Tóxicos y toxicidades

La desmedida fe en sí mismos es tal vez la debilidad más grande de los poderosos. Un día los suben a un pedestal y al otro los pinchan, como a un globo, parafraseando el ya-no-tan velado mensaje de Armando Benedetti a Laura Sarabia. Finalmente, había sido uno de los operadores políticos más exitosos en los últimos gobiernos. Hasta hoy.

En la campaña, Benedetti logró convencer al hoy presidente y a gran parte de la izquierda de que la intermediación política, es decir, el clientelismo, era la clave de la victoria. Sostenía que un gran acuerdo nacional implicaba incluir a los políticos y sus clanes, quienes tradicionalmente habían sido juzgados por la izquierda. Incluso llegó a convencer a grandes sectores de la izquierda de que eso, y nada más que eso, era “la política”. Muchas personas, convencidas de la causa, aceptaron acallar sus reparos mientras le gritaban “moralistas” a aquellos que veían poca conveniencia en la alianza.

No es difícil imaginarse cómo Armando Benedetti obtuvo el poder que llegó a tener, tanto en la campaña petrista como en el Gobierno. En Colombia, los liderazgos políticos, de izquierda o de derecha, tienden a ser profundamente autocentrados. Así, una combinación de adulación, obediencia y cierta eficacia es mal confundida con lealtad, y las personas virtuosas en este arte se quedan con grandes tajadas de pastel. Cuando son funcionarios, su trabajo diario se centra en conservar o ampliar su propio poder, casi nunca en producir buenos resultados o políticas. Ese es un ejercicio menor: si sale bien, es mi mérito; si sale mal, es culpa de alguien más.

De esta manera, la relación entre dos liderazgos profundamente tóxicos, el de Armando Benedetti y el de Laura Sarabia, el primero mentor de la segunda, hizo temblar al presidente Petro hasta el punto de tener que retirarlos a ambos del gobierno, priorizando esta telenovela sobre temas mucho más relevantes para la agenda presidencial. ¿Por qué terminamos así?

Hay algo cierto y es que ningún presidente se ha podido elegir sin contar con este tipo de operadores políticos que llevan décadas gozando de privilegios inmerecidos en dinero y contactos, y con tan poca ética pública que les parece muy normal que siempre haya sapos dispuestos a subirlos a su avión privado. Por eso, las oficinas de la presidencia siempre han tenido cerca uno o dos de estos operadores que mantienen a raya a los demás, ya sea a través de dádivas o de burocracia, a la que malamente llaman cogobierno. Este es el sistema político, o si se quiere, el mecanismo que opera en la sombra. Es verdad cuando Benedetti dice que Petro no se pudo haber hecho elegir sin su intermediación con la costa y sus clanes políticos.

Lo segundo es que para Armando Benedetti fue imposible aceptar que su otrora pupila no fuera “suya” y no le obedeciera ciegamente, como se supone que se debe hacer con los jefes políticos. En el momento en que Sarabia entró a la casa de Nariño, tenía una agenda propia, y con el paso de los meses esa agenda se fue haciendo mucho más grande y ambiciosa. Hay mucho de machismo y arrogancia en la reacción de Benedetti ante la posibilidad de compartir el poder con una muchachita que le debía todo en su vida y que, según él, no debía hacer otra cosa que obedecer. Claramente, la desobediencia de Sarabia, y lo que él considera una traición, lo llevó a perder la compostura. Sin exculpar a la ex secretaria de presidencia, quien tendrá que responder ante la justicia, a las mujeres se nos cobra mucho más la ambición, algo que Laura Sarabia aprendió al ver trabajar a su exjefe todos los días.”

¿Filtró Armando Benedetti todo a la prensa? Es una probabilidad, al igual que Laura Sarabia utilizara su influencia para fines personales. El tema de las chuzadas, horriblemente utilizado por el fiscal Barbosa, tendrá que ser resuelto por la justicia. En ningún caso se puede justificar el uso del poder para someter a una persona más vulnerable. Aquí no se pueden hacer concesiones. La ciudadanía ya ha hecho demasiadas. Pero si se fijan bien, amables lectores, estas personalidades comparten muchas actitudes tóxicas, desde enviar a la niñera a hacer compras a las 11 de la noche, utilizar el dinero público con fines personales, ya sea utilizando escoltas para pasear los perros o saltándose los procedimientos de la Cancillería para obtener beneficios personales. Debemos aprender algo de todo esto: el cambio no se logrará con ellos.

 

 

Buscar

Anuncios