Producido por el director alemán Markus Schröder esta película, como lo expresa su reseña, “sigue a dos excomandantes del grupo rebelde FARC-EP cuando regresan a una sociedad colombiana hostil después de 50 años de guerra civil. Pronto aprenden que los partidos de fútbol simbólicos contra antiguos enemigos no pueden curar las cicatrices del conflicto. Cuando el nuevo presidente descarrila el proceso de paz, sus nombres aparecen en las listas negras de los paramilitares, sumergiendo sus vidas en una lucha por la supervivencia” (https://vimeo.com/751600505).
Con esta película se muestra, desde un fragmento de mi historia de vida, un retrato humano y esperanzado donde el deporte es un espacio para construir paz y aunar esfuerzos para la reconciliación en territorios como el Chocó. La película se comienza a grabar en el 2018, recorriendo Bajirá, La Blanquita (Frontino), Quibdó, Río Atrato y Medellín. Se terminó de grabar en Marzo de 2022.
Este documental de 83 minutos será estrenado en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), el festival de cine más antiguo de América Latina, fundado en 1960. En esta versión 62 “la temática girará en torno al ‘ciberfeudalismo’, ante el auge de la inteligencia artificial y de la relación entre los ‘terratenientes’ digitales y el ‘campesinado’ electrónico”.
Como firmantes de paz este experiencia en el cine nos da una oportunidad de narrarnos y mostrar el rostro humano de la reincorporación, en un contexto tan adverso como lo fue el anterior gobierno que quiso hacer trizas los acuerdos. El documental de 83 minutos pretende mostrar la esperanza de paz en medio de la turbulencia social y hace parte de la sección DOCUMENTES HECHO EN CASA.
Ojalá el cine y estos espacios de festivales sirvan para crear más conciencia sobre los Acuerdos de Paz y sobre la importancia de su implementación para cortar con los ciclos de violencia que hemos padecido en Colombia. En este que es el gobierno del cambio y de la esperanza, esperamos que la cultura y los espacios que esta abre sirvan para ir tejiendo y construyendo una paz más cotidiana. Y que se tenga la conciencia de que el Acuerdo de la Habana es la base para la llamada paz total, que no se le puede engavetar como un mero documento sino que necesita de muchos más espacios pedagógicos y que la sociedad se lo apropie, sobre todo en momentos donde se sigue poniendo en riesgo la vida de firmantes de paz en diferentes espacios territoriales.