La inflación un camino a la protesta social

La única inflación entendible es la derivada de los productos agrícolas e insumos para la producción agrícola como consecuencia de la guerra en Ucrania, y la determinada por la torpeza de Europa de no comprar gas a Rusia. El resto de la inflación que vive occidente, es impulsada por los grandes capitales globales y nacionales para recuperar las pérdidas o menores ganancias ocasionadas por el covid al comienzo de la pandemia.

La crisis de los contenedores, que en otras palabras es la crisis de las grandes navieras del mundo, especialmente chinas, fue el núcleo de la gran mentira, pues se decía que varias empresas habían quebrado por la reducción de los flujos de comercio internacional, cuando el estado chino siempre sale a rescatar y salvar sus empresas.

No hay otra razón que explique una subida de los precios en todos los productos de todos los sectores en todos los países, uno de ellos Colombia. Ilustro las trampas del capital con un ejemplo muy sencillo. Suelo comprar en el Jumbo una mermelada que costaba $11.500. Fui el otro día y estaba en promoción con un supuesto descuento del 20%, pero la trampa estaba en que le habían subido 25%, cuando todos los insumos se producen en Colombia. La Superintendencia de Industria y Comercio debería sancionar a esas empresas. Si no ¿de qué sirve la defensa al consumidor? Así ocurre con otros cientos de productos: una inflación deliberada con un genuflexo estado regulador.

En los departamentos productores de leche, los productos lácteos y derivados han subido en el último año de un 30 a 40%. La disculpa está en que los insumos son importados y que en los países productores están igualmente caros.

De esa manera, hay un círculo vicioso donde todos los productores de todos los países del mundo se tiran la pelota y la gente al final no sabe de dónde reciben los pelotazos de una inflación que se asume incontenible y no se sabe cuándo los empresarios le dirán a los sumisos gobiernos, la hora de parar. Tal vez cuándo la gente vuelva a las calles y los obliguen a frenar las alzas y bajar los precios.

Muchos de los alivios dados por los gobiernos, en específico el de Colombia, no fue más que un aplazamiento de los compromisos con intereses incluidos, mañosamente cobrados, que llevó a la quiebra de muchas pymes y dejó más endeuda a muchos miles de personas. En los últimos meses los bancos ofrecieron créditos a tasas bajas, ahora por el alza sistemática de las tasas de interés del Banco de la República, esos créditos se están empezando a pagar con intereses hasta un doscientos por ciento más alto. Muchos asumieron en los últimos meses compromisos financieros a una tasa aproximada al 1% mensual, ahora la están pagando al 3%. Es decir, el sistema financiero no respeta compromisos, lo cual necesariamente conduce a meter a miles de clientes al túnel del endeudamiento, restringiendo la demanda y por esa vía frenando la inflación. Una teoría muy básica, pero así funciona la ortodoxia neoliberal. Es decir, es un mecanismo demasiado fácil para frenar una inflación venida de los confines del universo del avaro capitalismo dueño del mercado global y local, y de la vida de millones de estúpidos consumidores.

Si la inflación es por efectos de descuadres en uno y otro lado del mundo, el credo de la competencia, del libre comercio y de la especulación como mecanismos preferidos de la globalización económica, muestra que se está lejos de un equilibrio perfecto. Todo lo contrario, es imperfecto, desequilibrado y perverso. Por eso, si aún miles de millones no gozan de las “bondades” del modelo de mercado global, es igualmente estúpido pensar que el decrecimiento y el redireccionamiento de la producción no es una opción, cuando es la única salida para salvar a la humanidad del calentamiento global, porque si esos millones de rezagados económicos poco se benefician del bienestar del mercado, en el momento en que se sumen a la economía del consumo compulsivo, el mundo se va asar o ahogar por el calentamiento del globo.

El alza en las facturas de la energía, a más de una serie de sofisticados enredos metodológicos – no hay nada mejor que hacer inentendible lo intrínseco de las políticas – para que la gente no entienda un carajo y de esa manera neutralizar la justa protesta. Por ejemplo, muy pocos entienden la excelente columna de Amilkar Acosta en este periódico digital, sobre el irracional incremento de la factura de energía en Colombia.

Lo cierto es que Duque, en todos los sectores, ocultó la verdad, y dejó más y más problemas para al siguiente gobierno y para el Estado a largo plazo. La energía no fue la excepción, y las empresas generadoras lo que están haciendo es cobrando lo que dejaron de cobrar en los días del covid cuando estuvo guardada  la población en sus casas, sin embargo, recuerdo que la factura nunca bajó. Pero lo más grave es que no había gobierno con autoridad para intervenir, porque todo está amarrado a los detalles de un monstruoso neoliberalismo. Es inaudito que la CREG (Comisión de Regulación de Energía y Gas) no podía hacer nada, tampoco el Ministerio de Minas y Energía, ni el presidente de la república. Lo que queda claro es que existía una mafia de comisionados permisivos con las generadoras de energía, que Duque dejó posesionados para ponerle otro problema más a Petro. No obstante, el presidente ha decido que el Ministerio de Minas y Energía asuma las funciones de la CREG  que parece un cuerpo de desregulación y corrupción que de regulación y defensa de los usuarios: personas, instituciones y empresas.

La protesta de las comunidades cercanas a la represa de Chivor, la más importante de Colombia, por una desastrosa vía que conduce a la planta de generación, muestra que las instituciones locales, nacionales y las empresas, son unos sinvergüenzas absolutos.

Al final, vamos a saber que tenemos un sistema de energía ineficiente, malos negocios y atraso, cuya verdad absoluta la ocultarán en las mesas de negociación, porque todos tienen algo que esconder.  Mientras tanto, con todo al alza, la ciudadanía va a perder muy pronto la paciencia, se tomará las calles, y Petro quedaría en el medio de dos tajadas de pan.

Colombia está desfondada, como un colador roto. Eso se constata en las alarmas infundadas de los gremios con la reforma tributaria, encargados de generar pánico para amenazar al nuevo gobierno. No ofrecen nada, pero si piden todo, como si la economía que han construido fuera un ejemplo de productividad, innovación y transparencia que genera equidad, bienestar y desarrollo.

Las ineficiencias sectoriales relacionadas con la producción y la innovación, solo las puede corregir una visionaria política de reestructuración productiva y de innovación, que me imagino el gobierno está trabajando a toda velocidad para incluirla en el plan nacional de desarrollo.

Están dadas las condiciones para inducir un cambio estructural y tecnológico sobre capacidades nacionales y la invitación a otros. Sin embargo, la inversión extranjera no soluciona el problema, incluso, puede no llegar donde realmente la necesita Colombia o incluso resultar en suma cero si la política, la innovación y la producción nacional no son el centro de la reestructuración.

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