El presidente odia ya al 60% del país. Su discurso difícilmente tiene otra lectura. Todos los días Petro, presa del rencor y de la frustración, insulta a una porción más grande de ciudadanos. Solamente el viernes pasado, como reconociendo por fin que había perdido la calle, dijo, palabras más, palabras menos, que todos los que salimos a marchar el martes somos esclavistas.
Para el mundo entero la esclavitud es un crimen internacional contra la humanidad. Es tan grave como el exterminio o la tortura. Mensajes como esos ya pasan desapercibidos, dentro de todo lo que nos dice a diario, pero son muy graves. No puede meterse con eso, por más presidente que sea, y por más hundido que esté su gobierno. Tiene que respetar. Es muy grave lo que está pasando con su discurso de odio y división, y esto puede terminar muy mal.
Gravísimo que el presidente no gobierne para todos. Lo hace, o al menos lo intenta sin lograrlo, para una minoría cada vez más pequeña. Es grave además que no oiga. Es más grave aún que piense que una reforma que le entrega los recursos de la salud a los políticos es lo correcto, y que quienes denunciamos que eso va a derivar en corrupción y clientelismo somos criminales.
Es grave que piense ahora que los delincuentes de lesa humanidad no son los miembros del ELN, cuyos llamados atiende muy puntual en la Habana, sin apenarse siquiera cuando lo desautorizan, sino nosotros los comerciantes formales. Los malos, los criminales, somos nosotros cuando alertamos que un periodo más largo de horas extras significa tener que repensar algunos turnos, lo que a nivel de todo el sector puede significar más desempleo y más informalidad. Y no porque seamos esclavistas y odiemos a la clase trabajadora, que somos nosotros mismos, sino porque este gobierno mediocre no ha dado condiciones para crecer, ni para mantenernos a flote en medio de las dificultades que él mismo genera.
Es muy grave que piense que somos delincuentes porque le recordamos que, por mínimo sentido común, hay que ahorrar en la juventud para gastar en la vejez. Porque le decimos que su reforma pensional es irresponsable, y va a destruir la sostenibilidad futura de nuestras finanzas públicas, mientras deteriora la situación de millones de personas que hoy están en el régimen de ahorro con solidaridad. Nos odia, en suma, porque le avisamos que su reforma pensional es improvisada e inconveniente para el país, y particularmente para la enorme clase media colombiana.
El martes 20 de junio de 2023 pasará a la historia por haber sido el despertar masivo de una Colombia que quiere que la gobiernen bien. 92 mil almas gritaron al unísono que no quieren ser gobernadas por un señor que trafica plata de dudosa procedencia en bolsas, que improvisa reformas mediocres y llenas de mermelada para congresistas a fin de que se las aprueben a la fuerza. Que pacta con criminales y odia a la gente.
Y, por cierto, al presidente hay que enseñarle, ya no solo economía y administración, sino además historia, pues ese 22 de mayo de 1951 sí significó el comienzo de una guerra civil, pero entre terratenientes conservadores del sur y el oeste de la Nueva Granada, y el muy triste gobierno de José Hilario López: dirigente liberal famoso por perseguir indígenas y sacar a patadas a los jesuitas. Que le cuente eso a la gente Petro desde el balcón, a ver si vuelve a tener la calle que ya perdió para siempre.