Empieza la campaña política para alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas y juntas administradoras locales y con estas arranca también la afanosa búsqueda de avales y apoyos políticos para presentar las candidaturas que competirán por estos cargos.
Si estas se hicieran por los movimientos que existen, no habría ningún problema porque quedaría muy claro que los aspirantes se someterían a las reglas de la democracia electoral, cosa que no sucede porque durante los meses preelectorales comienza la feria de solicitudes de personerías jurídicas de nuevos movimientos, muchos de estos de corte personal que no responden a ningún pensamiento o ideología sino a interés particulares.
Por supuesto no se le puede pedir ni solicitar al Consejo Nacional Electoral que le ponga freno a este asunto porque es claro que no lo hará. Todos sabemos que este órgano de control no actúa precisamente como lo que es, porque por la naturaleza de quienes conforman la sala plena, vive arrodillado a los partidos políticos a quienes se supone vigila.
Hoy existen más de 25 partidos a nivel nacional que otorgan avales, y existen más de 15 que esperan se les otorgue personería jurídica. A esto hay que sumarle que las campañas son locales y que muchos de los aspirantes competirán a través de movimientos significativos respaldados por las firmas de los ciudadanos de los municipios, ciudades o departamentos en disputa, lo que por supuesto hará que el número sobrepase los cincuenta movimientos políticos.
No creo que una democracia seria y que se respete se pueda ejercer con más de 50 partidos o movimientos que no responden a ningún pensamiento o al querer de un grupo de ciudadanos sino a intereses personales que en la mayoría de casos corresponde a los que tiene o representa la persona que los encabeza.
No es extraño entonces que personas que tengan cierto reconocimiento político decidan entonces no seguir actuando al interior de su partido de origen porque esto les obligaría en primer lugar a hacer la cola para que se avale su aspiración o la de sus candidatos y en segundo lugar a someterse a las reglas o las imposiciones del director de turno.
Por lo anterior, aunque parezca más engorroso salir a pedir la firma de los ciudadanos e inyectar plata de sus bolsillos, para un político es más sonoro crear su propio movimiento que no solo le significará el mantener su clientela electoral sino además el ingreso de los recursos por la reposición de votos que obtenga el candidato de donde el partido logra una buena tajada.
También es claro que al tener su propio movimiento, el dueño de la casa hará y dirá lo que se le de la gana sin tener que pedirle permiso a nadie.
Como vemos, la razón por la que en estos momentos los funcionarios del Consejo Nacional Electoral se encuentran en una carrera contra reloj por las solicitudes de personerías jurídicas, que no son pocas, no es precisamente porque se busque una mejor y mayor democracia.