El liberalismo retorna al pasado

COLUMNA OPINIÓN De seguir las cosas como van en el Partido Liberal Colombiano, muy pronto tendrán que eliminar del discurso de sus directivas y de la misma colectividad, la frase “Renovación Política”.

No es posible que en momentos en que nuestro país se alista para la firma de un posible acuerdo de paz con un grupo armado, que necesariamente tendrá que obligar a un reordenamiento político y gubernamental, los partidos políticos incluyendo el liberal, se resistan a ejecutar un cambio en su clase política regional y prefieran el continuismo de unos cuantos grupos y familias que en lo local han conformado fuertes maquinarias que por épocas quedan reducidas, se recomponen y regresan al mando, turnándose el poder en una forma casi que cíclica.

Como ejemplo de esto son los Guerra Tulena en Sucre, Los Name y los Char en el Atlántico, los López Cabrales en Córdoba, los Vives en el Magdalena, etc. Algunos de estos grupos aunque no hacen parte del liberalismo en estos momentos, no se puede desconocer que tienen origen en la colectividad y que fue con su aval, que en el pasado construyeron un emporio político – económico, que no permite que la administración local en departamentos como Atlántico, Córdoba o Magdalena, logren renovarse y apostarle a una gestión transparente.

Por un tiempo se tuvo la impresión de que el Partido Liberal se alejaría de estos clanes y permitiría el surgimiento de nuevos liderazgos. Hoy vemos que no fue así y que de nada sirvió la democratización de su estructura interna bajo los parámetros del llamado a una constituyente liberal que permitiera un cambio en sus estatutos que le diera mayor participación a sus bases.

El primer error fue el no ponerle un límite a las secretarías de participación que permitieron los nuevos estatutos. Con excepción de la de Juventudes y de la de Mujeres, las demás fueron tomadas por personajes en su mayoría de la cuerda de Piedad Córdoba, que se atornillaron en ellas, eligiéndose y reeligiéndose período tras períodos, generándole gastos al partido que no evidenciaron resultados que se pudiesen palpar, siendo esta una de las razones para que se cambiara el régimen interno del partido y se construyera uno nuevo, que por sentencia del Consejo de Estado quedaron abolidos, y que obliga al liberalismo a regresar al organigrama anterior.

Ojalá que este retorno a los estatutos que quedaron luego de la Constituyente Liberal, no signifique un retorno total al pasado, porque lo demostrado con los avales y apoyos que se acaban de firmar, queda demostrado que la frase “Renovación Política”, fue una palabra que le quedó grande al liberalismo, y si no es así, que expliquen al país como se prefiere reencauchar personajes que pueden no tener ningún cuestionamiento como Eduardo Verano de la Rosa, pero que si son el peor ejemplo en búsqueda de nuevos liderazgos. Es ahí donde uno se pregunta si la política no se puede ejercer con otras personas.

Ojalá no se les ocurra apoyar en la Guajira a la heredera del exgobernador Kiko Gómez, Oneida Pinto. Sería el colmo que pasaran por alto todos los cuestionamientos que existen alrededor, y no le apuesten a alguien con un liderazgo nuevo que haga despertar el sentimiento de inconformidad que existe en el departamento y que por miedo a una mafia, prefieren el silencio. No dizque es el Partido de la revolución, ¿Cuál revolución?.

Si en realidad se conociera el sentido de la palabra revolución, no se avalarían candidaturas como la de Didier Tavera, con el argumento de que los delitos de sangre no existen. De continuar así con ese argumento no será extraño ver al Partido Liberal en un futuro avalar a algún hijo de Pablo Escobar Gaviria o de Carlos Castaño

Lamento tener que expresar esta inconformidad con el liberalismo, sobre todo porque en su interior existen dos líderes sobre los cuales tengo los mejores aprecios como Horacio Serpa codirector y Héctor Olimpo su Secretario General, pero considero que lo que menos se esperó del Partido Liberal, es que cayera en este tipo de errores, que lo único que le representan es el retorno a la politiquería de una clase política local llena de mañas y corrupción.