Bogotá, a través del tiempo ha tenido cambios buenos y malos, sin embargo, es innegable que hoy, son más de nueve, los barrios que están inmersos en la inseguridad. No obstante, barrios como Santa fe, en la localidad de los Mártires, además de delincuencia, está permeado por mafias, sicariato y vulneración de derechos.
Un barrio que comenzó a ser gestionado en 1939 y promocionado como residencial, comercial e industrial, que para entonces fue un sector privilegiado de la élite de la capital, morada de líderes políticos, embajadores, médicos y extranjeros, hoy es uno de los nueve sitios más peligrosos del país.
Una zona que nació con esmero y berraquera, de gente pujante y trabajadora, con los años comenzó su decadencia, convirtiendo casas en apartamentos y con los años, apartamentos en hoteles, y estos en posadas, y posadas en residencias hasta llegar a ser moteles y así, en los años 60, la prostitución, que en sus inicios era reservada y apartada, comenzó a multiplicarse por todo el vecindario atrayendo clientes y, con esto, la llegada de discotecas y bares clandestinos fue inminente.
Lo que ocurrió en el barrio Santa fe, se réplica hoy por muchas localidades de Bogotá y para los años 70, las problemáticas de drogas e inseguridad se intensificaron, abriendo la década de los 80 con una ola de narcotráfico que transformó esa vida residencial y empresaria de sus inicios, en vida y obra del crimen organizado.
En los años 90, la prostitución y el consumo de drogas se expandió de tal manera que para el año 2.000, esta zona fue declarada de tolerancia, convirtiendo el sector no solo en venta de drogas ilícitas, narcotráfico, sino, en comercios de autopartes robadas y trata de menores de edad.
Lo anterior, más que el relato de un barrio del centro de Bogotá es la historia de una ciudad descuidada y con muy poca planeación. Si bien es cierto que Bogotá ha tenido avances, es evidente que la ciudad está estancada en la inseguridad, indigencia, comercios informales, basuras, expendio de drogas ilícitas, desaparición forzada de personas, trata de menores de edad y falta de apoyo al comercio y pequeño empresario formal.
Entonces, la falta de seguimiento, control político y conciencia ciudadana, así como puede cambiar el entorno de un barrio, del mismo modo, puede cambiar la esencia de toda una ciudad, pasando de residencial, empresarial, industrial y turística, a ser cuna de la delincuencia y el hampa.
Hoy, los habitantes temen cuando una moto se les acerca o cuando el transporte público hace una parada inesperada. Contestar una llamada en la calle se volvió una travesía al igual que salir de un banco sin policía.