Motociclistas e incultura ciudadana

Durante los últimos años las vías de las ciudades colombianas se han convertido en escenarios de nuevos actores viales que hoy son multitud: Los motociclistas, verdaderos amos y señores de las calles. El negocio de venta de motocicletas de bajo cilindraje y regular calidad se ha convertido en un negocio muy lucrativo, gracias a su relativo bajo precio que permite facilidades de acceso para el comprador incrementando la demanda como medio de transporte y trabajo rápido no contaminante, lo cual es muy discutible también, que ha redundado en un notorio crecimiento del parque motero en la calles y campos de las ciudades colombianas. El otrora caballito de acero fue reemplazado por la motocicleta, que al masificarse ha desencadenado un grave problema de incultura ciudadana propalado en gran medida por mototaxistas y motodomiciliarios que no acatan las normas de tránsito y las violan de manera recurrente y descarada, hasta casi normalizar ese comportamiento vial. Hoy resulta extraño que un motodomiciliario o mototaxista respete las normas de tránsito.

Para los motociclistas en referencia no hay semáforo en rojo porque todos están en verde, parece ser su color preferido, saltan los sardineles, hacen giros prohibidos, circulan en contravía, transitan entre vehículos, taponan las bocacalles, convirtieron los puentes en escampaderos, ruedan en andenes y bicirrutas, exceden los límites de velocidad, y como si fuese poco, algunos han retirado los silenciadores de sus motos, utilizan bocinas estridentes, otros han instalado sistemas de luces exploradoras no permitidas, muchos transitan sin seguro obligatorio y en motocicletas de dudoso estado de mantenimiento; todo justificado bajo el argumento de que son masa “oprimida” y “marginal” que tiene derecho al trabajo como les plazca, sin ley o mejor aún: bajo su ley, que no es otra que, la ley del más desconsiderado para con los demás.

Las autoridades por su parte son incapaces para tomar medidas contra este tipo de motociclistas infractores de las normas viales que hoy campean en las calles. Si un agente de tránsito les conmina corre el riesgo de ser linchado por la turba que al mejor estilo de personaje de la película australiana Mad Max (1979) están prestos a levantar sus cascos y botas contra la autoridad. Nadie quiere asumir responsabilidades y cumplir con los deberes ciudadanos, simplemente en las vías impera la ley del más fuerte y la incultura ciudadana disfrazada bajo el argumento falaz del derecho al trabajo del motociclista infractor. Colombia se ha vuelto más violenta y en particular las ciudades se han hecho virulentas con el desprecio hacia el cumplimiento del deber. Bucaramanga la otrora “Ciudad más cordial de Colombia” (1976) se convirtió en nicho nacional de la incultura ciudadana, de la carencia de civismo y de la violencia vial.

Hay mora en la revisión de la educación ciudadana, tomar medidas más exigentes donde no cualquiera pueda conducir un velocípedo sin presentar exámenes de habilidad sobre las dos ruedas que tengan los altos estándares que exigen países como Alemania; quien aspire a tener una licencia para conducir motocicleta deberá ser un verdadero conductor de este tipo de vehículos y no un ciclista avenido en motociclista, como muchos consideran suficiente para ser conductor de motocicleta.

Se requiere también que las autoridades cumplan su rol y sin miramientos hagan caer el peso de la ley contra los infractores de tránsito, se urge de una reforma legislativa para que las autoridades puedan actuar contra los infractores de tránsito más certeramente y puedan incluso aplicar medidas de extinción de dominio sobre el vehículo conducido por un infractor recurrente que ponga en riesgo la vida de sus conciudadanos. Se debe reglamentar el oficio de motodomiciliario y mototaxista exigiendo unas condiciones y habilidades mínimas de formación y capacidad certificadas para su desempeño. Adicionalmente, no estaría de más que los empresarios y plataformas de contacto que utilizan servicios de motociclistas tuviesen la obligación de exigirles medidas de seguridad vial, el deber de capacitarlos periódicamente en temas viales, auspiciar cursos relacionados y ser solidarios por las infracciones viales de domiciliarios y mototaxistas.

No se puede dar más largas al caos vial ocasionado por los motociclistas infractores. Son multitud, pero ese hecho no les da patente de corso para infringir las normas y poner en peligro a los demás transeúntes. O las autoridades por primera vez actúan decididamente o la sociedad sucumbirá para ante el peligro de la “la nueva ética vial” que representan los motociclistas infractores en las calles de Colombia.

 

 

 

 

 

 

 

 

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