¿Se lo explico con plastilina?

Por: Maylor Caicedo

El sueño americano se convirtió, desde hace algunas décadas, en el anhelo de personas del mundo que ven en los Estados Unidos el país de las oportunidades, donde podrían mejorar sus condiciones de vida. De eso se ha encargado el cine hollywoodense. Tras de ese sueño, algunos toman la decisión emprender un viaje arriesgado y tortuoso que los lleva a atravesar varios países latinoamericanos hasta llegar al río Bravo en la frontera de México con Estados Unidos.

En el imaginario común está el mito de que quienes deciden atravesar el Tapón del Darién y recorrer toda Centroamérica son, principalmente, haitianos y venezolanos, sin embargo, la travesía también la emprenden ciudadanos de todo el mundo. Según información del Servicio Nacional de Migración de Panamá, entre 2002 y la primera mitad del 2003 atravesaron el Darien 7.309 ciudadanos indios, 10.762 chinos, 3.921 afganos, 54.486 ecuatorianos, 2.302 somalíes, 2.640 bangladesíes, 55.734 haitianos y 250.882 venezolanos, entre otros. Uno de los datos más dolorosos es el alto número de niños, niñas y adolescentes que atraviesan el Tapón. Un total de 40.458 han atravesado en lo corrido de 2023, siendo siete veces mayor en comparación con el mismo periodo del año anterior.

Las razones para ir al país del norte son variadas: deterioro de la situación socioeconómica generada por la pandemia del Covid-19, falta de acceso a alimentos y servicios esenciales, inestabilidades políticas en el país de origen, persecución, inseguridad, reunificación familiar, etc.

Este desplazamiento masivo se volvió una crisis humanitaria en la que, quienes deciden hacerlo, recurrentemente se ven envueltos en cadenas de tráfico de personas, exposición a cruzar fronteras sin documentos, inseguridad en las rutas, agresiones de grupos delincuenciales, violaciones y abusos sexuales y flagrantes vulneraciones a sus derechos humanos. Caravanas de migrantes se convocan en ciudades centroamericanas para, desde allí, continuar el camino a Estados Unidos. Estas caravanas, que surgieron como una estrategia para enfrentar los desafíos y el peligro del viaje, suelen aparecer convocadas por activistas defensores de los derechos humanos y se forman a partir del “voz a voz” a través de mensajes que se difunden en las redes sociales, especialmente por Facebook.

Muchos viajeros vienen desde Brasil u otros países suramericanos, pero la primera llegada para atravesar el Tapón y emprender el viaje por Centroamérica es Necoclí. Desde allí se parte en una chalupa a Capurganá, para luego llegar a La Miel (Panamá) y atravesar la manigua llena de barro y peligro. Ya en ciudad de Panamá, los migrantes van de terminal en terminal atravesando ciudades, otros lo hacen caminando o pidiendo “aventones” por el camino. En la frontera entre México y Estados Unidos, el cruce puede parecer accesible, pero la presencia constante de la policía migratoria genera un ambiente de control y vigilancia. Algunos de ellos se entregan a la policía para que sea estudiada su solicitud de asilo. Otros, que deciden pasar por “el hueco” (como se le conoce a la forma ilegal de atravesar la frontera) deben contratar a un “coyote” que les pueden cobrar hasta 10.000 dólares y los transporta en condiciones infrahumanas.

Ya en Estados Unidos los migrantes y refugiados experimentan sentimientos de soledad, pues dejan atrás a sus seres queridos y se enfrentan a numerosas barreras lingüísticas y culturales. A menudo, se ven obligadas a vivir en condiciones precarias, trabajando largas jornadas y lidiando con la incertidumbre de su estatus migratorio. Además, la falta de apoyo y discriminación que pueden enfrentar también contribuyen a su profunda sensación de aislamiento

La mayoría de la información que acabo de presentar se encuentra en la exposición “¿Se lo explico con plastilina?” que expone el artista Edgar Álvarez en Bogotá en el Centro Cultural Gabriel García Marquez (Calle 11 No. 5 – 60), la cual estará abierta al público hasta el 30 de agosto. Utilizando la plastilina como herramienta, Edgar elabora figuras humanas que evidencian el flagelo por el que pasan estas personas. Luego toma fotografías de estas figuras en sitios emblemáticos, acompañados por pie de fotos impactantes. Él, quien vivió en Estados Unidos por varios años y ha hecho viajes recogiendo información por Centroamérica y el Darién, conoce de primera mano la situación de los migrantes y refugiados. Con el fin de lograr una integración convincente entre los personajes y los espacios reales, toma fotografías hasta encontrar aquella que logra la perspectiva y el tamaño real. En una charla informal que tuve con Edgar, me indicó que su siguiente trabajo se enfocará en estudiar y fotografiar la alarmante migración de ciudadanos ecuatorianos que, la mayoría de las veces se presenta por las condiciones económicas, los impactos del narcotráfico e inseguridad que vive este país. Invito a que asistan y conozcan la realidad de los migrantes y refugiados que deciden emprender este sufrido periplo.