La opinión de Óscar Sevillano
Si el presidente Iván Duque pensó que actuando como se si hubiese autodeclarado como “nuevo mejor amigo de Donald Trump”, este no iba pronunciar ni una sola de sus destempladas y acostumbradas declaraciones en contra de nuestro país, se equivocó de cabo a rabo.
Basta con investigar quién y cómo ha sido el presidente de los Estados Unidos para saber que difícilmente puede uno creer que se es medianamente cercano a él, a menos que el mismo lo diga y lo demuestre todos los días de su vida, cosa que no ha sucedido con el presidente Duque.
Ojalá que las últimas declaraciones de Donald Trump en la que ha dejado ver su desprecio por los resultados que en materia de lucha contra narcotráfico ha realizado el Gobierno de Colombia, le deje como lección al presidente Duque que no se puede, ni se debe pensar en complacer a un aliado de manera exclusiva y prácticamente arrodillada, mientras se mira por encima del hombre a quienes geográficamente le son más cercanos.
En pocas palabras, le llegó la hora a Iván Duque de examinar si las estrategias con las que ha llevado a cabo hasta el momento las relaciones internacionales del país, le están arrojando buenos resultados o si más bien está sucediendo lo contrario. Si revisamos algunos hechos podemos concluir que se está perdiendo el examen.
En primer lugar, por querer darle gusto al presidente Trump en lo que tiene ver con reducción inmediata de las más de 200 mil hectáreas sembradas con coca, Duque sometió al país entero a una incertidumbre bastante profunda por el posible retorno de la aspersión aérea del glifosato, aún con todas las advertencias que se han hecho sobre los efectos que este puede tener, no solo en la salud del ser humano, sino además sobre el medio ambiente.
En segundo lugar, el no pensar en las consecuencias que le traería en materia diplomática en quienes han acompañado a Colombia en la búsqueda de la paz a través del diálogo, tiene al país con la impresión a nivel internacional de ser un Estado que no cumple con su palabra.
Haber dejado a Cuba encartado con los miembros negociadores del ELN y a los que sirvieron como garantes sin saber qué hacer con el grupo de guerrilleros que se encuentran en su territorio, en medio de una gran incertidumbre, son hechos que deberían demostrarle al presidente Duque que una cosa es trabajar bajo una ideología como senador de la república y otra gobernar un país con una cantidad de necesidades y problemas que no tienen color político.
En tercer lugar, el meterse a liderar una cruzada internacional contra Nicolás Maduro, provocó que este le mostrara que en materia de armamento está mejor dotado y que tiene aliados como Rusia, por ejemplo, que pueden ayudarle a dar la pelea en el caso de que Colombia declare la guerra militar que algunos uribistas han deseado. Como era de esperarse la estrategia no resultó y fue tan desastrosa como lo fue también la idea de enviar ayuda humanitaria a Venezuela sin el consentimiento y la cooperación del país vecino.
El tiempo le demostró a Iván Duque que es mejor calmar las emociones y la adrenalina, dejando la pretensión de buscar reconocimiento internacional con la caída de Nicolás Maduro, siguiendo las instrucciones de Donald Trump, porque esto puede traer una confrontación militar en América del Sur que el resto de países vecinos no desean.
Nadie que tengan los cinco sentidos bien puestos puede apoyar un régimen miserable como el de Nicolás Maduro, pero esto deben solucionarlo los venezolanos por la vía democrática, y en ningún caso los países vecinos pueden, ni deben buscar la caída del dictador a través de una intervención militar, porque la inminente crisis humanitaria que se desataría sería nefasta e indiscutiblemente Colombia llevaría la peor parte.
Y no hablemos del llamado que han hecho diferentes países y el Consejo de Seguridad de la ONU para que se implemente el proceso de paz con las Farc de manera inmediata, sin ninguna dilación, tema que tampoco ha sabido tratar el Gobierno Duque en el plano internacional.
En últimas o Duque cambia la estrategia internacional con la que hasta el momento ha trabajado o cambia a quienes le asesoran en esta materia, porque está más que comprobado, que los resultados no son dignos de felicitar.
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