La ‘okupación’ como metáfora del quiebre moral de occidente

Leo con tristeza en medios españoles el caso de una señora que vendió su apartamento en las Islas Canarias, y el mismo día que recibía su cheque, ‘okupó’ ilegalmente la que había sido su casa, privando a los ilusionados nuevos propietarios de vivir en ella. Y no sólo eso, además, éstos se vieron ‘condenados’ a pagar la deuda hipotecaria heredada frente al banco. Si no pagaban, les quitaban la propiedad por la que ya habían invertido miles de euros robados por la antigua propietaria y ahora ‘okupa’. Un fraude de Ley, una catástrofe moral, una vileza humana que no sería tal si los políticos, cómplices en esta inmoralidad, no fueran los que promueven o amparan estas estafas desde el poder legislativo.

Esta historia me reafirma la crisis ética y de valores del ciudadano medio contemporáneo, a mi juicio, la lacra que corroe nuestra sociedad. Y su correa de transmisión, el reconocimiento desde las leyes de este quiebre moral. O peor, el cumplimiento selectivo de la Ley, cuando importa más el quién infringe el código penal por encima del hecho en sí. La impunidad de la mano a la arbitrariedad en el cumplimiento. Eso nos conduce al subjetivismo, al individualismo y a la corrupción.

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Justicia injusta

Esta señora de Canarias conocía perfectamente la Ley, sabía los resquicios que favorecen al ‘avispado’, al inmoral. Sabía también que una persona con niños es difícil que los desalojen antes de 3-4 años… por eso, a pesar de no tener hijos, acogió a varios niños inmigrantes africanos recién llegados a la isla. Un plan estudiado y maquiavélico. De locos. Y lo más loco es que la Ley protege este disparate.

El fenómeno de la ‘okupación’ empezó como un movimiento urbano en los años 70’s en Alemania (aunque los ingleses se quieren apropiar del origen). Un coletazo del mayo del 68 francés o el Woodstock en EE.UU. Jóvenes que se autodenominaban anticapitalistas ‘okuparon’ naves industriales cerradas y edificios abandonados. Sonaba medio hippie simpático, pues se decía que arreglaban y ‘revitalizaban’ esas zonas de las ciudades a veces olvidadas. Y seguro así fue en su inicio. Pero como todo degenera hacia lo malo, de eso queda bien poco. El movimiento ‘Okupa’ hoy es una amalgama heterodoxa de gente desadaptada socialmente, y una solución para los ‘pillos’ que quieren vivir a costa de pequeños ahorradores, inversionistas o, incluso, de otras familias que se quedan en la calle.

Sentido humano

Por supuesto que también hay casos donde las familias desprotegidas no tienen un techo donde cobijarse y, a la desesperada, deciden invadir la propiedad ajena. Entendible humanamente. Todos debemos ponernos en la piel del otro y no perder nuestra humanidad. Lo que no se puede permitir es que esta práctica se convierta en una política de estado, amparada por el propio poder político.

Los gobiernos deberían detectar estos casos de extrema necesidad en Asuntos Sociales y buscar soluciones de vivienda temporal para estas familias, mientras encuentran un rumbo en la vida. Actualmente, es todo lo contrario, lo que hacen es proteger a jóvenes vagos que prefieren no trabajar y vivir en la semi indigencia a costa de un tercero que no tiene culpa de nada. El estado no asume ninguna responsabilidad económica, todo recae sobre el particular, que sin buscarlo se vuelve la víctima de un sistema creado por políticos que juegan a benefactores con el dinero de otros.

La mayoría de estos ‘okupas’ no son ni Robin Hood ni hippies de ‘flores, paz y amor’, sino unos sinvergüenzas que se aprovechan del sistema para vivir a costa del otro mientras los que mandan se lavan las manos, rompiendo las normas y quebrantando la convivencia en los barrios, normalmente humildes. Porque estos barrios ya no se mejoran, se degradan convirtiéndose en focos de delincuencia, prostitución y tráfico de drogas.

Preocupación social

En Europa ya son decenas de miles de casos que ponen contra las cuerdas el sistema jurídico, el policial y, sobre todo, la moral de occidente. Queda herido de muerte el valor de la propiedad privada y el motor social, la motivación por hacer algo productivo en la vida.

¿Para qué voy a comprarme una casa? ¿Para que esforzarme en trabajar y marcarme objetivos lícitos si lo puedo tener todo igualmente quebrantando los principios básicos morales? Cada vez más gente piensa así, y no es extraño. El que era delincuente porque lo era, y el que era honesto se acaba cansando de ser el tonto útil de un sistema que se ríe de él. Un sistema que sólo le busca para pagar impuestos y callar, pero que lo desprotege ante las injusticias.

De este punto a la anarquía, y a la toma de la justicia por su propia mano, hay un paso muy pequeño. Y lo estamos viendo. Los delincuentes campan a sus anchas de tal manera que muchos propietarios de apartamentos decidieron sacarlos del mercado, encareciendo el precio de los alquileres extraordinariamente en ciudades como Berlín, Ámsterdam o Barcelona.

Leyes que no protegen

Esta connivencia del sistema legislativo con el que quiebra las normas, lamentablemente, no sólo se ve en casos de ‘okupación’, aplica también al robo, la violación o, incluso, al asesinato. La corriente legalista predominante, buenista, tiende a favorecer al delincuente, pues antepone sus derechos y su reinserción en la sociedad, por encima de cualquier cosa, también de las víctimas.

¿Desde cuándo la Ley dejó de amparar a la víctima para sobreproteger al que la quebranta? Mi memoria cada vez es más caprichosa, pero no creo que esto suceda desde más de 20-25 años. Curiosamente, el punto de inflexión en que empezó la actual decadencia de Europa en el panorama geopolítico internacional. La decadencia moral arrastra ineludiblemente a la decadencia política. Todos los grandes imperios desde los macedónicos hasta nuestros días acabaron cayendo por este motivo.

No sabemos si la ‘okupa’ de Canarias a siempre tuvo espíritu ‘okupa’ o se convirtió por el camino viendo lo fácil y barato que sale delinquir. Lo que sabemos es que a día de hoy aún sigue viviendo gratis… tres años y medio después de que estafara con el apartamento que vendió. Inmoral ella, pero más inmoral quien se lo permite, porque los políticos realmente tienen herramientas para cambiar las leyes, hacer justicia, pero por algún motivo que no alcanzo a entender, no quieren. Y encima les pagamos un sueldo.

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