No más alcaldes simpáticos

Bogotá ya experimentó los sin sabores que deja el elegir como alcalde mayor a personas de mucha sonrisa, bastantes saludos (Samuel Moreno) y discursos de buen samaritano (Lucho Garzón y Gustavo Petro), como para pretender repetir la dosis esta vez en cabeza de un periodista como Hollman Morris, de mucha simpatía, palabras y frases bonitas que hacen llorar a todo el que las escuche y un desconocimiento enorme en administración e inversión pública.

No dudo que Morris conozca mucho de periodismo, fue para eso que se formó y es en ese campo donde se ha dado conocer, y debo decir que lo ha hecho bien. Pero, ¿Conoce sobre normas de urbanismo?; ¿Sabe cuáles son los ajustes que se deben hacer en el Estatuto Orgánico de Bogotá para ponerlo a tono con las necesidades del día?; ¿Conoce sobre movilidad urbana y cuáles son las estrategias para que esta funcione como debe ser?; ¿Sabrá cuáles son los parámetros mínimos para inversión pública en la ciudad? Dudo bastante que eso lo enseñe el periodismo, y el cargo de Gerente de Canal Capital no da para tanto.

Será por eso que para darse pantalla debe acudir a acusaciones sin pies ni cabeza, como la que hizo sobre la persona de Marco Fidel Ramírez, a quien señaló de ser “el Concejal de la Parapolítica”. Nada más falso que eso, porque una cosa es decir que su aspiración al cabildo distrital la hizo bajo el ala de un partido que fue creado por personas cercanas a los AUC en el departamento de Santander, y que más adelante, en su estrategia de expandirse políticamente en el nivel nacional, se volvieron una fábrica de avales, otorgándoselos a personas que nada que tenían que ver con ellos en distintas ciudades incluyendo a Bogotá, y otra muy distinta es asegurar que Ramírez tiene vínculos con paramilitares o que es heredero de la parapolítica.

Estoy seguro de que a Morris no le gustan los señalamientos que le hace Uribe de ser cercano a las Farc, como para que siga el mismo ejemplo.

Puede ser que el concejal Ramírez sea una persona poco agradable, que como bien lo dije en una pasada columna de opinión, “merezca que le practiquen un exorcismo para que saque el demonio que le obliga a promover debates en donde prácticamente pide que se lapide a toda una comunidad de seres humanos, que en lugar de darse golpes, o disparar balas, robar, etc., han optado por amar a personas de su mismo sexo”. Más no por eso hay que difamarle, asegurando cosas que no se tiene como probar. Si así es la candidatura de Morris, no me imagino como podrá ser su alcaldía.

Por otro lado, dice Morris que es necesario profundizar la Bogotá Humana de Gustavo Petro. Yo pregunto en primer lugar, si para llegar a esa meta es necesario profundizar su enemistad con el órgano de control político de la capital como lo sugiere el candidato periodista, al asegurar que el problema más grande que tiene la ciudad es el concejo de Bogotá, cuando en realidad el problema que ha tenido Bogotá son nada y nada menos que la elección de tres alcaldes de izquierda (Gustavo Petro uno de ellos), que no tenían la más mínima idea de administración pública.

En este orden de ideas, Morris sería el cuarto en la lista de personas de izquierda que primero no conocen la ciudad y segundo no saben de administración pública, que por tanto no va a saber por ejemplo, cómo darle viabilidad a una segunda línea del Metro, en el caso de que Petro haga la licitación. Tampoco tendrá idea de planear un paquete de medidas para mejorar el Sistema Transmilenio, porque no es precisamente un usuario frecuente de los buses articulados. Lo hará ahora porque está en campaña.

Lo que me parece más preocupante es que de llegar a ser alcalde, tendremos a un burgomaestre recordándonos todo los días de su mandato, que su vida se encuentra amenazada al igual que la de su familia, situación que a nadie debe alegrar, pero que tampoco es necesario sacarla a relucir, no sé si con el ánimo de despertar algún tipo de compasión.

Morris debe saber que el solo hecho de ser periodista en un país en guerra, pone en riesgo la vida de cualquier persona que se atreva a hacer uso del oficio. Que cuando uno elige esta profesión, no lo hace con el ánimo de volverse famoso, ni con la idea de tener al mundo entero agradecido con uno, sino con la intención de servirle a una sociedad que requiere de profesionales que informen los hechos con vocación de servicio al público y no con ánimos de que lo vuelvan a uno el ídolo del pueblo o lo que es peor, una especie de Mártir del Calvario.

Reconozco las calidades de Morris como persona y como periodista, labor que no debería abandonar por pretender abordar una agenda política incierta, que de llegar a ganar claramente no lo va a dejar muchas ganancias, porque su paso por la administración pública como Gerente de Canal Capital, equivale a ser un aprendiz con tan solo un semestre en una carrera universitaria, y dudo bastante que sea esto lo que necesita Bogotá.