Así como vamos, para el año 2100 la tierra habrá alcanzado 3.3 grados centígrados más que la época preindustrial (antes del siglo XIX) como lo muestra el simulador climático del MIT. Los 14,000 científicos alrededor del mundo reunidos en torno al IPCC – Intergovernmental Panel on Climate Change (ONU) han establecido una meta física, técnica y económicamente posible de 1.5 grados de aumento (sobre la temperatura promedio de la tierra antes de la revolución industrial. Están alarmados, como lo indica en la revista BioScience (Oxford Academic): “advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica, y están pidiendo un cambio transformador” con urgencia, porque en el 2050 ya habremos superado los 2 grados (La paradoja del negacionismo). Esta es la primera ruptura que nos espera.
La humanidad mayoritariamente aún no está entendiendo las consecuencias funestas del cambio climático y de la pérdida de la biodiversidad para nuestra vida sobre el planeta, generadas por el consumo de todo tipo de productos para mantener la comodidad actual, por lo que no han cedido los contaminantes y la explotación de materiales en la naturaleza. Pareciera que el mundo le apuesta a que los adelantos tecnológicos van a solucionar el problema y que no es necesaria la conciencia sobre el problema, que cambie comportamientos.
En su libro 21 lecciones para el siglo XXI (Harari, 2018), entre muchos asuntos dice que tanto la biotecnología, con la genética principalmente, como la infotecnología, con inteligencia artificial, automatismo y robótica, podrían salvarnos del cambio climático y de la pérdida de la biodiversidad, que llegarían a dejarnos sin el espacio vital de la tierra, al menos como la conocemos hoy. Pero también advierte que un fuerte enigma se cierne sobre la humanidad por tener desconectados los aspectos tecnológicos con los humanos y éticos.
Desde su análisis, más profundo, en Crisis y revolución en el pensamiento científico contemporáneo: la hipótesis del Nuevo Saber (Delgado, 2006), escrito más de una década antes, su autor ya abordaba la explicación de los cambios que han venido con las rupturas en la ciencia desde el siglo XX. En las palabras de su autor, principalmente en tres tipos de avances: la física del micromundo (la física cuántica), la cibernética y las biotecnologías.
Con la física del micromundo los humanos empezamos a tener conocimientos para trabajar con los niveles fundamentales de la materia y de la energía. Pronto esa potencialidad de creación se transformó en las bombas atómicas convirtiendo los avances en destrucción. Desde entonces tenemos esa amenaza vigente.
Con la cibernética, incluyendo las ciencias de la información y la microelectrónica (equivalente a la infotecnología en Harari) la humanidad llegó a la creación de la vida artificial, expresada en sistemas autónomos, inteligencia artificial y robótica, y la interacción, hasta hace poco tiempo utópica, de la fusión de los dispositivos técnicos con los sistemas vivos.
Con las biotecnologías (equivalentes en Harari), con avances espectaculares: clonación, modificación genética de animales y plantas, y sobre todo, instrumentación de esos avances para producción a gran escala y en breve tiempo convirtiendo los laboratorios en industrias creadoras de vida en modo concentrado e intensivo.
Como se lee, en las tres hay la potencialidad de crear nuevas formas de vida. Ya no se trata de ciencia que observa, descubre y explica los fenómenos de la naturaleza. Y estos avances han llegado al mismo tiempo con evoluciones sociológicas y económicas que empeoran el enigma que se cierne sobre la humanidad.
La ciencia clásica excluyó a la ética desde Descartes en el siglo XVII al proclamar que la ética le era intrínseca a la ciencia, y por lo tanto la ética debía ser estudiada por la filosofía de forma separada. Tal separación llega hasta nuestros días en los que tenemos que enfrentar que la proclama de Descartes seguramente era válida para su época, pero no en la nuestra donde hemos visto los avances científicos convertidos en armas de guerra, dominación, destrucción e incluso, auto-destrucción. Sin ningún límite de comportamiento basados en una ética, con un similar nivel de desarrollo a la ciencia, en torno a los principios morales que construyan el respeto a la vida, el derecho a vivir de todo ser vivo y opuesto a cualquier forma de violencia o discriminación que ponga en peligro su vida.
En las centurias anteriores al siglo XX en los que la ciencia era observadora, descubridora y explicadora de los fenómenos naturales, la dicotomía de la ciencia y la ética se sobrellevaba con una sociedad conservadora y temerosa ante los avances de la ciencia. Por el contrario, en nuestra época ya no solo enfrentamos rupturas en la ciencia, que pasó de explicar los fenómenos de la naturaleza a tener la capacidad de crear vida, sino que ahora tenemos con una sociedad liberal, individualista, consumista, que se ha engolosinado con la comodidad, no solo con el bienestar alcanzado, y al mismo tiempo con una hiper concentración de la riqueza y una pobreza generalizada en el tercer mundo.
Nos esperan una o varias revoluciones, pese a la fuerte explicación de por qué ya una revolución no es posible (Han, 2022), en la que el filósofo coreano-alemán resume bien el meollo actual: el sistema capitalista neoliberal ha sabido esclavizarnos voluntariamente, sin siquiera ser conscientes del sometimiento, aun cuando creamos que estamos en libertad.
Pero revoluciones de mayor grado, verdaderas “rupturas epistemológicas” (cambios radicales de paradigmas en la ciencia, no simplemente modificación de los conocimientos existentes, sino que suponen un cambio radical en la forma de entender la realidad) en las ciencias sociales y humanas, para construir y establecer las interacciones éticas necesarias que permitan a la humanidad sobrevivir con éxito el cambio climático, la desigualdad, la pobreza y la hiper concentración de la riqueza.
Para lograr el equilibrio entre las ciencias naturales y exactas con las ciencias sociales y humanas, que corrija la concepción errada de la cultura científico-técnica por encima de la humanística, que integre ética y ciencia, desarrolle una sabiduría científica y moral integrada, y que dé como resultado ciencia con valores.
Ahora, después del siglo XX, ya sabemos bien que la ciencia en contubernio con el poder económico y sin marco ético, puede llevarnos a la destrucción o a la dominación total.
Referencias
Delgado, C. J. (2006). Crisis y revolución en el pensamiento científico contemporáneo: la hipótesis del Nuevo Saber. En C. Marletti, & P. Ravelo, El gesto de la filosofía hoy. La Habana: Edizioni ETS – Pisa Imágen Contemporánea.
Han, B.-C. (2022). Capitalismo y pulsión de muerte. Barcelona: Herder.
Harari, Y. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.
@refonsecaz