Por: Juan Camilo Castellanos M.
Bogotá es la ciudad que más turismo recibe en el país, muchos creerían que es el hermoso corralito de piedra, o la perla de sur América, pero no, las cifras no mienten, solo en 2019 periodo pre pandemia, Bogotá recibió 98.000 visitas de extranjeros, según cifras de Migración Colombia, que luego para el periodo post pandemia de octubre de 2021 a octubre de 2022, ascendió a más de 113.000 visitantes extranjeros que manifestaron tener como destino de hospedaje la ciudad capital de El Dorado, la capital de la comarca del Cóndor.
Ahora bien, si hablamos del turismo nacional la cifra es aún más elevada, puesto que más de 1.098.000 visitantes llegaron a la ciudad en el mismo periodo a través de la terminal de buses de la ciudad, sin contar los que lo hacen por vía aérea, lo que hace de esta capital un verdadero “hit” para la industria del turismo con todos sus componentes; hospedaje, entretenimiento, guianza, gastronomía, transportadores, entre otros.
Bogotá en menos de 4 años ha sido galardonada en múltiples oportunidades en los OSCAR del Turismo Mundial, los “World Travel Awards” o Premios Mundiales de Turismo, por ejemplo, en la categoría de “atracción de eventos en equipo”, “viajes de negocio” y en los “Creative Tourism Award”, ganamos con “Los Fantasmas de La Candelaria”.
Esta gran industria, la del turismo, le genera a la ciudad enormes ingresos económicos, pero hoy no conocemos a ciencia cierta cuantos son, se tienen datos suministrados del Banco de la Republica y ProColombia que hablan de más de U$ 3.207.5 millones de dólares en el país por efectos de intercambio de divisas producto del turismo.
Dicho esto, observando datos, premios, noticias positivas y conversando con amigos del sector como ASACAN, ACODRES, ANATO, ZONA C, entre otros, me queda claro que Bogotá aún podría dar más, podría vincular a más circuitos turísticos no depredadores, como, por ejemplo, los centros fundacionales de la ciudad que hoy por hoy, se encuentran en gran deterioro y abandono.
La razón de ello es básica, tenemos un instituto de patrimonio que sobrevive con un exiguo presupuesto cercano a los 10 mil millones para pagar la mínima nomina técnica que posee y que debiera ser mucho mayor, para así de manera efectiva, proteger el patrimonio inmaterial y natural, a la vez de mejorar la infraestructura del patrimonio material de la ciudad, no solo por su valor histórico, sino su valor de nación.
Si esto se lograra, se potencializa la ciudad, se protege verdaderamente nuestro patrimonio y como plus, tendríamos una industria turística mucho más robusta, generando más empleo digno y ganancia más incluyente para las comunidades en los territorios, la misma industria serviría para generar recursos circulares que permitan sostener ese patrimonio material, inmaterial y natural de la ciudad.
Me explico, tenemos como ya dije los centros fundacionales, lo construido hace unos 400 años, (patrimonio material), que hoy está abandonado, pero que sí se recuperara serian destinos turísticos atractivos tal como lo es hoy la localidad de La Candelaria centro histórico fundacional de la ciudad.
Pero también tenemos en la localidad de Usme, la antigua hacienda de Don. Antonio Nariño, el precursor de la libertad hispanoamericana, en esta localidad también hay un centro fundacional, el parque Entre Nubes, y unas veredas como el Uval que ofrecen paisajes exuberantes (patrimonio natural), típicos paisajes atractivos para nacionales o extranjeros, con acentos y sabores gastronómicos típicos (patrimonio inmaterial), que puede generar movilidad turística en la ciudad, para propios, nacionales y para extranjeros, con ello, ingresos para los habitantes de dicha localidad y mayor oferta de atractivos para los visitantes.
Esto mismo sucede en Fontibón, donde su centro fundacional está abandonado, donde aún hay fábricas de cervezas artesanales de inicios del siglo XIX, donde está el humedal Meandro del Say que puede ofrecer avistamiento de aves migratorias y endémicas que es en sí mismo la línea de mayor crecimiento del turismo mundial, el llamado turismo contemplativo experiencial y el de avistamiento de aves, esto daría recursos para las comunidades, pero a su vez para la protección del mismo destino del patrimonio natural y material.
Este tipo de potencialidades se da en igual forma con Kennedy, Engativá, Suba, sus humedales de Tibabuyes, el Burro, La Vaca o Capellanía, entre otros, también se da en un sector mucho más consolidado como Usaquén, pero si construyéramos una política pública seria, concertada con operadores, empresarios y emprendedores comunitarios de dichos sectores, se desarrollaría el turismo en la ciudad.
De esta forma, es posible la utilización de los recursos económicos que genere el sector en el sostenimiento mismo del patrimonio material, inmaterial y natural, a la vez que generaría empleo formal directo e indirecto para las propias comunidades que podrían pasar a ser parte del sector productivo formal y empresarial.
Creemos que esto es realmente posible, pero para ello, debe haber una decisión política para optimizar los recursos de la ciudad, no en dos institutos como lo son el de turismo (I.D.T.), o el de Patrimonio (I.D.P.C.), sino en una entidad más potente como una Secretaría del Turismo.
Dicha entidad, no costaría más, surgiría de la integración de los recursos hoy existentes pero disgregados de dichos institutos y en su estructura, tendría la promoción y articulación de las fuerzas vivas que intervienen en el sector turístico de la ciudad, a la par de herramientas normativas y recursos para revitalizar el patrimonio material, inmaterial y natural que permita habilitarlos para la potencialización del sector turístico de la gran capital de Colombia.
Bogotá debe pensar en invertir en sus potencialidades, para que a su vez, Bogotá pueda realizarse con beneficios para la ciudadanía en general, invertir para ganar.