafíos macroeconómicos que tiene el país, y la urgencia de impulsar un proceso de desarrollo productivo sostenible.

Una política de reestructuración productiva es la mejor política macroeconómica

De acuerdo a la calidad de las políticas, hay problemas cuyas soluciones pueden arrojar resultados en un período de tiempo relativamente corto: déficit fiscal, inflación, mayor recaudo tributario,…… Pero, otros temas  igualmente importantes también deben atenderse y sus efectos serán a más tiempo y redundarán en un mejor desempeño macroeconómico. Sin embargo, ante políticas correctas los impactos positivos comienzan a sentirse muy pronto  pues aluden a acciones que dinamizan cambios estructurales: nuevas actividades y sectores productivos,  investigación desarrollo innovación (I+D+i) como cultura en las empresas y universidades, formación de recursos humanos, estrategia de nuevas exportaciones, creación de una nueva generación de empresas innovadoras a la vez que se sostiene la competencia y se profundiza el apoyo a empresas innovadoras existentes, fortalecimiento de los bancos de desarrollo, los bancos privados apoyando empresas innovadoras promisorias, fortalecer el capital de riesgo, y una política de desarrollo regional diferenciada para impulsar el desarrollo endógeno en los territorios, donde la cultura es un factor que explica la senda, especificidad y velocidad de los procesos de cambio estructural, facilitando el aprendizaje, el cambio tecnológico y el desarrollo institucional.

Ideas para mejorar el sistema productivo y de innovación de Colombia están escritas en miles de páginas, y no cabe una recomendación más porque hay tantas como tantas no se han implementado.

El asunto de fondo es el marco teórico que se adopte como base del modelo de crecimiento. Una cosa es intentar cambios en el sistema productivo con un ortodoxo marco neoliberal del siglo pasado, y otra es adoptar una perspectiva heterodoxa de la economía de la innovación en el siglo XXI, con la cual tardías economías emergentes, como Colombia, pueden construir una senda correcta de progreso y bienestar.

En Colombia, los agentes económicos más poderosos consolidaron sus negocios en el contexto de una economía abierta hace 31 años. Sin embargo, ese modelo deliberadamente redujo la producción de productos agrícolas e industriales, por eso nunca desarrolló suficientemente la investigación, la innovación y el conocimiento. Existe una correlación negativa entre baja inversión en I+D+i, baja productividad, precaria competitividad, exportaciones primarias sin valor añadido, y estímulos tributarios ociosos sin retorno a la economía y al estado. Todo esto suma billones de dólares perdidos en las últimas tres décadas.

Cuando el presidente Petro diseñe la política de reestructuración  productiva, encontrará una fuerte resistencia de los comerciantes que protestarán para que no les cierren las importaciones agrícolas e industriales y harán cabildeo para que Colombia no desarrolle nuevas industrias y servicios. Son importadores de productos que antes producía el país, o que ahora o a futuro podría producir. Se resistirán a la transición e inventarán mentiras como aquella de que el consumidor final será el gran afectado porque los insumos y los productos finales si se producen en el país serán más caros, alimentando la inflación. Con esa falacia César Gaviria desindustrializó a Colombia e inmovilizó la transformación productiva y el desarrollo de capacidades propias de innovación que hubiera permitido  desarrollar nuevos sectores con productos novedosos internacionalmente competitivos. Treinta años de destrucción no creativa determinan rezago y tiempo perdido que demandará mucho tiempo y trabajo para corregir el camino.

Colombia dejó de producir productos agrícolas e industriales, bloqueando la producción de bienes de capital y de tecnologías para distintas cadenas productivas, el surgimiento de servicios de alta complejidad derivados de cadenas industriales avanzadas cuyos productos son los más dinámicos en el comercio mundial. Los equipos que se producen en Colombia, por ejemplo, en la producción de café, son rezagados, parecen juguetes de museo ¿De que sirve la Federación de cafeteros?

La agonía del petróleo y el carbón

Estos sectores tuvieron más de cuarenta años para hacer algo innovador. Sin embargo, de manera absurda se insiste en alargar más allá de un tiempo razonable la producción de petróleo y carbón, cuando la matriz energética en el mundo está cambiando a toda velocidad. Noruega es un país que exporta más de 100 mil millones de dólares en petróleo y en tecnología del sector, por eso tiene más capacidades de destrucción creativa (nuevas innovaciones que superan viejas innovaciones en el mismo sector) por eso el 70% de vehículos que circulan en ese país, son eléctricos.

Defender a Ecopetrol para que continúe haciendo lo que siempre ha hecho, es inaceptable, pues si bien debe seguir sacando petróleo, terminar los contratos de exploración en ejecución y firmar nuevos contratos para encontrar gas, al mismo tiempo debe reconvertirse y abrir nuevas líneas de producción y de investigación, como el hidrógeno verde. Colombia no puede hacer con las energías alternativas lo que hizo con el petróleo y el carbón, perforar, escavar y extraer, y no desarrollar tecnología y nuevas industrias.

