Los calvos son más maduros, sexys y se enferman menos

Investigadores de una universidad de Estados Unidos lo tienen claro: la calvicie ya no es un estigma social, sino que ahora se identifica con la madurez, inteligencia y capacidad diplomática. Dicha investigación afirma que los calvos imponen autoridad sin causar rechazo. Además, los hombres que comienzan a ser calvos a una edad temprana son hasta un 45% menos propensos a ser víctima de cáncer de próstata en la edad avanzada.

Durante años, quedarse calvo se ha considerado un drama… y para muchos aún lo es. Pero los últimos estudios desvelan que los calvos tienen muchas virtudes. Lo que dicen ahora los estudios científicos es que los hombres calvos son percibidos como socialmente más maduros, inteligentes, educados y honestos en comparación con los hombres que presumen de mata de pelo. Los investigadores creen que la calvicie ha evolucionado socialmente, está más de moda y se identifica para señalar a hombres que ejercen una posición masculina pero que no se ve como una amenaza.

A la edad de 35 años, alrededor del 45% de los hombres empiezan a notar cómo pierden cabello. Esta pérdida aumenta al 65 por ciento cuando se llega a los 60 años. Y sí, la calvicie se hereda.

Los investigadores de la Universidad de Barry en Florida señalan que la visión de la calvicie ha cambiado en la sociedad. Los resultados del estudio mostraron que los hombres con una gran cabellera tenían las calificaciones más bajas de madurez social.

Normalmente, los signos de atractivo en los hombres suelen ser la altura y la musculatura, y sí, la calvicie restaba atractivo, pero aumentaba otras cualidades. Es como si las personas calvas recordaran ahora socialmente a los bebés.

Un estudio realizado en 2010 también dio alegrías a los calvos. Señalaba que los hombres que comienzan a ser calvos a una edad temprana son hasta un 45% menos propensos a ser víctima de cáncer de próstata en la edad avanzada.

Lo decían los científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Seattle, donde estudiaron a 2.000 hombres de 40 a 47 años de edad, la mitad de los cuales habían sufrido cáncer de próstata.

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