El emprendimiento es una de las actividades que ha impulsado a las economías locales y globales a lo largo de la historia, es un dinamizador de las sociedades y es, además, inherente al ser humano. De acuerdo, con el economista Ludwing von Mises y su obra La Acción Humana (1949), todas las personas somos potenciales emprendedores desde nuestro nacimiento, esto debido a que llevamos en nuestra condición la acción humana; que no es otra cosa que nuestro comportamiento intencional frente a las condiciones económicas y sociales del entorno que además, nos permite hacer nuevos descubrimientos.
De hecho, los seres humanos ejercemos la función empresarial todos los días en el momento que usamos diferentes medios para lograr fines específicos. En otras palabras, el concepto de función empresarial nos dice que las personas actuamos para modificar el presente y conseguir objetivos nuevos a futuro. En este sentido, todos somos potenciales emprendedores, es más, el origen mismo de la palabra “empresa”, procede del latin in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir y, el descubrimiento está presente en nuestra cotidianidad.
En Colombia pese a las grandes dificultades de crear empresa las personas están tomando la decisión de hacerlo. Según el Global Entrepreneur Monitor (GEM), el 53 % de la población colombiana tiene el propósito de crear empresa. En este contexto, según Confecámaras, en el 2021 se crearon más de 307.000 empresas, lo que se traduce en un crecimiento del 10,6% frente al año inmediatamente anterior. Esto nos muestra la intención y acción que tenemos los colombianos por descubrir nuevas oportunidades.
Sin embargo, esta intención no siempre está sustentada en una estrategia, un plan o la identificación de una oportunidad en un mercado, lo cual incide en una alta tasa de mortalidad empresarial; y es que de cada 5 empresas creadas 3 cierran antes de los tres primeros años de operación. Y es ahí en donde debemos apoyar al emprendedor con incentivos económicos y sociales. Sin lugar a dudas, se necesita de mayor orientación y acompañamiento real.
Un ejemplo de esto, son las incubadoras que trazan una línea estratégica clara para las nuevas ideas de emprendimiento que surgen en el país. Asimismo, se necesita mayor apoyo del Estado, sobre todo, en las regiones del país en donde las cifras de emprendimiento e innovación no son tan alentadoras. Bogotá ocupa el primer lugar en el índice de innovación con un 77.8%, seguido de Antioquia con 61.4% y Valle del Cauca con 51%, mientras que departamentos como Guainía, Chocó, La Guajira, Vaupés y Vichada ocupan los últimos lugares con menos del 20%. Debemos trabajar arduamente para poder fomentar la innovación y el descubrimiento en las nuevas generaciones en todo el territorio nacional.
Existen ecosistemas que permiten desarrollar cultura empresarial en las personas, un ejemplo es el papel que juega la academia en los estudiantes y sus centros de investigación para el emprendimiento, que hoy por hoy son escasos y únicamente están presente en algunas instituciones del país. Asimismo, el uso de las nuevas tecnologías en pro del desarrollo de nuevas ideas, se requiere de una alfabetización digital y romper las brechas de acceso a la información. También es importante articular el tejido empresarial con el sector privado y público con el fin de encontrar mayores oportunidades.
Pese a estas dificultades estoy convencido de que Colombia es un potencial jugador de emprendimiento en la región y el mundo, no obstante, nos queda un largo camino por recorrer, pero de algo no tengo duda ¡Todos somos potenciales emprendedores!
Consultor empresarial