Dama en la calle, puta en la cama

“Las mujeres deben ser unas damas en la calle y unas putas en la cama” ¿Qué hay detrás de este refrán popular? La psicóloga y asesora en temas de sexualidad y erotismo, Alejandra Quintero, le explica a Confidencial Colombia, cómo un inocente dicho popular puede reunir en pocas palabras un gran número de conceptos patriarcales y moralistas instaurados en lo más profundo de la memoria colectiva de esta sociedad.

Pensar, vivir y llevar al argot popular una expresión como “las mujeres deben ser unas damas en la calle y unas putas en la cama”, denota sin duda alguna una hipocresía sexual y erótica en las relaciones humanas. Dicha hipocresía resulta poco saludable y perversa para la sociedad.

Por un lado, esta afirmación evidencia cómo las relaciones humanas no son democráticas ni consensuadas. Además de convertirse en un atentado contra las relaciones eróticas y afectivas, “nos está demostrando que la mujer es ese objeto que satisface las necesidades sexuales masculinas y que fuera de ese campo debería comportarse diferente, ser distinta. Esa es una (erótica de la opresión”, Explica Alejandra Quintero, quien desde su revolución Erótica, Solar y Lunar busca una transformación de las relaciones entre seres humanos, donde se entiende al otro cara a cara, al mismo nivel de respeto.

Por esta razón Quintero propone una mujer que es dama y es puta, es divina y es profana, es virgen y es “demonia”, independientemente del lugar en el que se ubique. Es una invitación para que todas las mujeres y todos los hombres se reconcilien con su puta interior.

“Cuando la mujer se reconcilie con su prostituta interior, vamos a empezar a marcar un camino hacia la libertad, porque ya esa mujer gozosa, esa mujer puta, esa magdalena que llevamos dentro, esa prostituta sagrada, las hetairas, las geishas, cuando las reconciliemos, las aceptemos, cuando no nos genere ni ansiedad ni culpa gozar a partir de nuestros cuerpos, estaremos marcando, primero el camino hacia la liberación de la mujer y segundo, el camino hacia la felicidad, porque después de la liberación viene la felicidad y el amor” explica.

No obstante, no se trata solamente de liberar a la mujer, sino también a los hombres, pues una persona libre tiene el poder de contagiar a todo su entorno. “Nosotras vamos marcando esa ruta de emancipación y soberanía sobre nuestros cuerpos y los hombres se irán a sí mismo sumando a la emancipación de ellos como varones, porque a pesar que ellos son los opresores y nosotras las oprimidas del sistema patriarcal y hegemónico, eso no los hace dominantes; al contrario, los hace otras víctimas más” sentencia Alejandra.

Así que su propuesta de liberación parte de dos pilares: primero, cuestionar, destruir la hipocresía sexual colombiana. ¿Cómo? Destruyendo cualquier tipo de moral opresora, antinatural y antihumana. “Que no nos de miedo ser amorales, que no nos de miedo ser inmorales, porque después de no tener moral viene la ética, la ética es la auto imposición de los valores, la ética es definir por sí mismo qué es bueno y qué es malo. Una persona ética no permite doble moral”.

Y segundo, integrar la puta interior con la sacerdotisa sagrada. “cuando la mujer se ame como unidad completa, sin tenerse que dividir, sin que su sombra la avergüence, cuando se reconcilie con sus fantasmas y sus monstros, ese día llegará la verdadera liberación de la mujer” finaliza.

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