¿Universidades colombianas libres de violencias?

Esta pregunta cobra cada vez más relevancia de cara a lo que ocurre en los campus universitarios en Colombia. Denuncias de cientos de estudiantes    que reportan cómo han sido acosadas de múltiples formas por sus profesores, directivas y también por sus compañeros. Aulas, bibliotecas, plazas y rumbas, se han convertido en espacios inseguros, peligrosos. Relaciones con profesores donde   evaluaciones, resultados de trabajos, acreditación de prácticas pasan, por someter a las alumnas, en especial a las mujeres, al mandato patriarcal de ser dominadas, tocadas, abusadas, violadas y callar, callar siempre. Cátedras en las que las   jóvenes son enviadas a la casa “a cocinar y a lavar “porque según dicen los profesores no están a la altura de las exigencias académicas de un régimen patriarcal de producción de conocimientos.

Y hay que recordar que el patriarcado siempre ha estado í presente en la cotidianidad de la vida académica: filósofas invisibilizadas por sus colegas, literatas que son desconocidas en convocatorias    para adelantar proyectos o participar en concursos., carreras que parecerían estar vetadas a las mujeres. Estas son sólo tres situaciones de muchas que viven las mujeres en las universidades.  Quizá   la diferencia hoy en día  es que las prácticas de sometimiento y  ley del silencio se rompieron y ello ha ocurrido  tanto por el activismo  que han adelantado las  colectivas feministas y los movimientos LGBTIQ+  en el campus universitario, como por el trabajo  de  grupos de académicos y e investigado@s quienes han entendido que hay una guerra contra quienes se atreven a desafiar los mandatos moralizadores de los   agresores y se han puesto en la tarea  de deconstruir cultural, social y académicamente  ese régimen, el patriarcado,   que en ocasiones ha resultado letal.

Poco a poco en las universidades colombianas se empiezan a abrir espacios para la discusión sobre un asunto que resulta tan espinoso. Hay una interesante emergencia de grupos de investigación, grupos de estudio de profesoras y estudiantes, semilleros, foros y mucho activismo dentro y fuera de las universidades para exigir espacios seguros e iniciar también reflexiones en torno a epistemologías feministas que sean reconocidas como otras formas de acercarse a la producción de conocimiento y al encuentro de saberes.  Podría decir que todo ello ha contribuido   a feminizar las universidades para que la ética del cuidado sea el principio que impregne las relaciones sociales y académicas que allí se despliegan.   La recomendación de algunas de las investigaciones adelantadas en las universidades y las realizadas por ONG´s defensoras de derechos humanos es que el abordaje para enfrentar las violencias de género, debe ser estructural y dejar de considerar que es un asunto marginal en el cual sólo están involucradas las mujeres.

Los protocolos que hoy rigen en algunas de las para prevenir y atender las violencias de género son un primer asomo que vale la pena destacar, pero la alerta que se he puesto, especialmente desde las colectivas, es que se cumplan y las instituciones cuentes con la información, los mecanismos, las instancias y los recursos para cumplir su propósito: erradicar las violencias de género y contribuir al cambio cultural.

Tuve la oportunidad de participar la semana pasada en la presentación del  Protocolo   para la prevención , atención, atención y sanción de las violencias basadas en género en la Universidad Pedagógica Nacional   un trabajo sólido y rigurosos desarrollado por un grupo de profesoras de la Universidad, cuyo propósito es : generar herramientas de  sensibilización, apropiación y actuación de las  acciones pedagógicas y disciplinarias para avanzar en la construcción de una cultura de los derechos humanos y el buen vivir. Allí estuvo presente el Rector Alejandro Álvarez, Vicerrectoras, profesores y profesoras, colectivas feministas y muchos estudiantes quienes fueron invitados a leer el protocolo, a enviar sus aportes   y a apropiarse de él como un medio para aportar a la justicia de género en su Universidad. Fue una bonita experiencia que debería repetirse en muchas universidades colombianas.

Termino este texto con una frase que la Profesora Alanis Bello dijo en el panel, al cual fuimos invitadas por la Universidad, para conversar sobre política de género y violencias: necesitamos una universidad donde todos los cuerpos sean posibles, donde cada vida cuente para ser vivida, una universidad donde se enseñe y se aprenda el cuidado.

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