Sobre intolerancia intelectual, (in)cultura y cancelación

Soy un convencido de que existe un movimiento pendular que regula las sociedades humanas. Esto quiere decir que ya sea por moda, cansancio o desgaste, los sistemas y corrientes político-culturales tienen fecha de caducidad. Van y vienen. Seguramente, el oscuro momento que vivimos ahora es consecuencia de una lógica erosión del sistema capitalista de los últimos 60 años. Y la consiguiente búsqueda reaccionaria que cambie la situación de descontento.

En la historia hay épocas para todos los gustos y colores, y en este momento el péndulo está en el lado más ultraizquierdista que recuerda la sociedad occidental desde siempre. No es un marxismo stalinista represivo de terror de los años 50´s. El de ahora es más sutil. Más de penetración por inmersión sociológica y cultural. En mi opinión hay un claro retroceso del desarrollo creativo, el motor imprescindible en una sociedad, y esta sería la causa principal de la situación en la que nos encontramos. Pregunto: ¿Cuántas películas que pueda decir que son ‘obras maestras’ ve cada año en el cine? Piense (tic-tac-tic-tac). Yo no recuerdo la última. Muy posiblemente tenga que ver algunos cambios recientes en la industria. La selección de actores o guiones en Hollywood se basa en la identidad y no en la excelencia.

Imposiciones DIE

Lo mismo ocurre con la concesión de los premios. Los tradicionales criterios de éxito como calidad, originalidad o dificultad de la obra han sido gradualmente sustituidos por la ideología del DIE (Diversidad, Inclusión y Equidad), de teórica buena fe, pero mal ejecutada. El cine actual ha perdido frescura, naturalidad, calidad, excelencia para convertirse en una especie de contador de historias simples con moralina constructivista y dogmática en una única dirección. Sean películas románticas o de superhéroes, da igual.

La literatura tampoco atraviesa su oasis particular. Pregunto ¿Qué escritores del siglo XXI podrían sentarse en la misma mesa que George Orwell, William Faulkner, Virgnia Wolf, Paul Auster, Franz Kafka, Marcel Proust, John Steinbeck, Thomas Mann, Gabriel García Márquez o Agatha Christie? sólo por nombrar unos cuantos gigantes del Siglo XX. (Tic-tac-tic-tac) De momento no se vislumbra nada excelso en estos años, como sí hubo decenas y decenas de grandes literatos en épocas pasadas.

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Si hablamos de artes las plásticas como escultura o pintura… ni siquiera hay debate porque los ‘expertos’ han cerrado el círculo de la crítica del arte sólo para esos mismos expertos, una suerte de endogamia clasista, siendo el resto una especie de pobres mortales que no tenemos capacidad para entenderlo. Y además es así porque sí, y no se discute, se impone por la fuerza moral de una legitimidad dada por no sé quién. Si la percepción y la belleza del arte siempre fue minoritarias, el arte contemporáneo lo es mucho más.

El ‘rey’ Reguetón

¿Y la música? Ese es tema aparte por ser el arte más popular. Valorando que, por supuesto, también hay bandas o artistas que intentan evolucionar el Pop, el Rock o el Tecno de una manera digna, convendrán conmigo que si LaRosalía es la nueva Madonna, Daddy Yanki el Freddie Mercury actual, O BTS son los Beatles del siglo XXI, mal vamos, muy mal. La imposición del Reguetón como género preferido por los jóvenes, con sus ritmos y letras facilonas, es un síntoma más del declive intelectual en el que estamos.

Me queda la duda de saber si la pobreza intelectual y el sectarismo cultural han invadido la política, o bien las políticas públicas son las que han determinado este sectarismo y pobreza intelectual. ¿Quién arrastra a quién? Sí veo una clara conexión de esa decadencia creativa y cultural con la desaparición de la sana confrontación de las ideas en la esfera pública dando paso al sectarismo, a las trincheras ideológicas. Así como cada vez se discute menos de política, cada vez los artistas tienen más miedo a escribir o expresarse libremente a riesgo de ser cancelados. El cuestionamiento de las cosas ha dejado de ser una prioridad en el público, y eso hace que baje el nivel de exigencia y, por consiguiente, la calidad artística.

La educación superior y las universidades son un buen punto de partida para entender la situación en la que estamos. En las universidades de medio mundo, el neomarxismo cultural en forma de pensamiento woke es una versión extrema de la ‘corrección política’. Pero llevado a unos límites en los que posturas supuestamente progresistas se han convertido en microfascismos que atentan contra las libertades individuales. Hoy en día se cancela o excluye en aras de la inclusividad, se censura en aras de la libertad de expresión y se reprime en aras de la libertad. De locos.

Corrección política al extremo

El relativismo posmoderno ha desembocado en un sistema en el que la tolerancia de opiniones diversas se ha convertido en la intolerancia absoluta hacia cualquier opinión controversial que cuestione lo woke. La corrección política, que buscaba el juego limpio de los regímenes de poder se ha convertido en la coartada perfecta para que ciertos grupos sociales se aprovechen para apoderarse ilegítimamente del pensamiento y la libertad. Y también para hacerse millonarios a costas del colectivo.

El ámbito universitario, que naturalmente y por tradición es ‘progresista’, se ha convertido en el dominio más retrógrado, en el que hay cosas que no se pueden decir ni cuestionar a riesgo de ser cancelado. Universidades privadas TOPde Estados Unidos como son Columbia, Princeton o Stanford son nidos de sectarios a la caza de los disidentes del mensaje único. Cientos de profesores fueron despedidos en los últimos años por discrepar. Una caza de brujas al más puro estilo ‘macartista’, pero al revés. Un retroceso de 70 años en el régimen de libertades. Nuevamente, el movimiento pendular en su extremo más intransigente.

La libertad académica, que debiera existir precisamente para garantizar la búsqueda de la verdad al margen de cualquier imposición ideológica, se ha sustituido por otro régimen en el que cada vez hay más cosas que no se pueden decir o cuestionar. En lugar de enseñar a los alumnos a debatir, reflexionar y a sobrevivir los conflictos, se les “protege” de no sé muy bien qué.

Momias en el punto de la polémica

La academia no sólo ha generado esta revolución cultural, sino que ha sido el primer lugar asolado por ella. Un ejemplo bobo, la semana pasada los Museos del Reino Unido hicieron pública una nota de prensa en la que prohibían el uso de la palabra “momia” porque podría resultar ofensiva, ahora habrá que denominar a las momias de toda la vida “personas momificadas”. Mire usted, si esto es lo más inteligente que pueden aportar al panorama cultural e intelectual mejor estense callados.

La permeación de la wokeidad en medios de comunicación, el cine, la música, la industria de la moda, la publicidad, la literatura, el teatro, los museos, e incluso la creencia religiosa, en mi opinión es un freno a la libertad de pensamiento, a la verdadera capacidad de creación. Una catástrofe cultural de consecuencias aún no medidas porque sin una élite intelectual, y una comunidad de artistas libres en vanguardia ¿hacia dónde evolucionamos?

Estamos ante una nueva religión, no es ciencia ni conocimiento. Es la imposición de un dogma identitario y extremista del que no te puedes desviar, a riesgo de volverte un hereje. Es curioso además que lo ‘woke’ defienda la aceptación de todas las identidades sexuales y étnicas salvo una: la del heterosexual occidental de tradición judeocristiana, a la que culpan de todos los males y que es necesario cancelar, incluso con violencia si se da el caso. Ojalá este péndulo en el que estamos sea una moda pasajera y no nos joda demasiado todo lo construido.

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