No se pueden desconocer los hechos en los que se han visto involucrados sacerdotes de la iglesia católica a quienes se les ha señalado de abusar sexualmente de menores de edad, pero tampoco se puede caer en el error de estigmatizar y creer que a todo miembro de la esta institución que se levante alguna acusación similar, es instantáneamente cierta. Opinión
No se pueden desconocer los hechos en los que se han visto involucrados sacerdotes de la iglesia católica a quienes se les ha señalado de abusar sexualmente de menores de edad, pero tampoco se puede caer en el error de estigmatizar y creer que a todo miembro de la esta institución que se levante alguna acusación similar, es instantáneamente cierta.
Esta es justamente la lección que deja el caso judicial del sacerdote Jorge Isaac Ramírez a quien se le acusaba de un supuesto abuso sexual a uno de sus acólitos menor de edad, lo que produjo su detención en una cárcel de Bogotá desde el año 2012.
Tanta es la mala fama que ha tomado la iglesia católica por cuenta de este señalamiento que desde mucho tiempo atrás se le ha venido haciendo sobre sus sacerdotes, que desafortunadamente no falta el que quiera pescar en rio revuelto y con este tipo de acusaciones busque sacar provecho económico, sin importarle que por delante se pueda llevar a líderes que a través de la fe, han servido a toda una comunidad como lo ha hecho el Padre Jorge Isaac Ramírez.
Este caso deja como lección para la justicia, que no todos los sacerdotes son culpables de los señalamientos que se les hace. Que pueden existir ocasiones en que el que miente es el acusador, como bien lo pudo demostrar el abogado de la defensa Elmer Montaña, quien aseguró al término de la audiencia, “que nunca se debió iniciar un proceso contra Isaac”.
En efecto así es, basta con darse a la tarea de averiguar quién es este líder de la iglesia y lo que ha hecho al interior de la comunidad donde reside en la localidad de Bosa, para darse cuenta de que no es persona mala, que los malos eran quienes buscaban dañar su honra quien sabe con qué propósitos.
Pero lo cierto es que si fuimos capaces de crucificar a Jesucristo y tratarlo como si fuese el peor de los seres humanos, a los sacerdotes por ser sus apóstoles que tienen la obligación de mantener y cuidar de la fe de esta humanidad tan inhumana, no les iba a esperar una mejor suerte.
Nadie niega que pueda existir hechos de corrupción al interior de la fe católica, pero así como no todos los políticos que acuden al Congreso de la República, son necesariamente malos, así mismo ocurre al interior de la iglesia. No todos son malos, y esa es la lección que nos deja el Padre Isaac Ramírez, que se debe señalar a los sacerdotes, porque a alguien se le ocurra acusarlo con algún hecho que puede ser mentira.
Primero es necesario averiguar y conocer lo que puede existir tras acusaciones que pueden ser mentiras e injustas, que no solo atentan contra la dignidad y la honra de la persona en sí, sino además de la misma iglesia católica, que en últimas es quien paga los platos rotos.