La censura no funciona: el porno se extiende en Oriente Medio

Resulta llamativo que la república islámica de Pakistán esté entre los países del mundo donde se consume más pornografía. Quizás una de las razones sea, precisamente, la prohibición de libertades individuales por la fuerte censura y el extremismo.

Shahid pasa las horas muertas escuchando recitaciones del Corán en el radiocasete del taxi o viendo videos porno por el móvil, mientras espera a que aparezcan nuevos clientes. Mayor de edad y “buen musulmán”, como la mayoría de paquistaníes es un devorador de pornografía por internet. Este taxista argumenta que el porno no tiene porque ser haram (hechos prohibidos por el Islam) y cita como ejemplo la extensa colección de pornografía hallada en la casa de Osama Bin Laden en Abbottabad.

“Es entretenimiento, no sexo”, insiste Shahid, oriundo de Peshawar, capital de Khiber Pashtunja, una de las provincias más conservadoras y cerradas de Pakistán. Hombres pastunes (la etnia mayoritaria en el noroeste paquistaní) de largas barbas, embozados en mantas de lana oscura, deambulan en los mercados de Peshawar entre los puestos especializados en venta de DVD piratas, donde hay desde videos de propaganda talibán a películas X.

Resulta llamativo que la república islámica de Pakistán esté entre los países del mundo donde se consume más pornografía. Quizás una de las razones sea, precisamente, la prohibición de libertades individuales por la fuerte censura y el extremismo. Algo tan normal como es una revista de moda tipo Vogue o Marie Claire ha de pasar primero por la institución federal que regula los contenidos en cine y televisión, así como publicaciones impresas e internet.

Tras superar la censura, las fashion magazine terminan transformándose en páginas llenas de tachones sobre el escote, los muslos o las rodillas de la modelo de las fotografías. Lo mismo ocurre con las películas o videoclips musicales en los que las mujeres enseñan un poco de carne. La imagen se vuelve borrosa en las zonas del cuerpo que se consideran eróticas. El resultado de esta restricción provoca el efecto contrario: a más represión, más se disparan las mentes calenturientas.

Un negocio floreciente en “el país de los puros”

El mercado negro de DVD porno, los cines ilegales en Peshawar, donde la venta de entradas es tres o cuatro veces mayor que en las salas convencionales, y las páginas de contenidos para adultos en internet se han convertido en los negocios más rentables y florecientes en “el país de los puros”. De poco sirve los sermones del viernes de los mulá (clérigos musulmanes) en la mezquita para inducir a los musulmanes a no pensar en el sexo o a no consumir pornografía.

Hace dos años, el mayor partido religioso paquistaní, Jamaat Islami (JI), llevó a cabo una intensa campaña de presión para que las autoridades bloqueasen las páginas con contenidos sexuales. En noviembre de 2011, la Autoridad de Telecomunicaciones (PTA) procedió al bloqueo de las 1.000 webs pornográficas más visitadas en Pakistán. La medida disparó la venta de DVD y CD porno en los mercados negros de Peshawar, Lahore y Karachi, y de programas piratas para reabrir páginas web.

Pero el consumo masivo de porno en internet no es sólo un fenómeno en Pakistán o el vecino Afganistán, también está extendido en las conservadoras sociedades de los países del Golfo y de Oriente Medio.

La censura no funciona: el porno se extiende en Oriente Medio


Los gobiernos árabes siguen presionando con medidas de censura para frenar el elevado consumo de porno en Internet, pero sin obtener ningún resultado. En Túnez por ejemplo, tras la caída de Ben Alí se han endurecido las políticas de censura sexual con el Gobierno islamista de Ennahda, elPartido del Renacimiento. Algo similar ocurrió con el régimen islámico de los Hermanos Musulmanes en Egipto: mientras crecía el descontento en las calles del Cairo, sus señorías pasaban horas y horas discutiendo en el Parlamento una nueva legislación antiporno, con un presupuesto cercano a los 4 millones de dólares. Bajo su criterio, no había otras prioridades más importantes en el país del Nilo.

En Líbano, donde aparentemente hay cierta libertad sexual, sobre todo en la comunidad cristiana, la censura prohibió en octubre la proyección de la película libanesa Te ofrezco placer, un film que trata sobre las relaciones sexuales adolescentes. La opera prima del joven cineasta Farah Shaer, de 26 años, fue descalificada en el Festival Internacional de Cine de Beirut por su contenido “demasiado sexual”. Contiene unas escenas en las que una joven se baja las bragas.

Los internautas árabes son los que más visitan las páginas web con contenidos para adultos, como consecuencia de la represión sexual que se vive en la región. Según Google AdWords, el 10% de las búsquedas mundiales en internet de la palabra “sex” lo representan los 22 estados árabes. O, lo que es lo mismo, un total de 55,4 millones de usuarios de internet mensuales de los 22 países árabes buscan en Google la palabra “sex”, sin contar otras 24 millones de búsquedas de “sexo” trascrito en árabe. Esta cifra iguala a Estados Unidos e India juntos, dos países considerados a menudo como líderes mundiales en el consumo de pornografía.

Sin embargo, no todos los países árabes consumen pornografía por igual. Egipto, el país árabe más poblado, parece ser el mayor consumidor de porno en Internet en términos generales, con un 44% de las búsquedas de Google de la región, seguido por Irak y Libia.

Los hábitos de consumo de pornografía online entre los musulmanes han ayudado a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos a monitorizar a radicales islámicos. Una nueva filtración de Edward Snowden ha revelado, recientemente, que la NSA espió la actividad sexual online de supuestos “radicalizadores” con el objetivo de “restarles credibilidad y desacreditar su reputación y autoridad”. La agencia monitorizó durante meses las visitas a páginas porno y conversaciones subiditas de tono con mujeres de seis presuntos islamistas afincados en varias partes del mundo, tres de ellos de origen saudí y los otros de Reino Unido.

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