Si Colombia hace un cambio de la matriz energética importando tecnología, y no desarrolla industrias nacionales y atrae empresas extranjeras que produzcan y hagan I+D+i en el país, se perderá otra oportunidad de transformación, de aumentar la productividad y las oportunidades para técnicos, profesionales, investigadores y emprendedores.

El presidente Petro propone fortalecer la investigación en el Instituto Nacional del Petróleo y crear un Centro de investigaciones en tecnologías verdes. Excelente. Sería el complemento para crear industrias de energías alternativas como parte de la política de reestructuración productiva que debe sustituir la mala política de desarrollo productivo que deja Duque.

Discusión entre ortodoxos y heterodoxos

Los primeros dirán que importar sale más barato y beneficia a los compradores, lo cual es un mal argumento, pensar a corto plazo y mantener una economía basada en actividades con rendimientos decrecientes, baja productividad y donde las empresas no tienen estímulos para innovar.

Y los segundos dirán que a través de una alianza entre el estado y las empresas se puede iniciar una ruta de desarrollo a largo plazo con actividades de alta tecnología que determinan rendimientos crecientes producto de una heterodoxa política de reestructuración productiva y de innovación.

En la ortodoxia, los ecosistemas de competitividad y de innovación poco evolucionan pues no están dirigidos a impulsar procesos de transformación sustentados en la selección estratégica de sectores porque se limitaron a fomentar el comercio internacional sin política de cambio estructural, por eso las políticas de competitividad han sido horizontales puesto que en ella todos los sectores son iguales: es lo mismo producir aguacate que aviones, o café que medicamentos, lo cual es irracional por eso los resultados han sido precarios y por ello el narcotráfico, la informalidad, la inequidad y la pobreza ganaron espacio. De esta manera  el aprendizaje, el conocimiento, la creatividad y el cambio tecnológico, no han estado en el frente de las políticas.

Con la heterodoxia (Mazzucato, Ocampo y otros), la conformación de ecosistemas productivos innovadores es una condición que responde al fluir permanente de las relaciones positivas entre estado y empresa que conducen a procesos de destrucción creativa los cuales se basan en I+D+i, propiedad intelectual y competencia en torno a una nueva generación de empresas y nuevas innovaciones generando sistemas virtuosos de producción, innovación, empleo y crecimiento.

En petróleo y carbón Colombia no hizo desarrollos tecnológicos transcendentes, por eso procesos de destrucción creativa no pueden emerger en Colombia dado que las innovaciones se hacen en otros países.

El negocio de la dependencia tecnológica en salud

La dependencia es destructiva porque entierran las posibilidades de transformar positivamente la especialización. Colombia hizo una apertura de la economía sin política industrial razón por la cual  es débil la articulación entre el estado, las empresas, el conocimiento, la innovación y el emprendimiento.

Esto ha sucedido en el sector de salud donde las actividades de industrias relacionadas son muy escasas. Con el covid19 se constataron dos cosas: una, que Colombia no producía ni tapabocas; dos, que el sistema de innovación poco funciona entre las universidades, las empresas y el estado, tanto, que hasta ahora no ha sido posible destrabar el desarrollo de innovaciones que emanaron a comienzos de la pandemia por iniciativa del recién creado Minciencias. La innovación no ha podido convertirse en soluciones ni en nuevas actividades productivas que dinamizaran la reestructuración productiva y la innovación. Los importadores y contrabandistas tienen más poder que los investigadores, innovadores y emprendedores. Además, el gobierno nacional torpedeó las innovaciones via Invima, los Ministerios de Salud y de Comercio e Industria, y la falta de conocimientos y liderazgo de Duque, por eso los empresarios se retiraron muy pronto de los proyectos y la mayoría de investigadores se quedaron contemplando los prototipos. En estas condiciones no pueden surgir industrias de salud que demandan productos de industrias y empresas de materiales, electrónica, software, industrias 4.0, y de otras más.

Schumpeter no aplica en Colombia. Tal vez Mariana Mazzucato podría sembrar algo. Si el presidente Petro trae a esta afamada economista, junto a Ocampo y otros expertos, podrían hacer el imilagro. Lo principal es que la política tributaria converse con la de reestructuración productiva y de innovación. De lo contrario ambas quedarán con un canal roto y volveremos al círculo perverso  de otra reforma tributaria en poco tiempo. Pero la política clave es la de reestructuración productiva. Lo que no haga la producción no puede a hacerlo la política macroeconómica.

Un reciente libro de la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia FESCOL, políticas de desarrollo productivo: una agenda para el futuro, del cual soy uno de los autores, constituye una base sólida para el diseño de una política de reestructuración productiva. Es un esfuerzo fresco y a partir de ahí se podría elaborar la arquitectura, el derrotero y los principales contenidos de la política de reestructuración productiva sostenible. Esa elaboración serviría para orientar el diseño de la política y la concertación entre actores, incluidos los incentivos a la producción, nuevas exportaciones y nuevas líneas de conocimiento,  investigación, innovación y empleo. Aumentarán los ingresos tributarios y el estado podrá asumir otros compromisos que no sean para más guerra.

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