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Orgasmos espontáneos: ¿cielo o infierno?


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Parece ser que, efectivamente, hay gente que nace con la capacidad de vivir orgasmos sin la necesidad de ser estimulados de manera externa, ya sea por otra persona o por uno mismo. Para algunos de ellos es un don; para otros, una maldición que, además, se hace muy difícil de confesar.

Una división entre ambos estadios, el del cielo y el infierno, que obedece al motivo por el que se producen dichas experiencias: en unos casos, la pura imaginación erótica; en otros, una patología para la que aún no existe cura.

Uno de los retos de la ciencia

Aunque parezca una materia relacionada con la meditación oriental, el yoga y el sexo tántrico, lo cierto es que la ciencia ha estudiado este fenómeno desde hace más de un siglo al preguntarse por esos orgasmos sin origen aparente.

A comienzos del siglo XX, el sexólogo, médico y activista británico Havelock Ellis ya escribió que “concentrarse en imágenes sexuales, entre otros estímulos, puede conducir a orgasmos espontáneos en ambos sexos, incluso en personas completamente normales”.

La neurofisiología aún no ha conseguido esclarecer todos los misterios que rodean a estos orgasmos. Pero no ha sido hasta hace relativamente poco que se ha podido llegar a conclusiones más o menos acertadas a partir de los avances de la neurofisiología. Y, aun así, muchas de las ideas que hoy se manejan no han podido ser demostradas por completo.

Algunas personas manifiestan que son capaces de alcanzar un nivel tal de excitación psicológica gracias a su imaginación que pueden alcanzar el orgasmo sin necesidad de manipular sus genitales. Sin embargo, y a diferencia de otras categorías, no se trata de un orgasmo espontáneo, puesto que hace falta un gran esfuerzo (y concentración y excitación) para alcanzar el clímax de esta manera.

¿Es posible el clímax sin estimulación?

Pensar en sus propios senos activaba las zonas del cerebro relacionadas con el placer. Según un estudio realizado por neurólogos de la Universidad de Rutgers, los centros del placer cerebrales que se activaban cuando las mujeres analizadas pensaban en imágenes eróticas eran exactamente los mismos que cuando se tenía un orgasmo.

Dicho de otra forma, se trata de regiones tan cercanas en el cerebro que, como dos vecinos que se dejan la sal cuando a uno de ellos no les queda, se comunican tan a menudo que es posible forzar la conexión a través de la mera estimulación psicológica. En ese estudio, sus responsables se dieron cuenta de que el mero hecho de pensar en sus propios senos o en sus genitales activaba dichas zonas del cerebro.

Existen diversas técnicas que, en teoría, tras un conocimiento profundo, permiten alcanzar esta autosatisfacción para vagos. Están muy relacionadas con el sexo tántrico que tanto ha permitido fanfarronear a Sting o a Sánchez Dragó, y que también utiliza técnicas de la meditación y el yoga. Pero si en el tantra el orgasmo es lo de menos, en este caso, el objetivo final es alcanzar el clímax.

Barbara Carellas, artista y sexóloga estadounidense, es una de sus principales defensoras, y ha conseguido dominar la técnica, basada en la “energía y la respiración”. En su opinión, esta es una concepción completamente nueva de la sexualidad, ya que cree que “nuestra sociedad está extremadamente limitada en su concepción sobre el sexo”.

¿Qué me ocurre?

Un día cualquiera, no sabes qué hora es, y te descubres viviendo un potente orgasmo. No sólo, a diferencia de la categoría anterior, no estás pensando en nada erótico, sino que incluso puede ser que todos los signos que te rodean en tu entorno no puedan ser más anti eróticos.

¿Qué ha ocurrido entonces? Este es uno de los grandes misterios, a pesar de que suele estar asociado con los mismos mecanismos que dan lugar a las poluciones nocturnas. Es el que más se ha estudiado, seguramente también porque es uno de los más misteriosos.

Los orgasmos espontáneos pueden producir tanto placer como incomodidad. Puede deberse, como ocurre en el caso de ese tipo de eyaculaciones, a problemas nerviosos en los músculos genitales, una próstata congestionada o la ausencia de eyaculación durante la vida consciente. También se categoriza de manera equivocada dentro de este grupo los orgasmos ocasionados de manera fortuita, como por el roce del sillín de una bicicleta o por la acción de alguna vibración en el asiento.

Algunos de los testimonios indican que esta clase de orgasmos se producen en situaciones de una alta ansiedad o estrés; otras, que los sufren durante la noche, por tener “la vejiga llena”; y hay algunas embarazadas que los viven sin poder darle ninguna explicación. Dependiendo del contexto en el que se produzcan, pueden generar tanto placer como un extraño malestar: si se sufre conduciendo probablemente no sea lo más agradable (ni recomendable para la seguridad de los conductores), pero si se produce cuando uno está en la cama, quizá lo mejor sea relajarse y dejarse llevar.

PGAD (Persistent genital arousal disorder, es decir, “desorden de la excitación genital persistente)

Esta es la más trágica de las maneras de alcanzar el clímax de manera espontánea, ya que condujo al suicidio a Gretchen Molanne, la mujer que reconoció sufrir 50 orgasmos al día. Lo que en otros casos sería una fuente de diversión o, visto desde lejos, de chanza, para ella era una patología que le obligaba a masturbarse compulsivamente para frenar su continua excitación.

El PGAD no tiene nada que ver con la ninfomanía. En ocasiones se ha comparado esta dolencia con el síndrome de las piernas inquietas. Aunque parezca un paralelismo frívolo, en realidad el origen de ambos problemas es semejante: una disfunción en el sistema nervioso. Otros médicos creen que algunos casos pueden deberse a una malformación en la arteria pélvica.

Esta enfermedad, que fue diagnosticada por primera vez el año 2001 por Sandra Leiblum, no tiene ninguna relación con el deseo sexual, por lo que no tiene nada que ver, por ejemplo, con la hipersexualidad o la ninfomanía, pero sí con el priapismo masculino, que hace que el pene quede erecto en ausencia de estimulación física o psicológica. Esta enfermedad tiene un problema añadido: debido a que el sexo es aún un tabú, para un amplio porcentaje de la población resulta complicado reconocer que se sufre delante de un médico.

Por El Confidencial

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